El castillo de cristal I. Nina Rose

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Название El castillo de cristal I
Автор произведения Nina Rose
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789561709249



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era un mineral extremadamente raro y valioso que solo los enanos con conocimientos de magia podían trabajar. Podía ser usado al natural, así como también podía ser procesado y fundido para crear una especie de metal; en ambos casos era extremadamente resistente, durable y prácticamente indestructible. Tanto el trono como la corona estaban hechos de ese material y, de hecho, Rylee había leído una vez que la residencia del Rey no se llamaba “Castillo de Cristal”, como se le conocía comúnmente, sino “Castillo de Cryssal” pero que se había degradado debido a que el mineral era prácticamente desconocido.

      —Otras versiones dicen que es una piedra o un cristal cualquiera, otras dicen que es un diamante. En fin, puedo contarte más acerca de la guerra si quieres, hay...

      —¡No! —saltó Rylee— Quiero decir, no muchas gracias. Debo irme, tengo un compromiso urgente— Si se quedaba, Sahra le hablaría horas y horas de todo lo habido y por haber relacionado con el brazalete. Se levantó y, a su lado, Ánuk, quien había estado echada en el suelo, se estiró—. Muchas gracias otra vez, volveré un día y hablaremos con más calma sobre la historia, ¿sí?

      —De acuerdo. Buscaré más cosas y así habrá mucha información para cuando vuelvas.

      —Claro, adiós, Sahra.

      —Hasta pronto, señorita Mackenzie.

      Al ver salir a Rylee, a Sahra se le hizo un nudo en el estómago. “Hasta pronto”, susurró.

sep

      Rylee y Ánuk se adentraron en el bosque con un plan listo para ejecutar. La chica seguiría la indicación del nigromante y pretendería avisar a la tropa —si alguna vez la hallaba— de un ataque sorpresa. Según su cliente, él crearía una “instancia” para que se infiltrase; esperaba que cumpliera con esa parte porque Nea sabía cómo justificaría un ataque invisible. Por su parte, Ánuk mantendría su postura de “no me tomen en cuenta, soy una simple loba, no hablo ni tengo superpoderes”.

      —Hemos caminado horas, no hay nada aquí.

      —Shh, no sabemos eso. Muchas tropas usan hechizos para ocultarse. No hables porque no sabemos si hay oídos atentos por aquí.

      Como única protesta, su amiga ladró.

      —Estas son las coordenadas aproximadas —anunció Rylee revisando su brújula.

      Se detuvieron mirando hacia todos lados, pero lo único que veían eran árboles, árboles y más árboles.

      —Ánuk, olfatea —dijo de repente.

      Ánuk la miró con cara de “debes estar bromeando, no soy un maldito perro”

      —Olfatea —insistió—, tal vez tú puedas detectar algo. Busca, olfatea cualquier cosa que no huela a bosque.

      Gruñendo por lo bajo, la wolfire alzó la cabeza, cerró los ojos y olfateó. Volteó. Volvió a olfatear. Olió el suelo y luego, nuevamente, arriba. Caminó un poco y otra vez. Cuando Rylee pensó que ya era un caso perdido, Ánuk fijó la cabeza en un punto y comenzó a olisquear con más ahínco. Se acercó a la muchacha, acuclillada ahora, y con el susurro más discreto, le dijo:

      —Hay un olor extraño, como algo que se quema, pero no hay fogatas por aquí. El olor es tenue, pero está. Por allí —señaló—. Y hay otro aroma, como a sangre seca y metal, es más fuerte y se acerca.

      “Debe haber alguna protección en el campamento, pero... ¿sangre seca y metal acercándose? ¿Qué...?”

      —La “instancia” —murmuró.

      Ánuk la miró, comprendiendo.

      6

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      —¿Hola? ¿Hay alguien aquí? ¿Hola? —la voz de Rylee subía de volumen con cada grito. Sonaba, a propósito, ligeramente asustada e insegura.

      Ánuk le golpeó suavemente la cadera con el hocico y la miró significativamente. Rylee comprendió que el aroma a metal y sangre estaba cada vez más cerca. No había tiempo y el sol pronto se ocultaría.

      —¡Viene un ataque! —gritó a todo pulmón— ¡Los han encontrado! ¡Han encontrado una forma de romper su protección! ¿Pueden oírme? ¡Ya vienen!

      Ánuk comenzó a gruñir, enseñando los dientes y posicionándose frente a Rylee. La muchacha, que ya podía oír sin problemas el sonido inconfundible de cascos y armaduras en rápido movimiento, comenzó a ponerse nerviosa. No parecía que hubiese alguien escuchando su advertencia.

      —Si no aparecen —le susurró a la wolfire— tienes mi autorización para transformarte. Pero ten paciencia.

      Rápidamente, Rylee sacó su viejo arco y apuntó hacia los árboles desde donde provenía el sonido. Aunque no era experta, al menos podría ganar algo de tiempo.

      De entre el follaje emergió una criatura de piel cetrina que parecía un ser humano... golpeado en la cara repetidas veces con un mazo. Miró a la chica que le apuntaba y a la loba que le gruñía y soltó una risotada.

      —Menuda caballería, ¿no? Y yo que pensaba que los viudos del rey no podían ser más patéticos —varias figuras se le unieron, todas armadas; Rylee vio humanos (al menos se veían más humanos que el primero) y un par de trolls, si no se equivocaba.

      —Ugh, que molestia —habló alguien entre la muchedumbre— matémosla ya, que estorba.

      Cuatro de esas cosas se separaron del grupo, apuntando sus espadas hacia la chica; asustada, Rylee soltó la flecha, que impactó entre los ojos de uno de ellos. El efecto fue inmediato: los que caminaban hacia ella comenzaron a correr, furiosos, dispuestos a matarla. Rylee no tenía tiempo de cargar otro disparo; no quería que vieran a Ánuk...

      De la nada, un grupo de soldados se ubicó frente a ella, escudándola del ataque. Fue tan sorpresivo que Rylee, tambaleándose, cayó hacia atrás y vio, asombrada, cómo desde algún lugar del bosque, se materializaban al menos una decena de soldados que portaban el emblema del Rey: la estrella coronada de siete puntas de un intenso color plata en cuyo centro se hallaban el sol4 y la luna, símbolos de las Diosas.

      El enfrentamiento le parecía tan rápido que la muchacha no tuvo tiempo de darse cuenta de quiénes caían o de quienes seguían luchando; para ella eran como borrones que se movían. Ánuk comenzó a tirarla de una manga para que se levantara y se apartara de la batalla; reaccionando, así hizo Rylee. A trompicones, se alejó unos cuantos metros hasta que alguien le cortó el paso.

      El frío era inconfundible. El dolor en su hombro izquierdo también. Y luego todo se fue a negro.

      —¿No ha despertado?

      —Aún no. Sufrió una fuerte impresión.

      —Lleva mucho tiempo desmayada.

      —Pronto volverá en sí.

      —Ese lobo me asusta, no se aparta de su lado y me da la impresión de que sabe algo que yo no y que me morderá si me acerco.

      —Es una hembra, Mehna. Y no es agresiva, solo está cuidando a la muchacha.

      —El General está muy interesado en platicar con ella. Cuando despierte y si está lo suficientemente repuesta, mándala a hablar con él. Si no, avísame para hacerle saber al General que tendrá que venir el mismo a verla.

      —Claro.

      Rylee escuchaba las voces a su lado. Oyó cómo la mujer, Menha, se alejaba de donde estaba y sintió al hombre poniéndole paños fríos en la cabeza y susurrando algo, ¿maggena? Necesitaba ver dónde estaba.

      —¡Ah! Bienvenida, muchacha —habló un borrón en cuanto abrió los ojos—, trata de no levantarte, has estado desmayada unas horas.

      La chica no podía enfocar la vista; veía todo empañado y difuso. Instintivamente