Название | Ataraxia |
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Автор произведения | Saúl Carreras |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878723280 |
El departamento estaba sobriamente decorado, un estar con una biblioteca que predominaba a la vista, y hablaba de que Victoria era una lectora entusiasta, una puerta inmediata, que daba a un baño de servicio; las paredes pintadas de color pastel y cuadros que señalaban el buen gusto y la predilección al cubismo de Picasso con copias realmente de buena calidad. Un pasillo muy bien iluminado, con dos puertas laterales, una que daba a un gran baño principal y la otra al único dormitorio.
Si me hablan de insinuaciones, el misterio se podía “oír” en el ambiente, algo no estaba siendo lógico, algo en el aire me llevaba a pensar que me esperaban situaciones no corrientes.
Luego de ofrecerme algo para tomar, a lo que contesté, lo que tomes tú, llegó la primera pregunta connotativa…
—¿Eres feliz? –preguntó Victoria.
La vida quiso que el nacimiento de la charla se constituya desde esa pregunta tan reveladora, una pregunta que buceaba en lo más profundo del alma humana, era como interesarse de tu vida solo por haber recorrido un tramo del camino, y en una etapa en la que buscamos nuestro perfil, en el que nos mostramos con el maquillaje de la apariencia, que responde más a las expectativas ajenas que a nuestro propio deseo, y la respuesta fue casi como para sacarse la presión de una mirada, que si bien provenía de una persona que creía conocer, en ese momento, se me antojó una perfecta desconocida.
—Creo que sí –contesté. (Y le di pie para seguir la charla…)
A veces uno cree que lo está haciendo bien, y sin embargo su vida es tan vacía que ni alcanzas a dimensionarla, y en su defecto, tampoco logras entender el llamado del destino, y sin saberlo aquella respuesta sería el disparador de un cuestionamiento no desenfundado, escondido en el armario de modales impuestos, inoculados desde tus padres y desde ellos a su vez, de los suyos.
Esa tarde, la vida me daría una lección. Como el beso en la frente de la conceptuosamente forma de concebir la costumbre, me resolvió el misterio del pensamiento lateral, fue como recibir un nuevo cuestionario, justo cuando había respondido todas las preguntas, justo cuando creía tener mi vida resuelta, el destino me daba una bofetada de realidad y giraba todo hacia la duda. Y de repente me atreví a admirar a esta mujer sin cruzar ni una palabra, esa pregunta abría el juego y en el que, sin saberlo, estaba dispuesta a participar. Debió leerme la mente sin dudas, porque desde mi respuesta y sobre todo del “creo” se desprendían miles de interrogantes que merecían al menos ser atendidos y en consecuencia la repregunta tuvo un lugar preponderante en el encuentro… luego de intercambiar diversas opiniones de la actualidad, ella fue por más…
—¿Me cuentas un poco de tu vida? –primerió Victoria.
Y allí, Adela sintió un vacío tan grande, dándose cuenta de que no habían grandes cosas para contar, cayó en la cuenta de que su vida era más el resultado de cubrir las necesidades de otros que de su propia necesidad, primero el corto tiempo de casada, su marido y luego sus hijos, y luego fueron sus padres, disponiéndose a cuidarlos y protegerlos durante su tercera edad, y en lo actual, su pareja, un ser que destilaba sensaciones de apatía mezclada con desidia que abrumaba hasta el más optimista, y ella sí que era optimista.
Su pareja actual, a la que había conocido luego del divorcio del padre de sus hijos, se llamaba Francisco, trabajaba en un banco y tenía una perra, mucho más no había para contar, un ser que había tenido ciertas enfermedades que lo buscaban siempre y a él que le gustaba que lo encuentren, nunca lo dejaban solo. Inexpresivo, quejoso, siempre encontraba una causa, para no hacer; vivía dentro de una consecuencia y era la de su propia conducta, estaba atrapado en su propia burbuja, y lo peor era que le resultaba su zona de confort y se sentía cómodo, el problema eran los que lo rodeaban, y para maximizar el resultado de todo eso, a él no le importaba. Adela había buscado en los libros de autoayuda algún indicio que le mostrara una salida, hasta llegó a pensar si no era ella el problema.
Una anécdota pintaba de cuerpo entero la situación que le tocaba vivir, se habían casado con Fran (como ella lo llamaba) y a la luna de miel viajó con sus amigas, porque Francisco no quería viajar, pretendía no dejar sola a su perra. Eso te habla de la actitud ante la vida con las que contaba este ser, y cuáles eran sus prioridades, que prefería quedarse en casa, en lugar de compartir con su pareja un viaje que es ícono en la historia de la humanidad y allí mismo ante esa secuencia, terminas por aceptar que estabas ante un caso único, un caso de real desidia con la que algunas personas consiguen ungir su existencia.
Otra vez, Adela consigue por fin que Fran la acompañe a Mar del Plata, ella baja a la playa y él la mira desde la ventana del hotel, un caso único, un ser tan estrafalario como intermitente. Trato de buscar las causas de esa actitud, pero por más que me esfuerce, no lo consigo, es que escapan a cualquier indicio de raciocinio, de sentido común, lo que sí aflora, y en una gran preponderancia, es un vicio oculto que a veces acarrean los individuos con estos hábitos, un gran componente de egoísmo. Claramente Adela, mientras cavilaba todas estas tribulaciones, inconscientemente solo estaba dilatando la urgente respuesta que estaba debiendo a Victoria sobre su vida. ¿Debía referirse a estos episodios? ¿Contar todo? O tal vez y por una cuestión de autocompasión, esconder algunos datos para no exponerse en un grado que la dejara en desigualdad de condiciones.
Y mintió, al notar en Victoria su seguridad, su independencia y su aire de autosuficiencia, sin imaginar que, haciendo esto, solo no lograba iniciar el proceso de cambio en su vida que tanto necesitaba, sino que, por el contrario, acentuaba sus peripecias.
Y le salió arremeter.
—Bueno, empecemos por ti, que hace tanto que no te veo… ¿Te casaste? –arremetió Adela.
Lo preguntó como si fuera un precepto lógico y super natural, y al ver la cara de Victoria cómo preámbulo de su respuesta, cayó en la cuenta de que la suya había sino una pregunta poco menos que irrespetuosa.
—¡¡¡Nooo!!! Eso no comulga con la concepción que tengo de la vida, y lo dijo en un tono connotativo, que invitaba a repreguntar, por lo autorreferencial de la respuesta…
—¿No crees en el matrimonio, como institución?
Repreguntó, buscando encontrar algún lazo que acercara algunos conceptos tan antagónicos que a simple vista se habían instalado intrínsecamente entre ambas.
—No, no es eso, solo prefiero y elijo la vida, sin marido, sin hijos, sin mayores obligaciones, conocerme y en ese acto, conocer mi contexto, es decir, el mundo que me rodea, y sin mochilas cargadas de historias paralelas, el viaje resulta mucho más grato y sobre todo más liviano.
Así de desnuda y en carne viva, fue su respuesta, y ¿saben qué? Esta vez no ameritaba repregunta alguna. Definitivamente estaba ante una persona que, a ojos vista, tenía resuelta gran parte de su existencia, y eso me subyugaba y me invitaba a conocer más de ella, había logrado atrapar mi interés, y eso no era poco. Y decidió bucear en aguas más profundas.
—¡¡¡Pero debo entender que al amor no le has sido esquiva, durante todo este tiempo!!!
Inquirió en búsqueda de alguna pista que le allanara el camino de sus dudas, que a este punto de la charla se había elevado a un nivel que para una mujer resultaba casi impracticable.
—Partiendo de la base de que sostengo que la genitalidad no constituye la naturaleza de una persona, sino su mirada ante la vida, te estaría dando las pautas para que obtengas tus propias conclusiones. Y si lo que estás pensando, y crees que puede ofenderme, no lo creas tan así, simplemente no elijo a las personas de las cuales puedo extraer emociones, por sus genitales, por su sexo, las elijo por su luz, su capacidad de conversación, su intelecto, eso me subyuga en un ser, que va mucho más allá de su expresión sexual, si quieres llamarlo bisexualidad, no estarías equivocándote. Estarías aceptando que una puede cultivar el costado morfológico libre de cada ser humano, y eso, mi querida, me da seguridad y me aleja de las instituciones que deberían