Breve historia de España para entender la historia de España. Manuel García Cabezas

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Название Breve historia de España para entender la historia de España
Автор произведения Manuel García Cabezas
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788411141741



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común. Aragón y Cataluña se habían unido en 1162 con Alfonso II, heredero de Petronila (reina de Aragón) y de Ramón Berenguer IV (conde de Barcelona). Posteriormente, Jaime I (1208—1276), en su testamento, cede lo que va a ser reino de Mallorca (con posesiones en el sur de Francia) y el reino de Aragón a dos de sus hijos: el de Aragón pasa a Pedro III (1276—1285). La conquista de Sicilia por Pedro III en 1282 supuso una oportunidad que aprovechan los nobles de los distintos territorios para conseguir prerrogativas a costa del monarca. Poco a poco, Cataluña se convierte en el centro político de la corona, aunque el título de rey de Aragón preceda al de conde de Barcelona. Una guerra civil enfrenta a los catalanes entre 1462 y 1472, resultado de las tensiones con el rey, las de los comerciantes barceloneses con la nobleza y la de todos con los campesinos, ansiosos por conseguir su libertad personal; es la lucha entre la Biga y la Busca, es decir, entre los intereses de los mercaderes y la de los campesinos: una constante en la Cataluña de esos y los posteriores siglos.

      En 1412 se produjo otro hecho fundamental para la historia de España. En 1409, había muerto sin descendencia el joven rey de Aragón, Martín I; de momento se elige a Jaime de Urgel como lugarteniente del reino, pero no gusta a casi nadie (ni a los catalanes), por lo que los dirigentes de los territorios deciden que el nuevo rey se elegirá (pocas veces en la historia se elige a un rey) mediante un acuerdo de las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia. Tras dos años de guerra civil, en 1412 nueve delegados (tres de Aragón, tres de Cataluña y tres de Valencia, entre ellos el dominico Vicente Ferrer) se reúnen en el pueblo aragonés de Caspe y eligen como rey de la corona de Aragón a Fernando de Antequera, castellano, de la familia Trastámara, familia que ya reinaba en el reino de Castilla desde 1369. Tenía derechos a heredar un francés (Luis de Anjou), pero el asesinato de su defensor en la reunión (el arzobispo de Zaragoza) dejó esa candidatura sin apoyo. El acontecimiento se conoce como el Compromiso de Caspe y a partir de entonces una misma familia, la Trastámara, reinaría en los dos reinos más importantes de la península. Fuera quedaba el reino de Navarra. La decisión tomada en 1412 ha sido enjuiciada de muchas maneras. Casi todos estudiosos están de acuerdo en que el compromiso evidenciaba la división que reinaba entre los distintos territorios de la corona de Aragón, incluso dentro de cada uno de ellos. Algunos lo consideran como una traición de los compromisarios catalanes. Otros, una decisión motivada por la diversidad de leyes hereditarias: en Aragón no podían heredar las mujeres ni transmitir la herencia, mientras que en Cataluña la herencia se trasmitía por vía masculina. Las tropas castellanas y el apoyo del papa Benedicto XIII acabaron de asentar a Fernando I Trastámara como rey de Aragón, que reinaría desde el 1412 al 1416. Como es un rey elegido, tiene que pactar de nuevo con los diversos territorios y con las facciones dentro de cada uno de ellos. En 1443, otro rey aragonés, Alfonso V el Magnánimo (1394—1458) da otro paso importante para el futuro: es proclamado rey de Nápoles, en contra de intereses franceses. Italia será pocos años después un campo de batalla entre España y Francia.

      En el campo de la corona de Castilla, el siglo XV se caracteriza por revueltas nobiliarias y guerras civiles. La primera fue de 1366 a 1369 cuando un importante sector de la nobleza liderada por Enrique de Trastámara (hijo bastado de Alfonso XI) se rebela contra el rey Pedro I (hijo legítimo y sucesor de Alfonso XI). Inicialmente Pedro I salió vencedor de los primeros encuentros, pero paralelamente Pedro I entró en guerra con Pedro IV de Aragón (en lo que se conoce como la «guerra de los dos Pedros»), cosa que aprovecharon los partidarios del Trastámara para reiniciar la revuelta, esta vez con apoyo de aragoneses y franceses; a su vez, Pedro I buscó la ayuda de los ingleses. El conflicto se resolvió en la batalla de Montiel (1369) en la que resultó vencedor Enrique de Trastámara e instaura en Castilla la nueva dinastía. Tras la derrota, Pedro I se refugió en el castillo de Montiel y aceptó negociar con su hermano, el Trastámara; cuando los dos estaban reunidos, Enrique asesinó a su medio hermano Pedro; desde este fratricidio ningún rey de España ha muerto de manera violenta. Esa guerra civil se decidió, por primera vez en la historia de España, con ayuda de tropas mercenarias extranjeras: las inglesas del príncipe Negro, príncipe de Gales, y las de las compañías Blancas, francesas, a las órdenes de Bertrand Duguesclin, porque no hay que olvidar que franceses e ingleses estaban en esa época enfrascados en la guerra de los Cien Años. Pocos años después, en 1380, naves castellanas penetraron por el Támesis y saquearon los arrabales de Londres. Otro rey castellano posterior, Juan I (1379—1390), quiso hacerse con el reino de Portugal, pero fue derrotado en la batalla de Aljubarrota (1385), cosa que todos los niños portugueses recuerdan desde entonces.

      La otra guerra civil castellana sería ya a finales de la Edad Media y sus consecuencias fueron decisivas para el coronamiento de Isabel, la Católica, como reina de Castilla. Enrique IV (1454—1474) (el de las Mercedes, por los amplios privilegios que dio a los nobles) vio su reinado amenazado por el poder de los nobles (entre ellos un tal Beltrán de la Cueva) y las guerras civiles. En 1465, una parte de la nobleza rebelde a Enrique le destrona simbólicamente (farsa de Ávila) y eligen como soberano a su hermanastro Alfonso; la muerte prematura de este (1468) reabre el problema sucesorio que se resuelve con un acuerdo (Pacto de Guisando, 1468) por el cual Enrique IV acepta que a su muerte le suceda su hija Isabel en perjuicio de su otra hija, Juana (llamada la Beltraneja, por considerarla ilegítima e hija del noble Beltrán de la Cueva). Pero unos años después, el rey se desdice de lo pactado y vuelve a reconocer a Juana como sucesora del reino, que contará con el apoyo de su tío, el rey portugués Alfonso V; los partidarios de Isabel no se resignan y la guerra civil continuará durante varios años.

      Por cierto, que en el difícil reinado de Enrique IV hay que señalar una curiosidad que pudo cambiar el curso de la historia de España. Enrique IV se vio involucrado en otra guerra civil que se libraba en la corona de Aragón, en el transcurso de la cual los catalanes ofrecieron a Enrique ser su príncipe, en perjuicio de Juan II que era el que les tocó. La indecisión de Enrique trastocó la jugada.

      Mientras Isabel luchaba por sus derechos al trono castellano, en octubre de 1469 se casó en secreto con el príncipe Fernando, hijo y heredero del rey aragonés Juan II, después de que su padre, el rey Enrique de Castilla, la hubiera intentado casar con el rey de Portugal (desde hace tiempo, fruto buscado por los reyes de Castilla). Fernando tuvo que recorrer toda Castilla disfrazado de criado para llegar a lugar de la boda. Se casaron en Valladolid; la novia tenía dieciocho años, uno menos el novio y se casaban sin el preceptivo permiso del rey; además, Isabel y Fernando eran primos segundos y para casarse también necesitaban una dispensa papal.

      A la muerte del rey Enrique IV en 1474, Isabel I consigue con energía sorprendente ser proclamada reina de Castilla en Segovia y allí mismo se firmó la Concordia de Segovia: un arbitrio judicial en el que se estipularon las condiciones del matrimonio y sobre el papel de cada uno en la nueva situación; allí se convino que la reina de Castilla sería Isabel y de que Fernando tendría la facultad de reinar con ella. Esto quizás contradiga la creencia general de que la unidad de España se consiguió en esta época: lo único que se había conseguido con el matrimonio era la unidad dinástica de los reinos de Castilla y Aragón y una cierta colaboración en la gobernanza de los reinos respectivos. Esa colaboración se demostraría casi inmediatamente pues el rey de Portugal se opuso a los acuerdos e intentó durante varias veces invadir Castilla; pero el ejército castellano, levantado por Isabel y conducido en el campo de batalla por Fernando, logró desbaratar los esfuerzos portugueses: los españoles no seríamos portugueses. ¿Se imaginan, queridos lectores, cómo hubiera sido la historia de los siglos venideros si en la península ibérica se hubiera dividido en esos momentos en dos reinos: el castellano—portugués y el existente reino de Aragón? Pero lo que propongo no es historia; sigamos con la historia.

      En 1479 el rey de Aragón Juan II muere y Fernando accede al trono aragonés; ahora, los reinos de Aragón y Castilla tienen los mismos reyes; no es un nuevo reino, pero se ha dado un paso hacia la unión territorial. El hecho es tan importante que los historiadores están casi unánimemente de acuerdo en coincidir que una nueva época ha comenzado: la Época Moderna. No existe tal unanimidad en ver los pasos anteriores como un plan preconcebido por los Reyes Católicos o como fruto de los acontecimientos. No vamos a entrar en esas discusiones, pero lo que sí es claro es que los pasos que dan los nuevos soberanos van encaminados hacia la unidad, sin vuelta atrás.

      Quizás sea la conquista del reino musulmán