Название | No te arrepientas de quererme |
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Автор произведения | Gema Guerrero Abril |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418730412 |
Subió con la vecina de su madre. Carmen era menuda, con unos ojillos pequeños y el pelo corto, muy habladora. Su madre y ella eran vecinas de toda la vida. Le dio ánimos y no paró de hablar mientras subían a la planta. Llegaron a la habitación de su padre, abrió y dejó que entrara Carmen, que saludó a su madre con un beso en la mejilla.
Enseguida se pusieron a hablar de todo un poco y Alba aprovechó para echarle un vistazo más tranquila a su padre. Parecía que estaba tranquilo; respiraba a través de un tubo conectado a una máquina, pero tenía un color normal. Era como si estuviera dormido. Se le llenaron los ojos de lágrimas y se había prometido no llorar. Su padre estaba vivo y se iba a recuperar.
Al cabo de unos minutos su madre salió de la habitación con su vecina para visitar a Pedro, el marido de Carmen, con lo que Alba se quedó sola. Se levantó y acomodó la sábana a su padre. Se acordaba de todas las veces que eso mismo se lo había hecho él cuando se iba a la cama y venía a contarle cualquier cuento o cantaban juntos alguna canción hasta que ella se dormía. ¡Qué lejos quedaban esos días! Pero para ella era algo muy bonito todo el cariño que su padre la había dado siempre, todas las conversaciones que había tenido con él, todos los secretos y los consejos que le daba. Miró a su padre con mucho cariño y se inclinó para darle un beso en la mejilla. Raspaba, pero seguía oliendo a él. El olor de su padre era especial y siempre la hacía sentirse segura.
Se abrió la puerta y entró el doctor moreno. Paseó la vista por la habitación y entró cerrando la puerta. Miró a Alba directamente, lo que hizo que esta se sintiera un poco intimidada. Nadie la había mirado nunca así.
—Veo que estás sola. ¿Tu madre ya se marchó?
—No, ha ido… Está con una vecina. Hay un… Bueno, está visitando a un vecino. —Se maldijo por balbucear, parecía una adolescente, pero es que ese hombre la ponía muy nerviosa.
—Bien, voy a ver cómo sigue tu padre.
—Por supuesto.
Alba salió de la habitación antes de darle tiempo a volverse, cerró la puerta y se apoyó en la pared. Notaba fuego en la cara. No entendía cómo alguien a quien no conocía podía alterarla de esa manera. Respiró hondo varias veces hasta que notó cómo se tranquilizaba. «¡Dios, solo es un hombre! Pero ¡vaya hombre!». Era muy atractivo y esa voz se la imaginó hablándole al oído mientras hacían el amor y volvió a sonrojarse. «¡Alba, para ya!», se regañó. Cerró los ojos intentando quitarse esa imagen de la cabeza.
Se quedó allí mismo hasta que se volvió a abrir la puerta y el doctor le indicó que pasara.
—Bueno, parece que todo va bien. Mañana le haremos alguna prueba para ver el coágulo de su cerebro, pero parece que está respondiendo bien.
—Gracias, es una noticia estupenda. —Alba se colocó a un lado de la cama, lo más lejos del doctor y sin atreverse a mirarle. Suponía que el médico adivinaría sus pensamientos. Le temblaban las manos y para que no lo notara no dejaba de retorcérselas.
—Sí, es genial. Bueno —dijo el doctor; parecía tan descolocado como ella—, seguiré con mi ronda. Por cierto, mi nombre es David.
—Yo soy Alba. Mucho gusto. —Alba levantó la vista y le dedicó una tímida sonrisa.
—Alba… Me gusta. Bonito nombre, muy bonito. —La miró una vez más desde la puerta y con un guiño se fue.
Alba se quedó durante un rato parada en el mismo sitio, mirando la puerta como una boba. Vale, ese médico le gustaba, ¡cómo no! Era un bombón, pero un bombón que ella no podría degustar, se dijo. Pero como soñar es gratis se volvió a imaginar con él paseando de su mano, de cena compartiendo la comida, bailando muy agarrados mirándose a los ojos, dedicándole alguna canción, y se lo imaginó a él mirándola con una cara de enamorado total. Suspiró con una sonrisa en sus labios y miró hacia la cama donde su padre descansaba. Le pareció ver que él también sonreía. «¡Alba, para! —se volvió a decir a sí misma—. Baja de tu nube rosa y vuelve al mundo real. Este doctor jamás se fijará en ti, sois completamente distintos. Además, seguro que ya está pillado».
Capítulo 3
—¿Por qué no me has llamado antes? —Sonia, al otro lado del teléfono, estaba cabreada.
—Ayer no me acordé y hoy la verdad es que tampoco, hasta ahora. Vamos, no te quejes tanto. Además, no podrías haber hecho nada. ¿Qué ibas a hacer? ¿Cerrar?
—No lo sé, no he tenido oportunidad de planteármelo porque cierta «amiga» no me ha avisado de nada.
—Lo siento, perdona. —Alba se frotó la cara con una mano; estaba cansada—. Tienes razón, pero entiéndeme a mí también. Con el accidente de mi padre, con mi madre atacándome a la menor ocasión y sin mi hermano para apoyarme se me pasó.
—De acuerdo, te perdono, pero por lo de tu padre. Entonces ¿está bien?
—Bueno, está mejor. El doctor que le atiende dice que está respondiendo bien al tratamiento y que es optimista. Mañana le harán más pruebas para ver el coágulo y entonces ya podrá afirmar algo más en concreto.
—Eso son buenas noticias. Aunque supongo que se pasará mucho tiempo ingresado.
—Sí, y después tiene que hacer mucha rehabilitación para recuperar movilidad. Le tienen que volver a operar, pero irá todo poco a poco. Cuando despierte del coma ya veremos. Estoy deseando poder hablar con él, reírnos. —Notó cómo se le formaba otra vez el nudo de la garganta y dejó que las lágrimas cayeran. Con Sonia no tenía por qué disimular; era su mejor amiga, su paño de lágrimas—. Sonia, es horrible lo que le ha pasado. Y el verle así, tan quieto, no sé, es muy difícil.
—Lo imagino. Pero tranquila, ya verás como se recupera. Tu padre es mucho Antonio. Los Pascual sois así, podéis con todo. Y si no, mírate tú. Has conseguido todo lo que querías aun con las pullas de tu madre taladrándote a diario.
—Es verdad. Sé que se va a poner bien, lo sé.
—Eso es, no te vengas abajo. Eres muy fuerte.
—Gracias, Sonia. Te dejo, voy a bajar a comprar unas cosas al súper antes de que cierren. Mañana vuelvo al trabajo y después me pasaré por el hospital. Además, tengo que llamar al gimnasio por lo de las clases, a ver si alguien me puede cubrir por lo menos la primera.
—Llámame si necesitas algo, lo que sea, o para desahogarte. O simplemente para charlar.
—De acuerdo, hasta mañana.
Se despidió de Sonia y bajó al supermercado que estaba a la vuelta de su calle para comprar las cosas que necesitaba para afeitar a su padre y algunas más para llenar su despensa. Había hecho una pequeña lista, porque con la cabeza que tenía…
Al día siguiente tendría que volver a la rutina de su trabajo y necesitaba tenerlo todo preparado. Llamó al gimnasio donde daba clases y habló con Yoli. Le resumió lo que había pasado y le pidió el favor de cubrirle la primera clase. Le prometió pasarse al día siguiente, en cuanto saliera de visitar a su padre. Se quedó un poco más tranquila; había organizado las cosas y todo saldría bien. Cenó pronto, se duchó y se metió en la cama.
A la mañana siguiente se levantó cuando sonó el despertador. Se duchó y se vistió con un vestido negro sin mangas, con un fino cinturón rojo de charol y zapatos rojos de tacón. Se peinó y se recogió el pelo con unas horquillas, se maquilló los ojos y los labios, cogió una americana negra, su maletín, el bolso, salió por la puerta y bajó