No te arrepientas de quererme. Gema Guerrero Abril

Читать онлайн.
Название No te arrepientas de quererme
Автор произведения Gema Guerrero Abril
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418730412



Скачать книгу

y humillantes de que era objeto Alba cuando acompañaba a Israel en alguna cena de abogados. Ella también era abogada, pero como no ejercía Israel la ridiculizaba en cualquier ocasión. La humillaba delante de cualquiera sin importarle el daño que le pudiera causar y ella, por no montarle ningún numerito, se callaba. Después se lo reprochaba y discutían a menudo por ese motivo. Él se burlaba de ella, se sentía superior por haber tenido la suerte de trabajar donde estaba. Se le había subido a la cabeza. Ella no era tonta y cada vez se daba más cuenta de que su trabajo les acabaría separando, como así fue.

      Poco a poco empezó a ponerle excusas, faltaba a las citas. Ya no le apetecía que Alba le acompañara y empezó a acudir solo a las cenas con otros abogados y a ponerle impedimentos para que ella no fuera a ninguna reunión o cualquier otro evento. Alba supo que se estaba viendo con una de las hijas de su jefe. Fue cuando se dio cuenta de que no estaba enamorada. Le dolía la indiferencia y la actitud que Israel tenía con ella, pero no estaba enamorada.

      En uno de los viajes en los que vino Jesús a España, Alba le contó lo que pasaba, todas las humillaciones por las que había pasado, que sabía que estaba con otra mujer y que ella ya no le quería, pero que no quería ser el hazmerreír de sus compañeros. Después de sincerarse con su hermano y darse cuenta de cómo se sentía, decidieron acabar con ese asunto de una vez por todas.

      Alba se enteró por la secretaria del bufete donde trabajaba Israel de que había quedado con unos clientes muy importantes en un restaurante muy pijo del centro. Se vistió lo más elegante que pudo y, junto con su hermano, se presentó en el restaurante para cenar. Había hecho la reserva y se aseguró de que su mesa estuviera justo al lado de la mesa donde cenaba Israel. Este no conocía personalmente al hermano de Alba y, como físicamente no se parecían, a ojos de los demás pasaban por una pareja más en una cena romántica.

      Llegaron al restaurante antes que Israel y Alba se colocó de manera que diera la espalda a la entrada al salón donde cenaban. No tuvieron que esperar mucho tiempo. Antes de que pasaran quince minutos llegaron al salón y se dirigieron a la mesa que tenían reservada. Israel iba con la hija de su jefe, bien agarraditos y acaramelados. Era una rubia con tetas de silicona y morritos de bótox, justo lo que a Israel le gustaba. El padre de la rubia y jefe de Israel, al que Alba conocía, iba detrás, hablando con dos hombres de mediana edad. Les acomodaron en su mesa y a un gesto de su hermano Alba se levantó para ir al baño. Miró a la mesa donde Israel estaba y este se quedó blanco de la impresión de ver a su «novia» allí.

      Alba saludó al jefe de Israel. Se conocían de verse en alguna de las reuniones a las que Alba había asistido y este, al reconocerla, miró a Israel y comprendió la situación. No solo estaba engañando a su novia, sino a su hija y a él mismo. Punto para Alba.

      Alba no dijo nada, hizo como si no fuera con ella la situación. Se marchó al baño y cuando volvió siguió como si nada, pero se aseguró de que no disfrutara de la noche. Cuchicheaba con su hermano y se reía con los comentarios que Jesús le hacía de la situación. Supo que Israel estaba nervioso y con sus comentarios estúpidos (de alguien estúpido y pagado de sí mismo) arruinó el trato que querían conseguir. Los clientes estaban molestos y a todo decían que no. Israel acabó de arruinarlo todo él solito. Punto para Alba.

      Al acabar la cena, Alba se levantó despacio y se acercó a la mesa, donde se despidió del jefe de Israel y salió del brazo de Jesús después de presentárselo como lo que realmente era, su hermano, que había venido desde Argentina unos días para ver a la familia y habían aprovechado para cenar juntos y contarse sus cosas. Y con una sonrisa de triunfo, mirando a Israel por última vez y a la rubia tetona, salió del salón primero y del restaurante después. Punto y partido para Alba.

      Israel salió de su vida para siempre. La llamó al día siguiente para reprocharle lo que él solito había arruinado y con una tranquilidad que Alba no sabía que tenía le pidió que no volviera a molestarla y sin más le colgó el teléfono.

      No se dio por vencido. En menos de media hora estaba en su casa. Subió hecho una furia y, sin argumentos que defender (¿no era abogado?), se quedó sin palabras mientras Alba le decía las cuatro cosas a la cara que siempre le había querido decir.

      Se marchó blasfemando en arameo y para Alba fue el mejor momento de su vida ver cómo dejaba sin argumentos al mejor abogado de todo Madrid. Pero a su madre no le hizo ninguna gracia que le hubiera plantado. Cuando se enteró de que Alba le había dejado puso el grito en el cielo. Para ella, era lo mejor que iba a poder encontrar y si dejaba que se marchara se quedaría soltera. Alba pensó que si eso era lo mejor que le esperaba y lo mejor que, según su madre, ella se merecía, mejor quedarse soltera.

      Se prometió no dejarse pisar ni humillar por nadie más, pero no contó realmente a nadie (salvo a Sonia y Óscar) la verdad de su ruptura con Israel. Sentía que a su padre se lo debía, pero no encontraba el momento y según fue pasando el tiempo lo fue dejando pasar, pero ya era hora de que su padre supiera de una vez cómo fue y los motivos que la llevaron a dejarle.

      Capítulo 5

      El sábado por la mañana Alba y Sonia fueron al hospital para ver a Antonio. Alba le contó a su amiga que había visto al médico cañón más atractivo del mundo, que se encargaba de su padre y que había tenido unos sueños de lo más eróticos con él, y eso que no le conocía de nada. Desde el episodio del ascensor no se habían vuelto a encontrar.

      Alba supuso que él la evitaba, pero la verdadera razón era que David se sentía un poco descolocado cada vez que la veía pasar. Cada día, cuando ella llevaba a su madre al hospital antes de ir a trabajar, la veía desde la cafetería y no sabía cómo explicar lo que sentía al verla, pero no se atrevía a abordarla o simplemente a invitarla a un café con la excusa de hablar sobre su padre. Pensaba que Alba estaría con alguien, aunque no la había visto con ningún hombre ni su madre había hecho mención alguna de que Alba saliera con alguien. Solo hablaba de Jesús, su otro hijo, que estaba en Argentina.

      Se resignó a no saber y a esperar a la siguiente semana, que era cuando estaba de tarde y podría verla. Al menos eso era lo que Rosa le había dicho. ¡Vaya con Rosa! No se le pasaba una. Aunque, bien mirado, tener a una aliada en ese tema no le vendría nada mal. Rosa (la enfermera a la que Alba pidió las toallas y la palangana) le tenía un cariño muy especial al doctor David Montero, le cuidaba desde que llegó al hospital. Para ella era casi como un hijo. Ella no había podido tener ninguno y desde que enviudó, hacía casi cinco años, en David encontró el apoyo que necesitaba. Era un buen muchacho y ella se preocupaba mucho de él, por lo que observaba a David a diario y había comprobado el interés que tenía por cierta hija de un paciente en particular.

      A Rosa Alba le gustaba mucho, le parecía una chica muy dulce, nada que ver con las conquistas que de vez en cuando se colgaban del brazo del buen doctor. Esta chica parecía cariñosa y con David estaría en la gloria, así que se propuso «ayudar» sin que ninguno de los dos se percatara.

      A Alba por las mañanas, cuando dejaba a su madre antes de ir a trabajar, le preguntaba por su trabajo, su vida, y sabía que no tenía ninguna relación con ningún hombre, que trabajaba demasiado y que era muy amiga de sus amigos.

      Alba no tenía ni idea de que la buena de Rosa lo que estaba haciendo era intentar que su querido doctor y ella se conocieran y se gustaran. Era una romántica. Por eso, cada día charlaba un ratito con Alba y en esas charlas Rosa se enteró de que Alba tenía la carrera de Derecho acabada, pero que no le gustaba ejercer, pues se sentía más a gusto en su oficina que en los juzgados; que bailaba en un gimnasio donde daba clases a un pequeño grupo de alumnos, que de vez en cuando ensayaban para bailar en alguna discoteca donde el dueño del gimnasio, que también era relaciones públicas, les contrataba para alguna fiesta. También sabía que hacía extras en un restaurante algún sábado por la noche y que en este mismo restaurante Alba había empezado a ganarse la vida como camarera a los dieciocho años, cuando empezó a ir a la universidad; que le gustaba vivir y disfrutar de la vida; que vivía sola en un pequeño pisito que uno de sus jefes le vendió cuando se casó y que fue una verdadera ganga; que adoraba a su padre y a su hermano y que con su madre no tenía muy buena relación, aunque esto se veía claramente.