No te arrepientas de quererme. Gema Guerrero Abril

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Название No te arrepientas de quererme
Автор произведения Gema Guerrero Abril
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418730412



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Muchas gracias por todo lo que están haciendo por él.

      —No hay de qué, es nuestro trabajo. —Le sonrió y antes de marcharse les dijo—: Iré a ver cómo va el traslado de Antonio y ahora os avisarán.

      Alba se sintió estúpida. Por supuesto que era parte de su trabajo el salvar vidas, pero es que ese médico la había puesto a cien. Se notaba las mejillas ardiendo. Intentó controlarse.

      —Gracias, doctor. Muy amable. —La madre de Alba habló y cuando el médico salió se dirigió hacia una ventana, ya más tranquila—. No hace falta que te quedes si no quieres. Vete a trabajar, yo estaré bien.

      —Me quedo, por supuesto. Quiero ver a papá. —Alba se dejó caer en una silla y sin mirar a su madre dijo—: He hablado con Jesús.

      —¡Mi hijo! —Se volvió desde la ventana y clavó sus ojos en Alba—. ¿Por qué no me has dejado hablar con él?

      —Estaba trabajando, mamá. Ya hablarás con él en otro momento. Le he dicho que volvería a llamarle cuando supiéramos algo más de papá.

      —¿Va a venir?

      —Me ha dicho que estaba intentando agilizar el proyecto en el que estaba trabajando para cogerse unos días y venir.

      —Espero que no le cueste mucho trabajo venir hasta aquí, aunque con lo brillante que es en su trabajo no podrán desprenderse de él tan fácilmente.

      Ese simple comentario a Alba se le grabó en el corazón. Todo lo que su hermano hacía era perfecto, mientras que todo lo que ella conseguía a base de mucho esfuerzo no lo valoraba. Por eso necesitaba que su padre se recuperara, para poder tener un apoyo. Nunca había hecho nada del agrado de su madre, todo estaba mal o era una insensata.

      Se había resignado a ello, pero había veces en que los comentarios de su madre podían hacer mucho daño y en este momento era así. Parecía que su apoyo y presencia a su madre no le bastaban, pero ahora no debía pensar en eso. Tendría que hacer un esfuerzo y aguantar por su padre. Cuando pudiera ver a su padre y, en unos días, a su hermano todo cambiaría. O eso esperaba ella.

      Después de una hora, más o menos, entró una enfermera para decirles que ya podían subir a ver al paciente. Les indicó la planta y la habitación donde le habían trasladado. También les explicó que la policía querría hablar con ellas en algún momento para informarles de los datos del accidente y lo que debían hacer a continuación. Alba le dio las gracias a la enfermera y le dijo que después de ver a su padre bajaría para hablar con los policías. Su madre salió sin más de la sala de espera y se dirigió a los ascensores sin mirar atrás. Alba la siguió, hundiendo los hombros, e hicieron el trayecto en silencio. Al llegar a la planta donde Antonio estaba, Caridad echó a andar delante de su hija, entró en la habitación y Alba pensó que le iba a cerrar la puerta en las narices, pero no, esta vez se equivocó. La dejó abierta.

      Entraron en la habitación y vieron a Antonio tumbado en la cama, conectado a unas máquinas que pitaban según la respiración del enfermo. Tenía la cabeza cubierta por un gran vendaje, pero pudieron apreciar que en la cara no tenía ninguna herida, solo algún hematoma. Alba se acercó despacio hasta la cama donde estaba su padre para cogerle la mano.

      —Hola, papá —le susurró sin soltarle la mano—. Todo va a salir bien, ya lo verás. Ahora ya estás a salvo. Estamos aquí.

      —No te oye. Recuerda que está en coma —le dijo su madre desde el otro lado de la cama y sin mirarla siquiera.

      —Lo sé, pero da igual. Quiero que note que estamos aquí, que se sienta tranquilo.

      —Ves muchas películas de hospitales. Siempre con la cabeza llena de pájaros —le reprochó su madre en un tono seco—. Ve a ver si ves al médico, anda. Mientras, yo me quedo con tu padre.

      Alba soltó la mano de su padre e hizo lo que su madre le había pedido, no quería discutir. Nada más salir al pasillo vio a una enfermera que se dirigía hacia ella. Arrastraba un carrito con diversos aparatos. Con una sonrisa entró en la habitación y enseguida vio salir a su madre con la cabeza muy alta.

      —Me ha echado. Acabamos de entrar y ya me ha dicho que saliera.

      —Mamá, es lo normal. Cuando tienen que hacer algo a un paciente, los familiares tienen que salir. —Alba no levantó la mirada del suelo. No quería mirar a su madre a la cara para evitar que siguiera escupiendo su veneno contra ella.

      La enfermera tardó unos cinco minutos en volver a salir y al hacerlo se dirigió a las dos para indicarles que ya podían pasar. Le había cambiado el suero, había comprobado la sedación y le había tomado la temperatura y la tensión. Las informó de que todo estaba en orden, pero que su doctor las informaría cuando hiciera su ronda.

      Alba le dio las gracias y la enfermera, sonriéndole a ella y dirigiéndole una mirada ceñuda a su madre, se metió en la siguiente habitación para seguir haciendo su trabajo.

      Volvieron a entrar en la habitación y Alba se dio cuenta de que su padre tenía una barba incipiente. Jamás había pasado un solo día sin afeitarse, así que tomó nota de volver al día siguiente con todo lo necesario para hacerlo ella misma. Le traería flores y le leería el periódico. A su padre le gustaba mucho leer las noticias y comentarlas con ella. Desde que era una niña era algo que hacían juntos, frente a una taza de café su padre y de chocolate caliente ella, y después de los años aún lo seguían haciendo cuando su padre la visitaba en su trabajo a mediodía.

      Pasado un rato, Alba no aguantaba más el silencio de la habitación y bajó para ver si podría hablar con los policías que estuvieron en el accidente. Tuvo suerte; uno de ellos acababa de llegar para lo mismo y la informó de lo ocurrido. Le aconsejó que llamara al seguro por el tema del siniestro y la indemnización y Alba cogió la carpeta que el policía le dio y apuntó todos los datos con cuidado para que no se le pasara nada. Se ocuparía de ello al día siguiente desde su oficina. Le dio las gracias al policía y volvió a subir a la habitación donde estaba su padre.

      Según el policía, su padre había vuelto a nacer. El impacto había sido tremendo y gracias a que lo vio venir pudo esquivarlo un poco, pero aun así el accidente fue brutal. El agente dijo que él no había visto nunca nada parecido y que cuando los bomberos sacaron a su padre del coche se temieron lo peor. Se sorprendieron de que respirara todavía y gracias a que la ambulancia no tardó en llegar y le atendieron enseguida había podido salvar la vida. El otro conductor también estaba grave. Un fallo en los frenos del otro vehículo fue lo que provocó el accidente. No le pudo decir nada más.

      El día pasó despacio, sin cambios. Alba y su madre se turnaron para bajar a comer. Cuando Alba estaba sentada, tomándose un café después de haberse comido un bocadillo, oyó que alguien la llamaba.

      —Alba, ¿eres tú?

      Alba se dio la vuelta y vio a una mujer de la edad de su madre, más o menos. Su cara le resultaba familiar, pero hasta que no la miró más detenidamente no supo quién era.

      —Señora Carmen, ¿cómo usted por aquí?

      —Hija, Pedro está ingresado otra vez. Neumonía. Esta mañana lo trajo la ambulancia. Está ingresado en la cuarta planta.

      —Mi padre también está en esa planta.

      —¿Tu padre? ¿Qué le ha pasado? Le vi hace unos días y estaba fuerte como un roble.

      —Ayer tuvo un accidente con el taxi. Le arrollaron.

      —¡Dios mío! ¿Cómo está? ¿Está muy grave?

      —Le han inducido un coma, le han operado y hay que esperar. —Alba le hizo un breve resumen de la situación.

      —¿Tu madre está con él?

      —Sí, nos hemos turnado para bajar a comer algo. Yo ya iba a subir.

      —Pues si esperas un minuto subo contigo. He venido con Nacho. ¿Te acuerdas de mi hijo Nacho? Iba con tu hermano al instituto y solían salir juntos de vez en cuando.

      —Sí,