Название | No te arrepientas de quererme |
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Автор произведения | Gema Guerrero Abril |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418730412 |
Mientras tanto, Alba y Sonia visitaron a Antonio, que seguía sedado a la espera de que el doctor David Montero decidiera retirarle la sedación y Antonio despertara de ese coma.
Hablaron de muchas cosas. Alba le leyó las noticias del periódico a su padre, como cada día, y entre ella y Sonia las discutieron. Sonia le confesó que Óscar y ella estaban intentando ser padres y que estaban en ello, pero que aún no lo habían conseguido. Llevaban casi seis meses sin tomar precauciones y todavía no se había quedado embarazada.
—No te preocupes. Ya verás que cuando menos lo pienses sucede. — Alba intentó animar a su amiga, aunque ella de esos temas no tenía ni idea. Por no saber, no sabía ni cuándo fue la última vez que tuvo relaciones con un hombre. «Mucho», se dijo. «Mucho tiempo. Si ya ni me acuerdo»—. No te obsesiones y ya verás que enseguida me darás la buena noticia.
—¡Ojalá! Estamos preparados para dar este paso y cada mes, cuando me baja la regla, me paso dos días llorando. Sé que soy tonta, pero no lo puedo evitar.
—Yo no creo que seas tonta. Pero ya verás, ahora que estáis un poco más tranquilos, que tu café funciona bien, que Óscar sigue con su trabajo y que todo ha vuelto a la normalidad no tardarás en quedarte embarazada. —Alba abrazó a Sonia con todo el cariño que sentía. Su amiga era un gran apoyo y siempre estaban la una para la otra.
—Tienes razón, han sido unos meses de locura. Hasta pensé en dejarlo con Óscar de lo agobiada que estaba. Menos mal que mi chico es un amor y me quiere, pero reconozco que he estado insoportable y con él no me he portado todo lo bien que se esperaba.
—Pues ya sabes, ración doble de sexo y cariñitos y todo olvidado. Óscar te quiere mucho.
—Lo sé. No sé qué habría hecho sin él. Y sin ti, claro. Sois lo mejor que me ha pasado en la vida. De verdad —le dijo Sonia muy seria, viendo el gesto de Alba. Levantaba las cejas y abría los ojos como platos cada vez que Sonia le decía lo especial que se sentía siendo su amiga.
—Bueno, somos amigas desde hace tanto tiempo que ya nos entendemos sin ni siquiera hablar. Sabes que tú eres muy importante para mí también.
Siguieron hablando toda la mañana, se contaron todo lo que habían hecho en esa semana. Alba le dijo que el próximo sábado también tenía que ir al restaurante, no sé qué de un grupo de amigos que habían escuchado que había actuación mientras cenaban y le habían pedido a Ernesto escuchar a la chica que cantaba. Sonia le prometió acompañarla junto con Óscar, era lo que siempre hacían. Cuando a Alba la llamaban para cantar, sus amigos iban con ella. Así no se sentía sola en ningún momento. Además, a Sonia le encantaba la voz de Alba; sus canciones siempre le ponían el vello de punta. Cantaba con tanto sentimiento que siempre se emocionaba.
A Alba siempre le gustó bailar y cantar y tenía una voz muy bien modulada. Cantaba de todo y a cada tema le ponía su toque personal. En el restaurante donde cantaba le tenían mucho cariño y los clientes que acudían repetían cuando se enteraban de que Alba cantaría. Ella empezó sirviendo mesas allí cuando empezó la carrera de Derecho. Quería colaborar con los gastos de la facultad y ese era un trabajo cómodo. Sonia también trabajaba en el restaurante y allí fue donde la oyó cantar por primera vez. Mientras preparaban las mesas para recibir a los clientes, Alba cantaba y poco a poco se fue animando. Sonia al principio pensó que sería el hilo musical, pero al escuchar más detenidamente se dio cuenta de que era Alba. Cantaba, tarareaba, silbaba y vuelta a empezar. Entonces se le ocurrió una idea. Llamó al dueño del restaurante, un tipo pequeño pero agradable, y le comentó que podrían poner en el frente del salón una tarima para una pequeña banda y que mientras los clientes cenaban alguien podría cantar. Ella había visto ese tipo de locales en Nueva York, cuando estuvo con Óscar de viaje, y se quedó alucinada. Los clientes que acudían al restaurante a cenar comían y bebían más, porque después de la cena venían las copas, y eso significaba más dinero. Sonia siempre tuvo las ideas muy claras.
Al dueño le gustó la idea y en menos de tres meses había reformado el salón completamente. Ahora solo quedaba encontrar a alguien que no cobrara mucho por cantar. Sonia le dijo que eso se lo dejara a ella.
Una tarde, mientras preparaban las mesas, Sonia, sin que su amiga se diera cuenta, dejó una pequeña grabadora en la zona donde Alba trabajaba y allí se grabó todo lo que cantó y habló esa tarde. Después se lo entregó a Ernesto y el resto es historia.
Cuando Ernesto le propuso cantar en su restaurante Alba dijo que no. Se moriría de vergüenza. Ella cantaba para ella misma, no había cantado delante de nadie en su vida y no estaba segura de querer hacerlo, pero ante la insistencia de Ernesto y de Sonia al final accedió, pero solo una vez. Estaba segura de que haría el ridículo y de que eso sería un fracaso y Ernesto tendría que cerrar el restaurante y vender pipas en un kiosco callejero.
Acordaron la primera actuación para dentro de dos semanas. Así Alba tendría tiempo de escoger las canciones y dárselas a los músicos que la acompañarían.
La primera noche que Alba se subió a ese escenario a cantar fue acompañada solo de un piano. Había seleccionado con mucho cuidado una lista de canciones, las que ella pensó que cantaba mejor. Sonia estuvo con ella en todo momento, junto con Óscar. Alba no paraba de pensar que había sido idiota al dejarse convencer y que haría el ridículo más espantoso de su vida. Sentía el estómago revuelto de los nervios que tenía. Sonia no paraba de animarla para evitar que se viniera abajo. Ella conocía a su amiga y sabía que en cuanto se subiera al escenario y empezara a cantar se olvidaría de todo lo que la rodeaba. Y no se equivocó. Nada más subir al escenario y escuchar los primeros acordes de Without you, de Mariah Carey, Alba se olvidó de todo y cantó.
La gente aplaudió encantada y Ernesto, emocionado viendo cómo sus clientes disfrutaban del espectáculo, agradeció a Sonia haber puesto en su vida a alguien como Alba. Cantaba como los ángeles, tenía una voz preciosa y el sentimiento con el que cantaba le puso el vello de punta. Se había ganado un público fiel, que esperaría la siguiente noche para volver a escuchar su voz y el sentimiento que ponía con cada canción.
Solo cantó cinco canciones esa noche, pero cuando bajó del escenario y Ernesto le propuso cantar de vez en cuando no se lo pensó, dijo que sí. Lo que había sentido al cantar delante de aquellas personas era algo que no podía explicar. Había emocionado a cada uno de los clientes del restaurante. Muchos de ellos ya la conocían, eran clientes asiduos, y al escucharla cantar había visto emociones en cada uno de ellos.
Óscar era la primera vez que la escuchaba cantar y aún no podía tragar el nudo que tenía en la garganta. No sabía que era capaz de algo así. Aunque Sonia ya se lo había contado, creyó que exageraba, pero descubrió que había sido uno de los momentos más emocionantes de su vida, agarrado a la mano de su chica y escuchando esas canciones que hablaban de amor y desamor.
A partir de ese día la rutina de Alba cambió. Ya no servía mesas, ahora la llamaban para cantar. Solo su padre y su hermano fueron a verla la siguiente noche que se subió a ese escenario. Su madre, como siempre, se negó.
La mañana se les pasó en un suspiro hablando de todas las cosas que se les ocurrían, riéndose de todas las anécdotas que Sonia le contaba de la gente que se dejaba caer por su café. Intentaba distraerla de la tensión que notaba en su amiga. A Alba este gesto de Sonia le llenó el corazón; llevaba toda la semana sufriendo por su padre y sin apoyo y el tener a su amiga a su lado la hacía muy feliz.
Óscar y Caridad llegaron casi a la vez, se saludaron de manera breve y se pusieron a hablar tranquilamente. Caridad les preguntó por el negocio y por su vida en general. Estuvo muy animada hablando con ellos. Alba pensó que su madre había hablado más con ellos en ese rato que en toda la semana con ella. Se mantuvo en un segundo plano, escuchando la conversación. En ningún momento la miró ni la incluyó en ese diálogo. Solo hablaba de sí misma, de Antonio y de su Jesús, pero de ella ni una sola palabra. Era como si para su madre no existiese. Sonia la miraba de reojo, sabiendo lo que su