Damnare silentium. Adrián Misichevici-Carp

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Название Damnare silentium
Автор произведения Adrián Misichevici-Carp
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418996665



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Sus ojos estaban enrojecidos de odio y sus ladridos salían de bocas grandes y sonrientes, llenas de babas burbujeantes. Parecían bestias locas que se acercaban constantemente, e incluso habían empezado a rasgarlos. David abrazó a su novia tratando de llevarse la mayor cantidad de piedras y mordeduras posible. Sintiéndose impotente ante el inevitable final, le susurró a la chica al oído: «Emma, perdóname, no quería que nuestra relación terminara así, perdóname». En aquel momento, una piedra en la nuca lo trajo de vuelta a la cama de la choza; se retorcía en sudores y gritaba sin cesar: «¡Perdóname, Emma, perdóname!». Cuando recuperó la conciencia, recordó todo lo había sucedido en los últimos días. Se deslizó con dificultad desde el borde de la cama para caer de rodillas. Bajo la perturbadora influencia de las pesadillas y los acontecimientos recientes, comenzó a improvisar una oración: «Señor, no nos dejes...».

      Desde otro lado del gran amor prohibido, Emma comenzó su vida diaria. Después de unos días en la cama, llenos de sufrimientos, lágrimas e insistencias paternas, el 15 de noviembre volvió a trabajar. El tiempo pasaba y ella no tenía ni idea del destino de David. Lloraba en su almohada todas las noches, recordando a su novio desaparecido. Lo peor era que no sabía qué hacer, de dónde ni cómo iniciar la búsqueda. Si su vida personal estaba en un gran estancamiento, entonces la vida política del país evolucionaba completamente al revés. Había entrado en un torbellino dramático que aumentaba su velocidad con cada día que pasaba, y «la noche de los cristales rotos» le fue un gran impulso. La caja de Pandora estaba arrojada en algún rincón del mundo, abierta y vacía, y todos los males recién liberados, tanto los imaginables como los inimaginables, buscaban silenciosamente a sus perpetradores, pisoteando la esperanza.

      Una noche, sufriendo sin sueño, recordó el diario. Lo sacó del cajón de la mesita de noche y quiso empezar a escribir algo. Todas las ideas estaban bloqueadas en algún lugar por fuerzas invisibles. Las únicas libres eran las concernientes a David, sobre el cual no habría podido escribir nada, porque de inmediato se habría puesto a llorar. Se fue al armario y sacó del bolsillo de su abrigo un panfleto de propaganda nazi, que le fue entregado solemnemente en la calle, hace unos días, por un joven activista político. Aquellos mensajes satánicos, como los llamaba en sus diálogos con su padre, también un convencido antinazi, llenaban su mente de pensamientos e ideas ocultas. Algunas de las grandes cosas que Herman plantó en su mente, entre sus grandes agitaciones alcohólicas, fueron: el amor al prójimo, la semilla de la lectura y el poder de pensar por sí sola. Se sentó en la cama, desdobló el folleto y empezó a leer su contenido. Esperaba que el odio suscitado por su mensaje la hiciera olvidar sus propio problemas; no se equivocó:

      «El 10 de noviembre de 1938, en el aniversario del nacimiento de Lutero, las sinagogas arden en Alemania»17. Nos cuenta el obispo de la iglesia luterana de Turingia, Martin Sasse, que en estos días difíciles, luchando contra los parásitos de la raza nórdica, no abandona a su pueblo. También nos recuerda lo que nos enseñó el gran padre espiritual, Martín Lutero. Ya en 1543, este nos advirtió con quién estábamos tratando y nos dejó las siguientes pautas para nuestra lucha contra estos gusanos venenosos de nuestra nación: Primero, sus sinagogas o iglesias deben quemarse. En segundo, sus casas deben asimismo ser derribadas y destruidas. En tercer lugar, deben ser privados de sus libros de oraciones y del Talmud, en los que enseñan tanta idolatría, mentiras, maldiciones y blasfemias. En cuarto lugar, sus rabinos deben tener prohibido, bajo pena de muerte, enseñar jamás. La furia de Dios contra ellos es tan grande que están cada vez peor. ¿Quién les impide a los judíos volver a Judea? ¡Nadie! Les proveeremos todas las provisiones para el viaje, para vernos por fin libres de este repulsivo gusano. Para nosotros, ellos son una grave carga, la calamidad de nuestra existencia. Son una peste enclavada en nuestras tierras. Yo les arrancaría la lengua de la garganta18.

      ¡Queridos compatriotas! ¿Qué pasa en nuestros días? Tenemos los mismos problemas de cuales nos advirtieron hace unos cuatrocientos años. Si nosotros no las vemos, nuestros líderes lo hacen por nosotros: «Todos queremos deshacernos de nuestros judíos, pero el problema es que ningún país quiere recibirlos». Nos dice Joachim von Ribbentrop. Nuestro gran Führer, que nos advierte durante muchos años, está muy sorprendido de lo que está sucediendo en torno al tema: «Es un espectáculo vergonzoso ver cómo todo el mundo democrático rezuma simpatía por el pobre atormentado pueblo judío, pero al mismo tiempo permanece insensible e inflexible cuando se trata de ayudarlos». Terminaremos con una cita del periódico Schwarzen Korps, del 24 de noviembre 1938, poco más tarde de nuestro gran despertar. Citamos: «Vamos a llevar el problema judío a su solución total. El programa es claro. Reza así: ¡Segregación total, separación total!, ¿qué significa esto? No solo la exclusión de los judíos de la economía nacional. ¡Significa mucho más! No cabe ni siquiera imaginar que un alemán siga viviendo con un judío bajo el mismo techo. Por tanto, los judíos deben ser expulsados de nuestras viviendas y de nuestros barrios, y llevados a determinados tramos de calles o bloques de casas, de modo que se concentren entre sí y tengan el menor contacto posible con los alemanes. Hay que marcarlos y cuando obliguemos —lo cual resultará necesario— a los judíos ricos a mantener sus correligionarios pobres, todos juntos, sucumbirán a la delincuencia. Así pues, en el proceso de la evolución nos hallamos, por tanto, en la dura necesidad de desarraigar el informado judío, de la misma manera que en nuestro Estado de derecho nos obligamos a desarraigar a los criminales con fuego y espada. El resultado sería el fin real y definitivo del judaísmo en Alemania, ¡su exterminio total19!».

      ¡Ha llegado el tiempo de los hechos! ¡Recuerda, pueblo alemán, tu futuro depende de ti y de tus acciones!

      Después de leer la pequeña obra Lavadora de cerebros, Emma apenas pudo evitar llorar. Veía tanto a su novio, como a miles de personas inocentes en una situación desesperada. Recordó al mítico Sísifo empujando su piedra colina arriba sin interrupción. En su versión, una moderna, este, en la cima, habría necesitado un poco de ayuda de los lugareños. Tenía que encontrar a alguien que le ponga unas cuñas alrededor de la piedra, para no dejarla caer en el valle. El resultado de las expectativas era todo lo contrario. La cima de la colina estaba rodeada de alambre de púas, y los lugareños estaban de espaldas hablando entre ellos cómo ayudarlo. No reaccionaban de ninguna manera a los terribles gritos de desesperación del pobre.

      Este, quedado sin fuerzas, dejaba caer su piedra en el valle, y el camino a por ella se volvía cada vez más peligroso.

      ¿Cómo podemos ser tan ingenuos como para volver a caer en las mismas trampas de la historia cada vez? ¿Cómo nos olvidamos tan rápido de los ideales humanos y nos convertimos en creyentes manipulados frente a personas visiblemente trastornadas? ¿Cómo podemos olvidar las enseñanzas del verdadero Pastor y seguimos como las ovejas a la peor? ¿Quién, de los miles que leerán este panfleto, se preguntará quién fue Lutero y quién es Hitler, cuál es el propósito de esta propaganda? ¿De verdad nuestros católicos (especialmente ellos) han olvidado quién era Lutero? ¿Han olvidado cómo a causa de este «borracho perverso» murieron miles de personas inocentes incluidos miles de pobres agricultores alemanes? Quién dijo, si no él, que: «El papa es el apóstol del diablo y enemigo de Jesucristo... La universidad de París es la maldita sinagoga del diablo, una puerta directa al infierno... Mis labios son los labios de Jesucristo, mis palabras son las palabras del Salvador». Nuestro «líder» actual nos dice continuamente que está cumpliendo la misión del Señor. ¿De verdad no ve nadie que son unos impostores? Estos pobres no aman nada más que su autoridad, por lo que no pueden cumplir la misión de Dios en la tierra de ninguna manera. ¿Por qué nadie recuerda: 1 Juan 4:20, Mateo 18:21, 5:22, 39, 44 del Sermón de la Montaña? ¿Por qué ninguno de ellos cita la definición del amor dada por el apóstol Pablo en la primera epístola a Corintios 13:4-9? ¡Aquí, por favor, perdóname! Sin estar segura de la supervivencia de la Biblia a las intervenciones humanas, te citaré la parte sobre el amor; es muy hermosa. Te dejo las otras menciones y espero que las conozcas, o aún las puedas encontrar. Si ya no las tenéis lo siento mucho por vosotros. Cito: «4. El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. 5. No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido. 6. No se regocija de la injusticia, sino que se alegra de la verdad. 7. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8. El amor nunca