Название | Feminismo para América Latina |
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Автор произведения | Katherine M. Marino |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786079946555 |
Ofelia y Clara también lucharon contra la rama del feminismo panamericano representada por Emma López Seña, que consideraba de manera inequívoca la blanquitud y la herencia europea como parte del feminismo y el progreso. La perspectiva de López Seña sobre estas cuestiones quedó bien clara en una semblanza que publicó en un periódico panameño después de la conferencia, en el cual condenaba lo “chapada a la antigua” que era la delegada colombiana Claudina Múnera, que no había apoyado a Domínguez en la resolución sobre el sufragio. Acusó de ello a los orígenes indígenas y católicos de Múnera. El diario panameño redundaba en estos mensajes racistas al comparar la “blanca mano ducal” y los cabellos rubios de Emma López Seña, a quien describía como “una adorable muñequita”, con “el rostro duro, seco, casi feroz [y] la testa asimétrica y obtusa” de la más oscura Múnera.47
González respondió con un artículo propio en otro periódico, criticando a López Seña por “lanzar conceptos hirientes contra” una “compañera de labores” como un gesto “pueril e impropio”, así como “temerario y [...] ofensivo”. Clara aseveró que Claudina había sido una inspiración para el congreso, por su dignidad y sus notables resoluciones a favor de la alfabetización infantil, los hogares y los tribunales juveniles.48 Le envió luego su artículo a Ofelia, señalando que esperaba no haber sido demasiado dura en su trato hacia López Seña.49
En una época en que la mayoría de las variantes del feminismo organizado en América involucraba a mujeres blancas, González y Domínguez colaboraron con feministas afropanameñas y afrocubanas en sus países, además de reclamar el voto sin distinción de raza o clase.50 En el Congreso de Panamá se sintieron más identificadas entre sí que con sus compatriotas López Seña y Neira de Calvo. Después del congreso sostuvieron una larga correspondencia, manteniéndose informadas sobre sus progresos en el ámbito nacional en relación con los derechos de la mujer y expresando el profundo afecto que se tenían. Clara iniciaba así una carta dirigida a su amiga: “Mi recordada y querida Ofelia”, y le hablaba sobre el “placer” con que recibía “¡...tu carta que esperaba ansiosa!”. Y continuaba: “La he leído con verdadera emoción. Te he visto y oído de nuevo, tan buena, tan franca, tan inteligente, en fin, como cuando estuviste entre nosotras [...] Has dejado recuerdos imborrables y un recuerdo de simpatía en ésta tu tierra también.” En ese momento, el feminismo cubano estaba mejor organizado que el de Panamá, por lo que González urgió a Domínguez para que le dijera “todo cuanto pueda interesarme de feminismo”. A cambio, González se comprometía con su lealtad y amistad: “Estoy completamente a tu mandar, y para ti tendré siempre mi buena voluntad y mi corazón dispuestos a manifestarse siempre sinceros y decididos en todo cuanto se te ocurra”. Firmaba la carta con “un abrazo de tu sincera amiga que desea te conserves bien”.51
La viva llama de la amistad entre Clara y Ofelia fue su manera de reconocer que estaban unidas en el lanzamiento de una nueva fase del feminismo americano, una que buscaba metas más radicales y justicia social. Sus resoluciones internacionales por los derechos de la mujer en el Congreso de Panamá se sumaron a importantes innovaciones en las leyes internacionales y las organizaciones feministas. Los grupos internacionales euroestadounidenses más conocidos —IWSA, ICW y la Liga Internacional de las Mujeres por la Paz y la Libertad (wilpf, por las siglas de Women’s International League for Peace and Freedom)— habían abogado por los derechos de la mujer e intercambiado información a través de las fronteras nacionales. Sin embargo, ningún grupo había elevado estas demandas a una ley internacional por los derechos de la mujer como lo habían hecho Domínguez y González.
La colaboración entre ambas durante 1926 inspiró un nuevo activismo en América Latina. Más tarde, Ofelia apuntó que “sirvió para promover la inquietud de las mujeres del continente y para lograr que se iniciaran en sus respectivos países movimientos femeninos”.52 La presidenta del Club Femenino llevó sus resoluciones a un Congreso Internacional de Mujeres en Santiago de Chile, donde demandó a los gobiernos de América que “se concedan los derechos políticos a la mujer [...] sin privilegios ni distingos, tal como los ejercita el hombre”, así como “los mismos derechos civiles que al hombre, igualándose ante la ley, para el correcto desarrollo de una civilización ecuánime y justa”.53 Al año siguiente, en Cuba, Machado accedió a incorporar una propuesta por el sufragio de las mujeres a la asamblea constitucional; las feministas sentían que estaban a punto de obtener sus derechos políticos.54
Mientras tanto, Clara González recibía con gran satisfacción la noticia de que la Comisión Internacional de Juristas, celebrada en Rio de Janeiro en 1927, había propuesto enviar una legislación común para América a la Conferencia de La Habana, siguiendo el decreto de Máximo Soto Hall de 1923. En esa legislación se encontraba la completa eliminación de cualquier tipo de incapacidad legal de las mujeres en todo el continente.55 Pero lo que en realidad alimentó la esperanza de Clara respecto a este enfoque legal fueron las noticias sobre el activismo feminista que se anunciaba en la sexta Conferencia Panamericana de La Habana, que se celebraría en enero de 1928. Allí, feministas de Cuba y Estados Unidos, incluyendo a su amiga Ofelia, se preparaban para transformar estas demandas en leyes interamericanas. El 18 de enero, González les escribió una cuidadosa carta a dos delegados panameños a la conferencia, Ricardo J. Alfaro y Eduardo Chiari —ambos amigos suyos y sus ex profesores en la Facultad de Derecho del Instituto Nacional—, para presionarlos a fin de que apoyaran el Tratado Internacional sobre Derechos de las Mujeres por el que estaban luchando las feministas en La Habana. Destacando el trabajo que ella había llevado a cabo a favor de una medida similar en el Congreso Interamericano de Mujeres de Panamá de 1926, las urgía a poner “todo vuestro empeño en que de la vi Conferencia [...] resulte un acuerdo sobre los derechos civiles y políticos de la mujer, dado en forma tal que los gobiernos [de América] se sientan realmente comprometidos a hacer mérito de él”.56
ANTIIMPERIALISMO, DERECHOS DE LA MUJER Y DORIS STEVENS EN LA CONFERENCIA DE LA HABANA DE 1928
La víspera de la sexta Conferencia Internacional Panamericana, celebrada en La Habana en 1928, un periodista afirmó que las relaciones entre Estados Unidos y América Latina estaban en el punto más crítico de la historia del hemisferio.57 Desde diciembre de 1926, los marines habían invadido e incrementado su número de efectivos en Nicaragua. En junio de 1927, el ejército estadounidense bombardeó una ciudad para derrotar al grupo rebelde de Augusto César Sandino. Muchos describían las acciones de Estados Unidos en Nicaragua como el crimen de guerra internacional más importante de la época. Delegados de diversos países asistieron a la conferencia armados con propuestas contra la intervención de Estados Unidos.58 En este contexto, las asociaciones entre derechos igualitarios de las naciones y derechos igualitarios de la mujer se volvieron aún más poderosas. El feminismo panamericano antiimperialista articulado por González y Domínguez en 1926 recibió un impulso en la Conferencia de La Habana, gracias al trabajo de Domínguez, de centenares de otras feministas cubanas y, aunque parezca sorprendente, de un grupo de feministas estadounidenses del National Woman’s Party (NWP), que se sumaron de improviso a la refriega diplomática.
La feminista estadounidense Doris Stevens era la líder de estos miembros del NWP. Nacida en Omaha, Nebraska, Doris se había hecho sufragista en sus épocas de estudiante universitaria en el Oberlin College. Después de haberse