Feminismo para América Latina. Katherine M. Marino

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Название Feminismo para América Latina
Автор произведения Katherine M. Marino
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786079946555



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latinoamericanas no estaban preparadas para exigir el derecho al voto— habían sido ampliamente divulgados y condenados por la prensa panameña.17 González sostuvo que el Congreso de Panamá fortalecería el sueño bolivariano de 1826 de lograr la unidad hispanoamericana. Así, las mujeres de América Latina podrían fortalecer sus vínculos mutuos y crear su propia “unidad política hispanoamericana” para exigir sus derechos.18

      Cuando invitaron a Clara a hablar en la sesión sobre “Mujeres ante la ley”, que era parte de la conferencia, elaboró una resolución por la igualdad de derechos políticos para las mujeres en todo el continente. Citaba como precedente de este tipo de ley internacional la resolución de Máximo Soto Hall de Santiago, en 1923, así como nuevas tendencias en la legislación interamericana que buscaban uniformar diversas disposiciones nacionales. González también creía que este tipo de legislación internacional por los derechos de la mujer combatiría lo que ella llamaba “el prejuicio de la falta de preparación de la mujer hispanoamericana para el ejercicio de la ciudadanía”, en alusión a las calumnias lanzadas por Catt contra las latinoamericanas.19

FIGURA 5. Ofelia Domínguez Navarro, fecha desconocida. Cortesía del Archivo Nacional de Cuba, La Habana, Cuba.

      FIGURA 5. Ofelia Domínguez Navarro, fecha desconocida. Cortesía del Archivo Nacional de Cuba, La Habana, Cuba.

      A más de 1 500 kilómetros al norte, en La Habana, Ofelia Domínguez Navarro se preparaba a su vez para el congreso en Panamá. Tenía en mente metas similares para conseguir la igualdad de derechos de la mujer y las naciones. Ofelia había nacido en Las Villas; su padre y su madre habían participado activamente en la guerra cubana de Independencia (1895-1898).20 Él había combatido en esa revolución y ella, con la pequeña Ofelia cogida en brazos, contrabandeaba armas para los rebeldes. Madre e hija habían vivido en un campo de reconcentración durante un breve periodo. Siendo aún una niña, en 1898, estalló la guerra entre España y Estados Unidos. Domínguez fue testigo de cómo Cuba ganaba su supuesta independencia de España a expensas de la Enmienda Platt de 1901, que no sólo le otorgaba a Estados Unidos la bahía de Guantánamo como base naval, sino que también le cedía autoridad sin restricciones para intervenir en la isla. Al morir su madre, cuando Ofelia tenía 14 años, se hizo cargo del cuidado de sus hermanas, aunque sin abandonar sus estudios, hasta que se graduó como maestra en la localidad rural de Jorobada. Allí vio cómo crecía el control político y económico de Estados Unidos sobre la isla y sobre los trabajadores azucareros. Como lo explicaría ella misma más tarde: “Por las prédicas paternas conocía algo de la presión americana, de su explotación y del avance del capital monopolista a través de la industria azucarera. Pero la presencia en carne viva de esas realidades, en medio de los ricos campos cañeros que ahora tenía a la vista, avivaron tempranamente mi sentido de responsabilidad humana.”21

      Una vez que obtuvo su licenciatura en derecho por la Universidad de La Habana, se inició en el feminismo cuando trabajaba como abogada defensora de mujeres sin recursos y trabajadoras sexuales en asuntos penales. Conoció entonces las profundas disparidades económicas y sexuales que llevaban a las mujeres a ejercer la prostitución. Igual que González, Domínguez creía que la ley constituía una promesa extraordinaria para un cambio social más profundo. Gracias a su preocupación por las hijas y los hijos ilegítimos, y por las madres solteras, empezó a defender cada vez más un feminismo que aspirara a la igualdad de derechos civiles y políticos, convencida de que podían ser palancas para un cambio más profundo. En 1923 asistió al primer Congreso Nacional de Mujeres de Cuba, donde causó un gran revuelo al plantear las pruebas de paternidad y los derechos de hijas e hijos ilegítimos. Se unió al Club Femenino, que llegó a encabezar, una organización feminista conocida en el país por su amplio programa dirigido a mujeres trabajadoras, madres solteras e hijas e hijos ilegítimos, así como por desafiar a la iglesia y la moral familiar. En 1925, el club rompió con algunos grupos feministas en virtud de unas demandas más radicales, en parte gracias a la influencia de Domínguez, entonces presidenta de la sede de Santa Clara.22

      En 1926, la presidenta del Club Femenino le pidió asistir al Congreso de Panamá junto con su colega Emma López Seña, invitación que vio como una oportunidad para lanzar un nuevo tipo de feminismo americano que promoviera de manera directa los derechos de la mujer y asegurara el liderazgo latinoamericano.23 No cabe duda de que Domínguez conocía la condescendencia y los recientes comentarios despectivos de Carrie Chapman Catt.24 Un artículo publicado en 1925 en un periódico de La Habana señalaba el resentimiento generalizado que había provocado la valoración que había hecho Catt del feminismo latinoamericano, “cuarenta años atrasado” en relación con el de Estados Unidos. El artículo definía el insulto como “ese dardo [que] ha clavado en el corazón de la mujer latina” y que las mujeres cubanas habían sido incapaces de arrancarse.25 Fue en especial a la luz de estas calumnias que Ofelia hizo su valoración del feminismo de Paulina Luisi como aquel capaz de presionar de manera activa en favor de los derechos de la mujer y contra la hegemonía estadounidense. Durante los últimos años, el Club Femenino había estrechado vínculos con la venerable Luisi. En 1923, sus miembros le rindieron homenaje en La Habana.26 Antes del Congreso de Panamá de 1926, Luisi le solicitó al club cubano que la representara en el evento y leyera su discurso sobre los derechos de las madres solteras y de los hijos e hijas ilegítimas en América. Domínguez, encantada, aceptó el honor.27 Ambas mujeres se hicieron luego amigas íntimas.

      Domínguez, que tenía asignado el primer turno en el panel “Mujeres ante la ley”, comprendió que su discurso sería una oportunidad decisiva para inspirar un movimiento panhispánico más amplio y promover los derechos civiles y políticos de la mujer. El reconocimiento de los movimientos por esos derechos que surgían en todo el mundo y de las demandas de Máximo Soto Hall de 1923 inspiraron su propuesta de resolución, que exigía derechos civiles igualitarios para las mujeres en todo el continente. Domínguez sabía que una medida internacional podía presionar a presidentes y legislaturas de distintos países, entre ellos el suyo, Cuba, donde el Club Femenino y otros grupos luchaban por el sufragio femenino. En el transcurso del año anterior había quedado claro que el apoyo al sufragio dado por el nuevo presidente, Gerardo Machado, durante su campaña había sido sólo palabras vacías. En 1925, Machado impuso un régimen cada vez más restrictivo, silenciando a la disidencia y poniendo en la mira tanto al Partido Comunista de Cuba como a las feministas. “Sobre todo, Ofelia, por Cuba y la mujer, es necesario que ese tema no falte y nadie mejor que tú para tratarlo; así que haz un esfuerzo”, le escribió la presidenta del Club Femenino a Domínguez antes de viajar a Panamá.28

      Unas semanas más tarde, el 25 de junio de 1926, en el podio del aula magna del Instituto Nacional de Panamá, Domínguez anunció ante un público de cientos de personas su propuesta de un nuevo feminismo panamericano basado en el antiimperialismo y los derechos igualitarios generalizados para las mujeres en todo el continente. En su discurso relacionó una medida internacional en el campo de los derechos civiles plenos para la mujer en América con un internacionalismo basado en la interdependencia y la renaciente soberanía de los pueblos. A pesar de que era bien sabido que el ex presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, había impulsado la autodeterminación universal durante la primera Guerra Mundial, afirmó en su discurso que la guerra había reforzado el imperialismo estadounidense en detrimento de las mujeres, la infancia y los trabajadores a partir de las incursiones militares y económicas del país en Centroamérica y el Caribe después de 1915. “La más generosa y noble nación del universo, la que dio el clarinazo de la libertad a los pueblos oprimidos, se erigió en tirana cuando se vio fuerte y vencedora”, exclamó Domínguez.29

      Por otro lado, le explicó a la multitud que la guerra había impulsado la autodeterminación de una manera muy concreta: la expansión de los derechos de la mujer en todo el mundo. En Inglaterra, Estados Unidos y muchos países de Europa, las mujeres habían conseguido el derecho al voto, lo que representaba un paso importante hacia la justicia social. Las de América Latina merecían los mismos derechos que tenían en Europa y Estados Unidos, afirmó Domínguez y agregó que la autodeterminación de las mujeres era necesaria para la autodeterminación