Название | Feminismo para América Latina |
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Автор произведения | Katherine M. Marino |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786079946555 |
FIGURA 7. Doris Stevens, 1928. Cortesía de la Schlesinger Library, Radcliffe Institute, Universidad de Harvard.
Doris Stevens se transformó en la estratega clave detrás de estos argumentos antiimperialistas. De hecho, antes de la conferencia se había anticipado que trabajara con (y no contra) el Departamento de Estado, al predecir que Estados Unidos sería el país más avanzado del congreso en relación con los derechos de la mujer, ya que era el único que había garantizado el sufragio femenino.91 Cuando Hughes y otros juristas internacionales, como el abogado estadounidense James Brown Scott y el cubano Antonio Sánchez de Bustamante y Sirvén, cuestionaron la validez de un tratado internacional, Stevens le escribió a Alice Paul. Estos políticos aceptaban que las aves migratorias estuvieran sujetas a una jurisdicción internacional, pero no así un asunto de relevancia nacional como los derechos de la mujer. Como respuesta, Paul instó a Stevens a jugar la carta antiimperialista. El hecho de que los derechos individuales fueran una materia apta para la acción internacional, le advirtió Paul a Stevens, era una cuestión de opinión, de la misma manera que lo era considerar sus actuaciones bajo la Doctrina Monroe o sus actividades actuales en Nicaragua como materia apta para una acción internacional.92 Paul y Stevens no eran antiimperialistas. (De hecho, según la feminista chilena Marta Vergara, Paul creía que “si alguna vez desembarcó su infantería de marina [de Estados Unidos] en alguna tierra más allá del río Grande, lo fue para bien del país así protegido”.)93 Sin embargo, ambas sabían que el antiimperialismo era la clave de la conferencia y que muchos delegados de América Latina estaban presionando por un tratado de no intervención. Las dos mujeres eran hábiles camaleones políticos, por no decir poco escrupulosas. Paul le dio a Stevens una estrategia que ella asumiría con presteza durante los próximos años: usar el antiimperialismo como argumento por los derechos internacionales de la mujer.
Paul le otorgó a Stevens más munición para estos argumentos cuando, después de unas semanas de viaje, le envió una propuesta para un tratado sobre igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El marcado entusiasmo de los delegados de América Latina ante la idea impulsó a Paul a escribir un borrador de lo que sería el Tratado de Igualdad de Derechos. Con base en el lenguaje que el NWP había utilizado para presionar en la reunión de la Unión Interparlamentaria de 1925 y en la ERA, decía que los Estados contratantes acordarían que, una vez ratificado ese documento, hombres y mujeres tendrían derechos igualitarios en todo el territorio sujeto a sus respectivas jurisdicciones.94
Cuando Stevens presentó este tratado en el debate público que tuvo lugar en La Habana, fortaleció su reputación como luchadora por la justicia panamericana, con la exigencia al gobierno estadounidense de que hiciera un compromiso internacional con los derechos igualitarios. Los periódicos de La Habana alabaron a Stevens como líder de un nuevo tipo de feminismo y la elogiaron como “la vanguardia intelectual de las mujeres norteamericanas”.95 Gracias a Stevens, el NWP emergió como un grupo altruista, separado de las fuerzas más perjudiciales del capitalismo y el imperialismo estadounidenses representados por el Departamento de Estado.96 Su historia como militante sufragista acrecentó su credibilidad por rebelarse contra el gobierno de su país. Diversos artículos alabaron con entusiasmo su libro Jailed for Freedom, interpretado por uno de ellos como un documento sobre sus esfuerzos en la “campaña por la liberación de la mujer y por la paz”.97 Un largo y detallado perfil de Stevens publicado en El País describía la improvisada sede del NWP en el Hotel Sevilla como un cambio sustancial respecto de la corrupción de la conferencia panamericana. Las actividades que se sucedían en otras partes del hotel eran una metáfora de los procedimientos de la conferencia: banales, comerciales y, sobre todo, un reflejo del imperio estadounidense. “Los waiters corren de un lado a otro, llevando las enormes maletas o descorchando las botellas de champaña o de ron. Risas, comentarios insustanciales, humo de Pall Mall y de Chesterfield [...] pueblan el ambiente donde su majestad el dólar impone su imperio formidable.” Sin embargo, explicaba el autor, al subir al ascensor para ir a la recámara de Stevens, la habitación 312, “todo cambia súbitamente”. Ésta servía como “oficina” de campaña del NWP; allí, Stevens y demás miembros del partido recibían a las mujeres cubanas, a la prensa y a otros visitantes.98 La puerta de la habitación estaba flanqueada por las banderas cubana y estadounidense, mientras que la bandera lila, blanca y dorada del NWP ondeaba desde el balcón. En la recámara, mujeres cubanas y estadounidenses trabajaban juntas con fervor y “entusiasmo”, escribía el autor del artículo, ensalzando la amplitud de la concepción de “la libertad y [...] la igualdad humana” de las feministas y lamentando que no hubiera un equivalente en los demás procedimientos de la conferencia.99
Stevens celebró esta cobertura mediática cuando le escribió a su compañero sentimental, el escritor de The New Republic Jonathan Mitchell, sobre lo maravilloso que era trabajar en un país donde las mujeres eran una noticia tan importante. Le contaba que no había día en que no salieran en los titulares y en las columnas más importantes de cada uno de los seis periódicos en español, y agregaba que los hombres latinoamericanos eran más ágiles y mucho más sensibles que los estadounidenses, tanto que las mujeres tenían más esperanzas en ellos que en sus compatriotas. Finalizaba sosteniendo que, tanto si apoyaban o no el tratado, los hombres latinoamericanos estaban seducidos con la idea.100
FIGURA 8. Diapositiva en que se anuncia la “Gran Asamblea de Mujeres en pro de la igualdad de derechos en la Asociación de Reporters”. La publicación se mostró en películas proyectadas en el Teatro Fausto de La Habana, en 1928. Cortesía de la Schlesinger Library, Radcliffe Institute, Universidad de Harvard.
El desempeño de Stevens también triunfó sobre el resto de los grupos feministas establecidos en La Habana que hacían campaña a favor del Tratado de Igualdad de Derechos. Muchas organizaciones de mujeres firmaron una traducción española del mismo, entre ellas el Club Femenino, la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba, las Damas Católicas, la Asociación de Emigradas Revolucionarias y el Partido Nacional Sufragista, entre otras. Una gran cantidad de grupos políticos, desde los conservadores que apoyaban a Machado hasta los más progresistas, organizaron almuerzos y charlas con las integrantes del NWP. En uno de esos almuerzos, las mujeres del Club Femenino ovacionaron a Stevens, quien habló en inglés, pero contó con la ayuda de una traductora, para alabar los exitosos esfuerzos de las feministas cubanas en la promoción de los derechos igualitarios. En el gran encuentro llevado a cabo en la Asociación de Reporters, Stevens describió el Tratado de Igualdad de Derechos como parte de un esfuerzo mayor a favor de la justicia interamericana y resaltó que estaba naciendo un nuevo código internacional que deseaba hacer del hemisferio un mundo nuevo para hombres y mujeres, no sólo en la teoría, sino en los hechos. Para recalcar su mensaje, agregó que ninguna nación y ningún continente podían a negarles sus derechos, ya que eran derechos humanos.101