Название | Feminismo para América Latina |
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Автор произведения | Katherine M. Marino |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786079946555 |
La conexión entre los derechos igualitarios de las mujeres y los de las naciones se transformó en un hecho incuestionable el 28 de enero de 1928, un día nublado en que más de 200 mujeres se manifestaron en el aniversario del nacimiento de José Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano, héroe de la liberación cubana y uno de los primeros defensores de la solidaridad antiimperialista interamericana.104 Una mujer cubana y una estadounidense encabezaban la marcha, sosteniendo cada una la bandera de su país, en dirección a la estatua de Martí en el Parque Central de La Habana. Detrás de ellas, las mujeres avanzaban cargando los estandartes de sus agrupaciones: la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba, el Club Femenino, el Partido Nacional Sufragista y la Liga Patriótica Sufragista, entre otras. 21 mujeres llevaban vendas azul celeste sobre el pecho con los nombres de cada una de las repúblicas de América. Más atrás iba Stevens, sus compañeras del partido y una mujer que llevaba una pancarta con una cita de Martí: “La mujer [...] debe tener el mismo derecho de votar que el hombre tiene.” La marcha, que se extendía durante unas cuantas manzanas, acababa con una gran pancarta con otra cita de Martí: “En la justicia no cabe demora, y el que dilata su cumplimiento, la vuelve contra sí.” Después de que una de las mujeres depositara una impresionante ofrenda a los pies de la estatua del héroe cubano, un hombre contratado por el NWP soltó 2 mil palomas mensajeras como símbolo de la paz interamericana.105
Esta entusiasta manifestación fue la culminación de los esfuerzos de las mujeres para ejercer presión y extendió las conexiones entre el movimiento feminista panamericano en ciernes y el legado antiimperialista de Martí. A pesar de que los representantes de Estados Unidos continuaron negando su apoyo a las audiencias de las mujeres, numerosos delegados latinoamericanos y, en ocasiones, delegaciones enteras hicieron efusivas declaraciones a favor de abrir a las mujeres algunas sesiones no oficiales durante la conferencia.106 Este apoyo también descansaba en el trabajo de base llevado a cabo durante los últimos años por Paulina Luisi, Clara González y Ofelia Domínguez Navarro. Jacobo Varela, presidente de la delegación uruguaya y ex embajador de Uruguay en Washington, quien en la Conferencia de Baltimore de 1922 había promovido la visión del feminismo panamericano de Paulina Luisi y Baltasar Brum, presentó una moción para darles audiencia a las mujeres. Uno de sus principales defensores fue Ricardo J. Alfaro, jefe de la delegación panameña, que había recibido una petición de Clara González.
El acusado rasgo antiimperialista de la conferencia aceleró de manera crítica el apoyo latinoamericano. Las delegaciones de Argentina, México, Guatemala, Panamá, Cuba, El Salvador, Costa Rica, Paraguay y Nicaragua —muchas de las cuales habían defendido políticas antiintervencionistas que sólo consiguieron ser revocadas por la delegación estadounidense— se decidieron a impulsar las iniciativas feministas. Aprovechando la frustración de las ilusiones en los políticos, Stevens ejerció presión sobre ellos para que les concedieran audiencia, lo que reforzó la idea de que apoyar el feminismo sería un desafío al gobierno de Estados Unidos y que la falta de apoyo a los derechos de la mujer era parte del control que ejercía sobre América Latina. El 4 de febrero, el jefe de la delegación argentina, Honorio Pueyrredón, se enfrentó con audacia a Estados Unidos al señalar que toda intervención diplomática o armada, ya fuera temporal o permanente, era un ataque contra la independencia de los países que violaba los derechos igualitarios de las naciones.107 Éste era el tipo de desafío a la autoridad que la delegación estadounidense había temido, por lo que Hughes se apresuró a revocar la propuesta de no injerencia de Pueyrredón. Poco tiempo después, éste secundó de manera individual la audiencia para las mujeres, por lo que se les permitió hablar en la conferencia unos días más tarde.108
En una de sus cartas, Jonathan Mitchell, compañero sentimental de Stevens, aplaudía el éxito de Doris y la animaba a aprovechar al máximo el discurso de ataque contra Estados Unidos por parte de Pueyrredón para que ella también criticara a su país. La instaba a jugar con los múltiples significados de la palabra soberanía y a que subrayara que, aunque Estados Unidos promovía el reconocimiento de las mujeres como iguales, les negaba muchas oportunidades, de la misma manera que hacía con su supuesta acogida a los socios panamericanos y latinoamericanos. Si conseguía exprimir al máximo el negocio de la soberanía, agregaba Mitchell, el carácter de la sesión pondría eufóricos a los latinoamericanos, lo que serían muy buenas noticias.109
Fue así como Stevens, en su discurso del 7 de febrero de 1928, desde el escenario de la suntuosa aula magna de la Universidad de La Habana, proclamó el poderoso vínculo entre las naciones latinoamericanas que se rebelaban contra los mandatos sobre cómo actuar por su propio bien y las mujeres que se rebelaban contra los hombres por el mismo motivo. En ambos casos, agregó, protección significa control, no igualdad. Con los escudos de armas de las 21 repúblicas americanas en la pared detrás de ella y con la ayuda de un diplomático chileno que hacía de traductor, Stevens afirmó que las mujeres ilustradas se habían rebelado contra actos llevados a cabo por su bien. Agregó que ya no querían más leyes escritas por su bien sin su consentimiento, que tenían el derecho de dirigir sus destinos junto con los hombres.110 También hizo una alusión explícita a las calumnias que había lanzado Catt contra las mujeres latinoamericanas e indicó que éstas las resentían y renegaban de cualquier tipo de superioridad y que no creían que los hombres estadounidenses debían ser tiernos protectores de las mujeres latinoamericanas.111
Las otras siete mujeres que se dirigieron al pleno también establecieron lazos entre la igualdad de las mujeres, en lo laboral y jurídico, y la igualdad y la justicia interamericanas.112 Julia Martínez, feminista y médica cubana, se dirigió a una sala atestada con más de 2 mil personas para subrayar la conexión entre los derechos de la mujer y la soberanía de Cuba. Lanzó al público una pregunta: ¿qué significado tenía la soberanía para Cuba si las mujeres no tenían derechos igualitarios?113 Muna Lee de Muñoz Marín, miembro estadounidense del NWP, casada con Luis Muñoz Marín, editor puertorriqueño proveniente de una prominente familia de políticos, comparó de manera explícita la situación de dependencia de las mujeres con la dependencia de Puerto Rico. En su discurso dijo que a las mujeres se les daba todo hecho, menos la soberanía; se las trataba con mucha consideración a excepción de considerarlas como seres responsables. Señaló las similitudes entre la dependencia de las mujeres y la de Puerto Rico, calificándolas como anomalías legales.114 Pilar Jorge de Tella proclamó un feminismo por la justicia en su discurso en representación no sólo del Club Femenino, sino de las mujeres trabajadoras del gremio de despalilladoras, la organización de trabajadoras de mayor envergadura en Cuba, que representaba a unas 1 500 mujeres, muchas de ellas afrodescendientes. El País señaló: “Por primera vez una organización femenina de carácter obrero ha estado representada en un acto de índole sufragista.”115
También era la primera vez que habían participado mujeres en una conferencia intergubernamental para hablar a favor de sus derechos. A pesar de sus apasionados alegatos, sólo un puñado de delegados votó a favor del Tratado de Igualdad de Derechos; sin embargo, la conferencia aprobó el establecimiento de una organización intergubernamental dedicada al estudio y la promoción de los derechos de la mujer, la primera de su tipo.116 Doris Stevens presionó para que se estableciera en La Habana, insistiendo en que la resolución de Soto Hall de 1923 reclamaba un organismo de estas características.117 Esta Comisión Interamericana de Mujeres consistiría en una mujer delegada de cada país del hemisferio occidental y tendría una oficina en la sede de la Unión Panamericana en Washington.
Las feministas tenían la esperanza de que esta comisión uniera a las mujeres de toda América y continuara la lucha