Feminismo para América Latina. Katherine M. Marino

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Название Feminismo para América Latina
Автор произведения Katherine M. Marino
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786079946555



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a toda mujer la autoridad sobre su herencia y los derechos a la custodia de hijos e hijas de matrimonios anteriores—, Ofelia concluyó urgiendo a las participantes del congreso a consolidar sus demandas en una única meta para todo el continente. Exigió:

      una Ley que reconozca a la mujer absolutamente todos los derechos civiles de que el hombre goza, una ley tan sencilla que no tendrá más que estos dos artículos: [considerar] a la mujer capacitada para el ejercicio de todos los derechos civiles que el Código Civil concede al hombre, sin que en absoluto subsista diferencia entre hombre y mujer para el ejercicio de estos derechos; [y modificar] los Códigos Civiles y [la] Ley de Enjuiciamiento Civil.30

      El público aplaudió de manera entusiasta la resolución de Domínguez; su más ferviente partidaria fue su camarada Clara González, sentada junto al podio donde Ofelia daba su discurso. Se habían conocido sólo unos días antes y entablaron una cálida amistad basada en los objetivos intelectuales y políticos que compartían. Las dos mujeres, de edades similares, eran abogadas en una época en que las juristas eran una anomalía.31 Ambas eran socialistas, antiimperialistas y promotoras de un feminismo panamericano, por lo que no tardaron en verse como amigas de confianza y almas gemelas ideológicas. Su relación crecería a lo largo de las décadas siguientes.

      A pesar de que Clara González había concebido promover los derechos políticos internacionales, a la luz de la propuesta de Domínguez decidió ajustarlos para incorporar las demandas de su compañera. Después de la presentación de Ofelia, Clara subió al podio y dio un largo discurso que culminó con un llamado al acuerdo internacional por los derechos políticos y civiles de la mujer. Enmarcó esta medida internacional como el mayor logro en la historia de la lucha de las mujeres latinoamericanas por su autonomía. Se remontó a una larga y distinguida tradición feminista en América, que abarcaba a sor Juana Inés de la Cruz, la monja y poetisa mexicana del siglo XVII, y a Juana Manuela Gorriti, escritora argentina y enfermera de guerra en Perú durante el siglo XIX. Su lista de precursoras no incluía a ninguna feminista de Estados Unidos. Planteó con éxito una nueva historia panhispánica del feminismo que no se basaba en las líderes de Estados Unidos ni de Europa Occidental.32

      González ligó esa demanda por los derechos políticos de la mujer a los recientes llamamientos por la igualdad legal de las naciones de América. Afirmó que había indicios de relaciones panamericanas más liberales y multilaterales, pero que la “emancipación completa de la mujer” era esencial para llevar a la acción estos pregonados ideales de igualdad y justicia internacional.33 Hizo un llamado a “una gestión firme, sostenida, uniforme y amplia tendiente a obtener el goce de los derechos políticos que le corresponden como parte importantísima del agregado social” y por remover de “la legislación de los países americanos todas las incapacidades jurídicas de la mujer”.34 Estos objetivos comunes serían la base de un nuevo y más igualitario panamericanismo. También insistió en una nueva organización interamericana que uniera a las mujeres alrededor de estas metas.

      Mientras que la propuesta por los derechos civiles formulada por Domínguez seguía su camino al congreso, la propuesta de González por los derechos políticos provocó un intenso debate. Delegados y miembros del público se levantaron para discutir en qué medida las mujeres latinoamericanas estaban preparadas para votar. Como había ocurrido durante el debate por el sufragio en Estados Unidos, algunas reformistas argumentaban que el mundo corrupto de los políticos hombres mancillaría la superioridad moral de las mujeres. En la Conferencia de Panamá, muchas personas insistieron en que éstas serían demasiado conservadoras y votarían con la iglesia, un argumento común en muchos países latinoamericanos. Cuando un delegado de Bolivia sugirió que “la mujer era fácilmente sugestionable y que daría su voto a hombres físicamente atractivos”, Domínguez se levantó para replicar que ese argumento era tan razonable como oponerse al sufragio masculino sobre la base de que los hombres vendían sus votos, con frecuencia y de manera abierta, al mejor postor.35

      Al defender su propuesta, tanto Clara como Ofelia pusieron énfasis en que la afirmación de que las mujeres latinoamericanas no estaban preparadas para votar provenía de una falsa noción sobre la inferioridad de América Latina, una idea que contribuía a respaldar el imperialismo de Estados Unidos. Sus argumentos fueron convincentes, sobre todo cuando estas dinámicas cobraron vida en la asamblea durante el enfrentamiento con las estadounidenses. Cuando llegó el momento de votar la propuesta, la delegada de Colombia, Claudina Múnera, pidió que las mujeres estadounidenses allí presentes, incluyendo las de la zona del Canal de Panamá, se abstuvieran de hacerlo, teniendo en cuenta que ellas ya disfrutaban de derechos políticos.36 Sin embargo, cuando Emma Bain Swiggett, representante de la LWV, explicó por qué no votaba, dijo: “No estamos aún convencidas de la preparación de la mujer latinoamericana para el ejercicio de sus derechos”, un comentario que Domínguez calificó de “ominoso”.37 Finalmente se aprobó la resolución de González a favor de una medida internacional por los derechos políticos y civiles y por la igualdad de las mujeres.

      Además de su llamamiento internacional por el sufragio femenino, al día siguiente González presionó a favor de otra propuesta controvertida: el reclamo al Congreso Interamericano de Mujeres para que tomara partido por unas negociaciones justas del Tratado del Canal de Panamá. Si iba a exigir la igualdad de derechos para todas las mujeres hispanoamericanas, ahora también demandaría la igualdad de derechos para los países de América Latina contra el Coloso del Norte. González sabía que la intervención de Estados Unidos en Panamá y en cualquier otro sitio de Centroamérica y el Caribe atentaba contra la soberanía no sólo de las naciones, sino de toda la población de hombres, mujeres, niños y niñas de los territorios ocupados. La soberanía de la mujer, aseguraba, era esencial para la soberanía nacional en América Latina. Ambas representaban las dos caras del mismo problema: la libertad hispanoamericana.38

      González formuló su resolución en un discurso moderado. Celebró el “espíritu altruista con que los pueblos grandes obtienen la cooperación de los pueblos chicos, en la obra de solidaridad humana y de armónica convivencia internacional”, y expresó el deseo de que las negociaciones por el canal demostraran la “fraternidad americana”.39 Domínguez prometió un apoyo entusiasta a la proposición, aun cuando ambas sabían que estas palabras, aunque moderadas, no conseguirían ganar en un congreso lleno de mujeres estadounidenses de la zona del Canal.40 De hecho, más tarde Ofelia recordó que las palabras de Clara tuvieron el efecto de “una brasa ardiendo” capaz de encender un fuego con rapidez. Cualquier propuesta relacionada con el Tratado del Canal, que implicaba un reproche a Estados Unidos, alarmaba a muchas de las delegadas. Neira de Calvo intervino seguidamente con una resolución más general que eliminaba la mención al canal y promovía la “paz universal” y la “fraternidad entre las naciones de América”.41 La feminista cubana Emma López Seña, miembro del Club Femenino y colega de Domínguez, apoyó esta resolución moderada, insistiendo en que el Tratado del Canal de Panamá era un asunto “de carácter local” fuera de la incumbencia del congreso interamericano.42

      Ofelia Domínguez Navarro discrepó rotundamente de la caracterización de su compatriota López Seña e insistió en que el tratado no era sólo una cuestión local. “La suerte de la República de Panamá, esa brecha abierta en las entrañas de este istmo generoso y hospitalario, responde a una necesidad continental, mejor dicho mundial, y todo lo que sobre él se gestione o se haga debe interesar a los pueblos de este Nuevo Mundo.”43 Desde el punto de vista de Domínguez, el Canal de Panamá, nacido del imperialismo de Estados Unidos, era como una úlcera en el intestino delgado del istmo que alteraba todo el sistema digestivo de América. Hizo un recuento histórico de la situación de Cuba como protectorado de Estados Unidos después de la guerra con España y la posterior ocupación militar estadounidense. Como cubana, explicó, luchaba contra el imperialismo de aquel país en cualquier lugar de América Latina. Cuando López Seña se enfrentó con Domínguez, argumentando que Cuba tenía mucho que agradecerle a Estados Unidos al haberla ayudado en la guerra por la independencia, Ofelia negó categóricamente que Cuba estuviera en deuda. Estados Unidos sólo intervino “cuando la fruta ya estaba madura”, precisó Ofelia, quien veía la idea de gratitud por las “agresiones yanquis” como