Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

Читать онлайн.
Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



Скачать книгу

pausa y continuó: el suelo era detectado y ahí se quedaba. Tenía un alcance normalmente de unos 10 tits, pero ahora estaba configurada para sólo uno. Diseño pequeño, proporcional alcance. Cuanto mayor era la magnitud de potencia lumínica, más espacio abarcaba.

      -NAVE. Nave Uno a 20 pársec.

      -Tendréis que ir uno a uno, pues, por su tamaño, sus efectos están calibrados para un sólo cuerpo a la vez.

      ¿Tendréis? ¿Él no les acompañaba? No. Alguien tenía que hacer algo desde allí, y le había tocado la bolita. Que confiase en él y ya estaba. Una vez más había que recapitular el sentido común, claudicar la prudencia y mandar a freír puñetas la acostumbrada normalidad del mundo que no hacía mucho disfrutaba. A este magnífico plan quizá le faltaba más de un hervor, pero...

      Coi abrió la urnita, pero no tocó su contenido.

      -NAVE. Nave Uno a 15 pársec. Detectado emisión masa-energía. Cálculo impacto 13 estados.

      -Papá...

      -Confía tú también en mí, Sarie.

      Coi besó a sus hijos con todo el amor de un padre, y dedicó a Ist un reconfortado apretón de manos. A continuación, sin más dilación, se situó al margen del foco del cono, y señaló:

      -Este plasma es inoperante sin el trazador: ese papelito. En el momento que lo toquéis se cerrará el circuito y os llevará a vuestro destino. Sarie que sea la segunda, para que no se encuentre sola en ese especial momento. Gie, abre camino, como siempre. Cuida de tu hermana como siempre lo has hecho.

      -Más que a mi vida.

      -NAVE. Nave Uno a 10 pársec.

      9... Gie se volvió, hurgó en la cajita y desapareció... 7... Sarie, mirando a su padre con una sonrisa de “volveremos pronto”, extendió hacia atrás el brazo para tocar el papel... 5... Ist. Coi apagó la máquina como quien se va a dormir.

      -Nave, incinera esto.

      Coi dejó caer el papelito al suelo y Nave obedeció. Ese era el motivo; no podría al mismo tiempo hacer el paseo y llevárselo consigo mismo hacia la otra dimensión temporal. Alguien y humano -él bien lo sabía- tenía que quedarse allí y deshacerse del trazador. Un verdoso rayo de energía fue despedido como única ceniza.

      NAVE. Valoración: escudo insuficiente. Impacto en 2… 1...

      Capitulo 4

      ¡¡¡Oooppppsss!!, Gie se tambaleó como un equilibrista cómico del planeta Mits, no porque el suelo se moviera, ni porque nadie le empujara, sino porque se vio de repente inmerso en un escenario total y absolutamente opuesto al de donde provenía y la impresión era pero que muy fuerte. Uno... dos... Naturalmente Gie se olvidó de la paterna advertencia de “hay que moverse, hay que moverse del sitio pronto o si no problemas”, y ¡oooooopppsss-dos!, la confiada Sarie lo desplazó de un contundente culazo a varios tis de distancia; y menos mal que el dimorfismo propio de la especie humana y el particular entre una menudita y un gigantón, amortiguó algo el encontronazo. Su primer impulso, aparte del provocado por el arietazo de posaderas -de las que no estaba mal dotada, no señor- fue tratar de socorrerlo, pero cuando lo vio espatarrado y en actitud de “vete al ñec”, no pudo contener una risa estruendosa. Podía más la escena que el nuevo escenario. Sarie, tampoco obedeció el sano principio de “vete antes de que te den”, y naturalmente 3... 4... recibió su propia medicina en forma de un gran “¡oooopppppss-tres!”.

      Ist placó a Sarie como un jugador de Irw y al mismo tiempo se giraba para aterrizar de espaldas de la mejor forma posible. Sarie quedó tendida sobre su musculado cuerpo, y mirando la narizota de su compañero de viaje. Nariz contra nariz, embarazosamente. Ist se disculpó. Sarie, en un típico e instintivo acto reflejo de femenina autoprotección, se había envuelto en el cuerpo de Ist como si de una manta se tratase, con el aliciente extra de un muy placentero colchón. Gracias a él se había salvado del duro aterrizaje contra el suelo, buenos reflejos. En Nave había un buen gimnasio y Ri era un buen esparring. Ella titubeó con cierta resignación, pues aquella extraña sensación entre sensual y desconcertante, no resultaba en el fondo tan incómoda. La verdad, nada incómoda ¡Nada de nada! Pero, finalmente aflojó su empalagoso abrazo con la sorpresa bien vencida, mas con la curiosidad no satisfecha de saber qué ocurriría si aquel recíproco agarre se hubiese mantenido tan sólo unos pocos estados más. Aflojar no es soltar. “Lo siento, pero es que no te has movido”, fue la justificación de Ist para el tropezón. Y era cierto también. Simple pura cortesía. Todavía no tenían demasiada confianza como para lanzarle un imposible grito de protesta, o una más creíble felicitación por estar tan bien construida y qué suerte había tenido, porque, además estaba eso de que realmente le había encantado notarla toda ella en todo sí mismo. Sarie por su parte reconocía su culpa. Él disculpaba la disculpa. Todo bien, no pasaba nada ¿Qué no? Algo sí. Concretamente, un “pequeño” detalle. Estaba encima de él. Y al parecer, como que muy reconfortados el uno con y del otro. Gie, en cambio, contemplaba la escena con el desagrado propio de un marido celoso, pero se limitó a esperar que la situación se recompusiera por sí sola. Tal vez aquel “¿estás bien?” de su hermana, amenizaba ligeramente el parsimonioso, inacabable -e insufrible- instante, y de paso le daba un muy suave, demasiado suave, cachetazo a las hormonas. Eso esperaba. Muy bien, ya estaba dicho, y él respondía que “fantástico”. Mal. No ayudaba, porque a ojos del receloso de la vista nublada nada se recomponía. Es que parecían estar como que muy a gusto, buf... Eso, eso era lo que precisamente le incomodaba sobremanera al testigo del escándalo. Que pasaran los segundos, y ambos como en la gloria. Así pues –qué remedio, pero no muy a su pesar- se vio obligado a interrumpir “aquello”. Con todo el disimulo que podía. Pero Sarie...

      -¡Podéis aprovechar para hacer un hijo, la postura ya la tenéis, jajajá!

      Es lo que dijo; lo que pensó de forma febril pasaba por la combustión del carbono tras rociar a alguien muy concreto con cualquier sustancia altamente inflamable, más el pertinente empalamiento y lapidación de postre. El cerebro no sabe disimular de puertas a dentro. Cuando había dicho que la protegería, estaba hablando en sentido literal. Hasta le rechinaban los dientes de la falsa sonrisa. Sarie, al fin, advirtió el semblante desencajado del puritano. “Esto... Sí, la verdad es que deberíamos...”. Coño, ya sabía que se estaba bien, pero que era su benditísima hermana, y, bueno, ¡”un poco de pudor”, ¿no?! Hasta ese momento Ist había permanecido hipnotizado por la bella Sarie, pero todo llega, y al fin, despertó ¿Le habían gritado al oído? Pero claro, claro, qué tontería, a ver, que le ayudaba a levantarse; era todo un caballero. Tres, dos, uno, y bienvenidos ambos a una posición más vertical y civilizada. Casi como si un resorte interno se les hubiera disparado al unísono, comprendieron que aquella situación había resultado de lo más –benditamente- ridícula. Pero, cambiando rápidamente de tercio, ahora, incluso, comenzaban a ser conscientes de su entorno. Alarde fino de post trauma erometafísico por parte de los abrumados, que conseguía, por fin, devolver a las neuronas a la puñetera realidad.

      Pues eso, que por suerte allí no hacía frío; de hecho se estaba bastante bien. Demasiada oscuridad para apreciar cómo era el nuevo mundo que tenían ante sí. Algunas extrañas ráfagas aéreas de luz amarillenta dispersas en un púlsar rectilíneo que se perdía al fondo les permitía distinguir la soledad en la que se encontraban. Aquella atmósfera los envolvía como una tenue materia vaporosa que les impedía disfrutar de una vista más completa del conjunto. En la disparidad de tales pensamientos fluía constantemente un sonido profundamente escondido que los acompañaba invisible fundiéndose con lo lejano. El suelo era muy distinto al que estaban acostumbrados. Tanto tiempo pisando aquellos austeros corredores de masa-plasma que revestían por igual cualquier nave que ocuparan, producía en sus cerebros un agravio comparativo de indescriptibles sensaciones. Aquel paisaje irregular alteraba su percepción de la lógica y de lo real. En Ría la uniformidad -de todo- era lo único destacable. Qué armonía, qué igualdad tan maravillosa. Nada desentonaba. Todo igual, si: todo igual ¿Qué abigarrado cuadro era ese?, y sobre todo, ¿qué era aquel revuelto verdinegro que sobresalía por todas partes, entre una superficie irregular, blanda, dura, hinchada y hueca ¿Y aquella especie de