La carta 91. Raul Ramos

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Название La carta 91
Автор произведения Raul Ramos
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412404838



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si quisiera demostrar que no quería alejarse de él nunca. Se besaron en un arrebato de sincero y puro amor.

      Cuando consiguieron separarse, Adam cogió el anillo de compromiso para ponerlo en el dedo de su amada, pero la torpeza y sus manos, aún temblorosas, hicieron que se le resbalara y cayera al suelo para júbilo de los presentes. Lo recogió y lo colocó en el dedo anular de Rachel, estableciendo así un compromiso que esperaba cerrar con el matrimonio cuando tuvieran ocasión. Pero lo más importante, que era expresarle su amor y su deseo de estar con ella toda la vida, ya estaba hecho.

      Los asistentes comenzaron a levantarse para felicitar a Adam, tanto por el compromiso que acababa de adquirir como por la exposición de su trabajo universitario, y fueron retirándose. Más allá de su deber como estudiante, Adam quería salir de allí para celebrar que había convertido a Rachel en su prometida. De hecho, decírselo en un momento tan importante para su carrera académica era una forma de demostrarle que ella estaba por delante de todo, que iba a dejar de medir cada acción suya y que iba a prevalecer siempre el hecho de estar juntos, por encima de cualquier expectativa o situación. Acababa de descubrir que había algo más allá de sus éxitos como médico o de sus planes de futuro. Se dio cuenta de que lo único importante era estar con Rachel y nada más. Sabía que nada podía perjudicarle si ella estaba a su lado, de igual manera que toda posesión o todo lujo no tendría ningún sentido si no era para compartirlo con su amada.

      Tras las despedidas formales, Adam salió del aula agarrado de la mano de su prometida, que era incapaz de soltarle. De hecho, le había agarrado más fuerte cuando los empresarios le habían sugerido a Adam comer con ellos para hablar de negocios. No, aquel día no. Aquel día, Adam era para ella sola. Aunque, en aquel momento, al que no podrían ni querían quitarse de encima era a Logan, que estaba deseando celebrar aquel momento con la feliz pareja. Tras sinceros abrazos y felicitaciones varias por parte de Logan, los tres decidieron tomar algo en la cantina de la universidad para comentar el reciente acontecimiento.

      Ya en el lugar de recreo y con las bebidas servidas, comenzaron a hablar sobre el tema estrella del día.

      —Yo ya se lo sugerí —se adelantó Logan—, le dije que debíais comprometeros. Si es que se ve de lejos que estáis destinados a vivir juntos.

      —Ya, pero no era tan fácil hacerlo… —se excusó Adam.

      —¿No? ¿Y por qué no? —preguntó Rachel curiosa—. ¿Acaso te arrepientes? ¿Todavía no nos hemos casado y ya dudas?

      —¡No! ¡En absoluto! Es que… tenía miedo de no ser capaz de darte la vida que te mereces… Por eso…

      —No seas estúpido, Adam —terció Logan—. Si en la práctica lleváis comprometidos desde que os conocisteis, que es, desde… ¿Desde cuándo os conocéis?

      —Desde que éramos niños —aclaró Rachel—. Desde que yo recuerdo, de hecho. No tengo en mi mente recuerdos en los que él no esté…

      —Pues eso. Lo que yo decía. Siempre habéis estado juntos —continuó el amigo de la pareja—. Esa es la verdadera prueba de vuestro amor. Y siempre lo estaréis, no me cabe duda. No hay nada que pueda separaros. Y yo brindo por ello.

      Adam y Rachel alzaron sus copas, las chocaron con la de Logan. El sonido de un fuerte portazo hizo que los tres giraran la cabeza. Reconocieron a Luke entrando al lugar por su característico sombrero. Los buscó con la mirada y cuando se acercó les pareció que había algo extraño en su rostro, aunque no supieron identificar si era miedo o excitación.

      —Chicos, tengo algo urgente que deciros —expuso Luke al llegar a la mesa en la que se encontraban.

      —Y nosotros —se adelantó Logan—. Rachel y Adam se casan.

      Luke los miró sin mostrar alegría. No sabía si romper aquel maravilloso momento, pero… tenía que contarles lo que había escuchado.

      —Me alegro, chicos. Pero habéis elegido un mal día para decidirlo. —Luke se sentó en la única silla libre que quedaba en torno a la mesa. Suspiró—. Los japoneses han atacado la flota estadounidense de Pearl Harbor. He estado informándome bien, por eso no he venido a clase esta mañana.

      —¿Estás seguro? —preguntó Logan, que nunca se fiaba de las especulaciones del joven.

      —Pronto lo anunciarán los medios de comunicación. Es terrible —calificó Luke, por si no se habían dado cuenta de la gravedad del asunto—. Roosevelt no puede quedarse de brazos cruzados ante este acto tan infame. ¡Nos han atacado a traición! ¡Sin avisar! —El joven golpeó la mesa con su puño—. Se habla de más de dos mil muertos. Tenemos que pedir venganza.

      —Calma, Luke —solicitó Adam mientras apretaba contra sí a Rachel, que comenzaba a asustarse.

      —¡Os lo dije! —exclamó Luke, cada vez más alterado—. No podíamos permanecer sin hacer nada. Decíais que lo que pasaba fuera de Estados Unidos no era cosa nuestra… De acuerdo, pues ya lo es. Ya estamos en guerra. El presidente lo anunciará en breve…

      —¿Y cómo nos afecta eso a nosotros? —preguntó Logan, ahora sí más preocupado.

      —Se nos viene otra gran guerra. —Luke se ajustó de nuevo el sombrero, gesto que hacía cada vez que quería decir algo solemne—. Que Dios reparta suerte.

      Adam y Rachel se abrazaron, como si con aquel gesto generaran un escudo capaz de protegerles de todo el terror externo. Justo el día que habían decidido que estarían unidos para siempre, se daban cuenta de lo separado que estaba el mundo, sin saber todavía que caerían de lleno en la grieta que la humanidad se había empeñado en generar y que les absorbería sin piedad alguna.

      14 de diciembre de 1941

      Adam jugaba a remover los trozos de su filete con el tenedor, los desplazaba por todo el plato sin interés alguno en ingerirlos, y eso a pesar de que sabía que pronto llegaría el racionamiento al que iba a estar sometido un país que dedicaría todo su esfuerzo productivo a construir una flota para defender el Pacífico, disminuyendo el trabajo requerido para la obtención de alimentos. No tenía hambre. La situación saturaba su estómago. Desde que le había dicho a su padre que iba a casarse con Rachel, este le había contestado solo con monosílabos y con nulo entusiasmo.

      Pensó que no podría seguir así mucho tiempo más, que tenía que arreglar las diferencias entre dos miembros que pronto pasarían a ser parte de la misma familia. Se armó de valor, ese que le faltaba cuando se enfrentaba a su progenitor, y se decidió a empezar una necesaria conversación. Temía enfrentarse a él, pero una vez más, el amor que sentía por su prometida le dio fuerzas.

      —Voy a casarme con Rachel —dijo Adam, situado frente a su padre al otro lado de la mesa del comedor, intentando ser lo suficientemente asertivo para demostrar que ese era un hecho innegociable—. Me gustaría que compartiese mi alegría por ello, padre.

      El señor Stein dejó los cubiertos en la mesa. Cogió la servilleta para limpiar su boca.

      —He estado pensando sobre ese asunto —respondió el padre, creando una ligera esperanza en el hijo de que hubiera reflexionado hacia el entendimiento—. Esa chica no te conviene, hijo.

      Adam bufó, en su interior se derrumbaron todas las buenas expectativas que él mismo se había generado. Sus esperanzas se redujeron a la nada.

      —Rachel me hace feliz como nadie en este mundo. Lo que no me conviene es una existencia sin ella a mi lado. Solo pido que me entienda, padre.

      —Es una buena chica, cierto —coincidió el señor Stein. Después, se metió otro pedazo de carne en la boca y se tomó largo tiempo en masticarlo y tragarlo, como si esa tarea fuera más importante que la conversación que estaba teniendo—. Pero es insuficiente para ti.

      —¿Insuficiente? —se quejó Adam, comenzando a alterarse—. La conozco de toda la vida, y eso es demasiado tiempo para saber lo que me aporta y lo que no. Y sí, yo creo que me aporta más que suficiente para ser feliz.

      —Es