La carta 91. Raul Ramos

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Название La carta 91
Автор произведения Raul Ramos
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412404838



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y Rachel se despidieron del grupo y fueron hacia el Delahaye 135M que los llevaría de vuelta a la zona urbana de San Francisco. Aquella belleza de automóvil, propiedad del padre de Adam y que toda persona hubiera deseado conducir, causaba el efecto contrario en el joven. No era más que una presión añadida, una demostración más del éxito de su padre como médico reconocido que él debía reproducir. Si bien la medicina era para él una vocación, a veces se volvía una tortura cuando recordaba que tenía el deber de igualar a su progenitor. Eso le causaba un estrés enorme que le impedía disfrutar de los cómodos asientos de cuero de aquel coche que se había popularizado gracias a las carreras de automóviles.

      —¿Estás bien? —preguntó Rachel desde el asiento de al lado.

      —Sí, tranquila. Es la presión de los estudios, que a veces me supera —mintió Adam.

      Pero no se podía engañar a la chica. No había más que verla. En aquel rostro había una picardía que le hacía sobresalir, que indicaba que era capaz de ver e intuir más allá de la normalidad. Hasta el pañuelo que había en su cabello donde el resto de las mujeres solían colocar un lacito indicaba que era diferente a las demás. Por eso, Adam la amaba y sabía que era irremplazable.

      —¿Por qué te has enfadado cuando Logan iba a decir algo de nosotros? —volvió a atacar Rachel—. ¿Es por algo que has hablado con él? ¿Algo va mal entre tú y yo?

      La chica fue incapaz de separar el miedo y la tristeza inherente en aquellas preguntas.

      —No. ¡No! —manifestó Adam mientras el estirado morro del Delahaye iba devorando metros—. Quiero decir… Ellos siempre admiran nuestra relación, dicen que es perfecta.

      —Somos la pareja que más años lleva de noviazgo —justificó ella, como si quisiera normalizar una situación que no sabía por dónde podría explotar—. ¿Eso es malo? ¿Te has cansado de mí?

      —¡En absoluto! —negó Adam por puro instinto, sin conceder ni una milésima de segundo que permitiera dudar de esa respuesta—. Es solo que… Nada… Da igual. En serio, son los nervios de los exámenes, que me descentran. Pero no te preocupes, todo está bien. Prometo intentar que los estudios no me afecten tanto.

      Eso fue lo que Adam dijo, aunque realmente no tenía nada que ver con lo que quería decirle. Deseaba mostrarle que la amaba, que quería pasar el resto de su vida con ella, pero que no era el momento para el casamiento y eso le frustraba. Era uno de los daños colaterales de haberse enamorado de ella tan pronto, de llevar tantos años prendado de Rachel. Aquel sentimiento había crecido tanto que necesitaba explotar en forma de declaración. No podía esperar más, pero aún tenía que acabar sus estudios y conseguir una economía estable para poder pedirle que se uniera a él en matrimonio. Era su deber como hombre. La vergüenza le impedía mostrarle ese anhelo, no era capaz de expresarse sin un buen amarre de seguridad al que aferrarse. Así funcionaba él. Era incapaz de actuar sin las espaldas cubiertas. No podía decirle que quería compartir toda su vida con ella sin saber si sería capaz de satisfacer todas las necesidades que ella pudiera tener en el futuro. Además, estaba el miedo a perderla. ¿Y si Rachel no estaba segura de comprometerse de por vida? Los pensamientos hacían que Adam apretara el volante cada vez con más fuerza, tenso.

      —Adam… —susurró finalmente Rachel—. Yo te amo. Te amo siempre y de todas las formas posibles. Incluso cuando estás nervioso por los exámenes, te sigo amando con todas mis fuerzas…

      La joven acarició la mejilla del chico que, inmediatamente, sintió unos remordimientos horrorosos por no sentirse capaz de contarle todo lo que pensaba. Entonces, volvieron a su mente las palabras de Logan. Sí, seguramente su amigo tenía razón. Tendría que decirle a Rachel que quería comprometerse con ella, y eso tenía que ser inminente. Y después… Bueno, después ya llegaría el momento de consolidar esa propuesta mediante el matrimonio.

      Sí, tenía que dejar de ser tan inseguro y lanzarse. Y tenía que hacerlo pronto, pues uno nunca sabía en qué momento los acontecimientos podían torcerse de manera incontrolable.

      Esa amarga lección, Adam estaba a punto de aprenderla a base de sufrimiento.

      7 de diciembre de 1941

      Adam se miró al espejo y se sintió extraño vestido con aquel traje de tweed. Aunque era de complexión atlética, las hombreras le daban un aspecto aún más robusto. Abrochó los botones de la chaqueta viendo cómo la pieza de ropa se ajustaba dando un aspecto cónico al torso. El pantalón era de cintura alta y ancho alrededor de los tobillos. Se ajustó el cinturón, complemento que finalmente acabaría con la hegemonía de los tirantes.

      —Estoy orgulloso de ti, hijo —le dijo su padre mientras procedía a hacerle el nudo de la corbata.

      A pesar de que el joven había deseado escuchar esas palabras muchas veces, no sintió efecto alguno al incorporarlas a su cerebro. Era tal la presión a la que había sido sometido que no sintió satisfacción, más bien tuvo la sensación de cumplir con un deber y nada más. Ataviado con aquella vestimenta, sentía que su vocación médica iba desapareciendo, sometida por los deberes a los que estaba siendo sobreexpuesto.

      —Muy bien, Adam —continuó su progenitor—. Para sobresalir hay que destacar antes de lo establecido. Esta exposición es una buena oportunidad para ti. No hay que esperar a terminar los estudios para triunfar, eso solo te convierte en uno más. Hay que mostrar la valía antes que el resto de la gente común.

      Adam asentía, evitando la conversación. Finalmente, su padre palmeó su espalda y le dio las llaves del coche para que pusiera rumbo a la Universidad Médica Cooper. Antes de acudir al centro formativo, pasó a recoger a Rachel, que al subir al vehículo tuvo que tapar su boca con la mano para evitar reírse al ver la vestimenta de Adam. Le hizo especialmente gracia aquel sombrero borsalino importado de Italia.

      —Eh, tú también estás diferente —se defendió el joven señalando el vestido azul cielo que llevaba Rachel, que contrastaba con la camisa y los jeans a los que solía recurrir.

      —Es que es un día especial… Estoy muy orgullosa de ti, Adam.

      Esta vez, las palabras sí resonaron con fuerza en el corazón del joven. Ella había compartido su pasión por la medicina desde el punto de vista de la realización, de la admiración al proceso de sanación y desde un enfoque puro exento de responsabilidades y egoísmos. Estaba recorriendo con él cada uno de los pasos que daba en el difícil camino de convertirse en médico, enfrentando las dificultades y celebrando los pequeños logros, sin exigencia alguna. Lo que esperaba de su padre, lo recibía de ella.

      —¿Estás nervioso? —preguntó la chica, aunque conocía lo suficiente a Adam para saber la respuesta.

      —No te puedes imaginar cuánto. Si este traje no fuera tan grande, verías que me tiembla hasta el último músculo.

      No era para menos. Había redactado un trabajo universitario sobre las enfermedades transmitidas por picaduras de insectos que había llamado la atención de sus profesores. Estos lo habían mostrado a ciertas empresas colaboradoras y una de ellas, la que pretendía incorporar el insecticida DDT desde Suiza, había solicitado que el joven expusiera su informe en una conferencia con el objetivo de mostrar el interés de las futuras generaciones en ese producto para ganar prestigio y, en consecuencia, inversores.

      Una vez llegaron a la universidad, Adam fue guiado a la sala de exposiciones, donde fue presentado a los directivos empresariales que habían reclamado su intervención. Poco a poco, el aula se fue llenando por selectos invitados y, más tarde, se permitió el libre acceso a los estudiantes interesados en aquel tema hasta completar el aforo. Entre los últimos se encontraba Logan, que había conseguido sacar un hueco entre las clases para acudir al tan importante acontecimiento de su amigo. Se sentó al fondo, junto a Rachel.

      —Bienvenidos, bienvenidos… —comenzó a decir el director de la universidad y esperó unos segundos a que se hiciera el silencio—. Vamos a dar comienzo a esta exposición que versará sobre enfermedades transmitidas a través de insectos y su posible solución. Me causa