Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe

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Название Chiribiquete
Автор произведения Carlos Castaño-Uribe
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789585240032



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ya han sido usadas con numerosas capas de coloraciones y acabados pictóricos de color violeta que determinan componentes de elementos en Ti, Cr, K, Mn en el uso pictórico de los murales. Fotografía: Carlos Castaño-Uribe.

      En los murales aparecen elementos lixiviados, como titanio, hierro y cromo, asociados a sílice de la roca. Se piensa que estos óxidos de titanio y hierro (ilmenita, anatasa y hematites) provienen de la lixiviación de las rocas metamórficas propias del Complejo Migmatítico de Mitú, que forma el basamento de la serranía de Chiribiquete. Fotografía: Carlos Castaño-Uribe.

      Muchos de los murales donde se han encontrado este tipo de representaciones en blanco, pertenecen a una técnica tardía (en algunos sitios parece un componente), en que observamos no solo la superposición de representaciones, sino también un estilo de dibujos muy diferentes, intrusivos, entendiendo esto desde una perspectiva de conducta pictórica del mismo grupo de artífices y pensando más en el tema de procedimiento ritual que simplemente por un cambio temporal o cultural. En el Abrigo de Reborde Blanco y en J-Agreste I y II, existen algunas figuras que han sido retocadas con rebordes blancos con un claro interés de connotar ciertas prácticas, por parte de sus artífices, que por lo que hemos podido observar en Chiribiquete y otras partes del continente, fueron realizadas, posiblemente, con fines rituales, reforzando así una idea particular y especial.

      Por otro lado, hemos observado en algunos sitios el negro –o una aproximación a este color–, realizado a partir de un pigmento negruzco –cuya base original es el color rojo violáceo, realmente–, además de que hay algunos, muy pocos sitios, donde se usó el carbón vegetal como lápiz y como insumo básico. En un par de sitios (Abrigo Venado Negro y J-Agreste) se documentaron representaciones iconográficas hechas con pinturas negras a base de pigmentos minerales, que sobresalen por su detallado diseño y trazado fino y donde se aprecia una tonalidad negra violácea. Los sitios con carbón vegetal son muy escasos, quizá debido a que este tipo de trazado pictórico desaparece muy rápidamente debido a las condiciones ambientales y el tiempo. Los sitios observados con carbón son siempre manifestaciones muy recientes.

      Hacer los dibujos fue un oficio especializado. Aparte de tratarse de temas simbólicos y espirituales, estas codificaciones pictóricas en las rocas se hicieron en sitios deliberadamente escogidos por su carácter ritual por hombres especializados en el arte chamánico. Realizar esta actividad requería un amplio conocimiento de la composición y de gran destreza manual. Desde el punto de vista del estilo, esta tradición pictórica exigía conocimiento de las técnicas de dibujo y de percepción. Más aun, conocían el mundo ritual, y la consagración espiritual que se transmitía de siglo en siglo, además de las actividades físicas necesarias para preparar los murales. Era, en resumen, un conocimiento relativo al manejo, uso y cuidado de los murales. La tarea de hacer estos dibujos comunicadores de ideas ceremoniales se realizaba después de haber preparado la superficie que querían decorar, cosa que documentamos en el primer informe publicado de las prospecciones y excavaciones (Castaño-Uribe y Van der Hammen, 1998 y 2006). Muchos murales han sido reutilizados parcial o totalmente en una oportunidad. En algunos casos, pudimos documentar el uso de trozos de murales que se hacían exfoliando intencionalmente las rocas mediante cambios súbitos de temperatura, tal vez usando hogueras cercanas o que se ponían en contacto directo con las paredes. Por este motivo, junto a los murales pintados, no solo se encuentra una buena cantidad de carbón en los suelos sino también una superposición de pinturas en las rocas, en capas sucesivas, asociadas a capas de carbón. Esto es verdaderamente importante, porque la presencia de carbón permite obtener fechas de radiocarbono que asociamos directamente con los dibujos. Esto lo observamos, por ejemplo, en el Abrigo de los Jaguares y en el Abrigo del Arco.

      En el Abrigo Venado Negro se observa el uso de pigmento negro (no carbón), con gran detalle y calidad pictórica, en las tres figuras realizadas con este mismo color, preparado a partir de óxido férrico y mezclado con otro colorante oscuro no identificado aún. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.

      En el Abrigo de Reborde Blanco se empleó la técnica de “contorno abierto”, consistente en repintar la totalidad o parte del contorno de una figura previa –generalmente roja monocroma– con un reborde blanco. Muchas veces el contorno o delineado no cierra el entorno totalmente, dejando, como en este caso, las extremidades o parte del cuerpo de animales y representaciones humanas, con reborde abierto. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.

      También hemos observado huellas de desprendimiento de láminas de roca con pinturas, mediante golpes intencionales, probablemente usando algún tipo de percutor, aprovechando las imperfecciones o hendiduras en las paredes del mural. Esto puede deducirse porque en esas superficies identificamos claramente el sitio del golpe que dejó la huella del bulbo de percusión y las ondas que se forman debido al impacto. Llama la atención que esos fragmentos decorados desprendidos no aparecen en el piso ni en las excavaciones realizadas debajo de estos lugares donde se localizaba originalmente el fragmento removido del mural. ¿Se llevaba el indígena estos fragmentos? ¿Será posible que desprender intencionalmente pedazos pintados de los murales, incluso siglos después de su elaboración, tuviera propósitos chamánicos? Esta potencial ritualidad podría complementarse razonando sobre otro hecho interesante: en varios murales observamos el raspado intencional hecho en algunos dibujos grandes y medianos, como queriendo recolectar el polvillo del pigmento, no sabemos si con motivos mágicos.

      Al considerar el acabado fino y detallado de estos dibujos, inferimos que sus artífices se valieron de pinceles hechos con pelo de animal para conseguir trazos delicados; pero, al mismo tiempo, debieron usar brochas gruesas para pintar los estratos violeta acuoso de las grandes superficies, a los cuales nos hemos venido refiriendo. Es muy posible que también se hayan usado plumas, tanto el raquis como las plumillas, ello se intuye cuando se observan algunos trazos en aumento; y dibujos estampados con los dedos o con otros objetos de forma circular, fabricados tal vez de cera modelada, porque hallamos figuras circulares muy largas y simétricas bastante regulares, como puntos más pequeños que una huella dactilar, que acompañan líneas triples o cuádruples.

      La