Название | Propios y Próximos |
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Автор произведения | Luis Íñigo-Madrigal |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789560013286 |
“Corría el año veinte. O el veintiuno. O el veintidós. Y era la vida. Y era su rudeza. Y eran sus alternativas”, dice la frase final del Capítulo Primero de La sangre y la esperanza20. La distancia que separa el tiempo narrado del tiempo de la narración se manifiesta muy claramente en los casos en que, como el citado (o en otras novelas, como La vida simplemente21) se opta por la narración en primera persona de recuerdos de niñez; pero también está presente en otras muchas obras que, de una u otra manera, optan por el estilo de crónicas, memorias, etc. En todos los casos la materia narrada, con toda su trágica realidad, es cosa ya pasada, irrepetible.
Así, el narrador de La sangre y la esperanza (separado por muchos años de los acontecimientos que narra), puede decir: “Hoy no preciso de imaginación. Me basta evocar. Y he aquí cómo la vida se me entrega entera en la realidad pasada”. Los recuerdos suplen a la imaginación, la (mala) vida está entera en la realidad pasada. Los integrantes de la generación del 38 reniegan, en esa precisa fecha, de un pasado que cubre el lapso de sus propias existencias.
b) …y se precipitó a la vida civil y literaria bajo el torbellino sonoro del Frente Popular.
Surgidos de un pasado que solo quieren que exista como un mal recuerdo, los novelistas del 38 se precipitan a lo que creen el futuro. Precipitarse, en el uso pronominal y figurativo en que se emplea aquí, significa en el español usual “arrojarse inconsideradamente y sin prudencia a ejecutar una cosa”. Es evidente que precipitarse está dictado desde la perspectiva crítica de la fecha en que se escribe (1958) y que en el momento en que los treintaiochistas se arrojaron a aquel proyecto de futuro no creían hacerlo “inconsideradamente y sin prudencia”, pero el verbo es, sin duda, significativo.
La mayoría de los componentes del 38 se precipitó, pues, a la vida civil y literaria. Esto es, por una parte, participó por primera vez en la vida civil (puesto que de la etapa anterior habían sido meros espectadores, que solo se tornarían críticos posteriores); pero también concibieron la vida civil y literaria como un conjunto indivisible, aunque subconscientemente la conjunción introdujera cierta distancia entre ambas.
El proceso se cumplió “bajo el torbellino sonoro del Frente Popular”; el Frente Popular era un proyecto que comprometía a toda la nacionalidad: los jóvenes del 38, recién nacidos a la vida pública, no fueron impulsores de ese proyecto, sino más bien arrastrado por él22.
c) Chile ya no sería más objeto, sino sujeto de la historia.
La proposición encierra el espíritu de la nueva época que comenzaba. Los novelistas del 38 dedicarían sus esfuerzos a representar el período en que Chile, en su fase de ‘crecimiento hacia afuera’, era objeto de la historia y víctima inane de los remezones que la sacudían. La crisis del salitre, la del 29, el largo período en que la oligarquía terrateniente imponía su ley en los campos de la patria y la burguesía criolla era ciega a los perjuicios de una política económica equivocada.
Pero frente al pasado ominoso que se evocaba, el nuevo período de ‘crecimiento hacia adentro’ mostraba sus aún inéditas bondades por simple comparación implícita.
En este sentido, la quizá primera novela del 38, Carnalavaca23 de Andrés Garafulic, es ejemplar en su esquematismo. Se trata de la crónica (así la denomina su autor) de unos riquísimos yacimientos cupríferos en el Norte de Chile. El intento del capital extranjero por apoderarse de ellos a cualquier costo; la lucha de un ingeniero chileno, Pablo Duarte, por impedirlo; los entretelones de la corrompida política de la época (primera década del siglo) que permiten finalmente la expoliación, conforman el grueso de la obra. Su ‘idea’, que queremos resaltar aquí, ostenta un decidido tono antiimperialista, presente ya en la dedicatoria: “A los incapaces e imprudentes que desde hace cincuenta años están empeñados en consumar la esclavitud económica de Chile”.
Desde hace cincuenta años, esto es, desde 1880. Cincuenta años que conocieron el auge y la declinación del salitre; la aparición del nuevo sector de enclave: el cobre; el fracaso del “crecimiento hacia afuera”. Cincuenta años en que, desde la nueva perspectiva, Chile había sido objeto de la historia.
d) Los aprendices de escritores pusimos algo de nuestra alma en esa lucha…
La lucha en que los novelistas del 38 ponen algo de su alma queda descrita en el párrafo precedente. Sin embargo, la situación era absolutamente nueva y estos aprendices de escritores solo sabían acudir, para contribuir a su éxito, a lo que conocían propiamente: a la tradición literaria. De allí que la generación del 38 adopte los elementos más diversos y hasta encontrados de la literatura de su tiempo o anterior (el nacionalismo literario de los criollistas, cuya venerable antigüedad en las letras criollas puede remontarse hasta Andrés Bello; los nuevos modos de representación de la realidad de los superrealistas que los anteceden: Manuel Rojas, etc. las técnicas narrativas de la novela contemporánea europea y norteamericana, etc.) y que de alguna manera erija como sus maestros a escritores nacionales como Carlos Sepúlveda Leyton y Baldomero Lillo; pero de allí también que, dado lo radicalmente nuevo del tiempo que viven, adapte esos elementos. Las tensiones entre asunción y rechazo de la tradición literaria se dan no en el seno de la sociedad, sino en el interior de estos escritores, en su “alma”.
e) …y nos sentimos parte del pueblo.
También el verbo de esta frase es significativo. Sentirse equivale a considerarse, esto es, más allá del voluntarismo que indica, a no ser realmente.
Como escribió Gramsci, refiriéndose a los italianos de su época,
Los intelectuales no salen del pueblo aunque, accidentalmente, algunos de ellos sean de origen popular; no se sienten ligados a él (aparte de la retórica), no lo conocen ni sienten sus necesidades y aspiraciones, sus sentimientos difusos; con relación al pueblo son algo separado, sin fundamento, es decir una casta y no una articulación del pueblo mismo, con funciones orgánicas24,
y aunque al caso de los escritores del 38 esas ideas no pueden aplicarse puntualmente, es posible que en ellos pesase un difuso sentimiento semejante, culpable, que les llevó a intensificar, en su obra, su incondicional adhesión al pueblo25.
f) Nos impulsaba un ansia apasionada y vaga de cambiar la vida nacional…
Ansia apasionada es casi una redundancia: ansias, anhelos, deseos o aficiones vehementes son prácticamente una y la misma cosa. La contradicción entre la intensidad de esos movimientos anímicos y su vaguedad (incrementada por la tensión entre la esperanza de “cambiar la vida nacional” y el temor de que el nuevo intento fuera, otra vez, fallido) encuentra plena expresión en el género novelesco, esa “búsqueda de valores auténticos en un mundo degradado por un héroe degradado”. Si el nuevo héroe novelesco era, regularmente, un héroe colectivo (el pueblo o sectores de él), persistía, sin embargo, el carácter difuso de los valores que perseguía; es más, esos valores auténticos, también en el caso del autor, se manifestaban como un deber ser y no como una realidad plena y efectivamente vivida. Al pueblo se le quería ahora no solo protagonista de la obra, sino de la historia; pero en uno y otro caso su concepción era, en más de un sentido, romántica.
g) …de dar al obrero y al campesino y también al escritor y al artista un sitio de dignidad bajo el sol…
En un artículo famoso publicado en 1925, el peruano José Carlos Mariátegui se refería a las frecuentes quejas de los artistas y escritores contra la sociedad burguesa:
Entre los descontentos del orden capitalista, el pintor, el escultor, el literato, no son los más activos y ostensibles pero sí, íntimamente, los más acérrimos y enconados. El obrero siente explotado su trabajo. El artista siente oprimido su genio, coartada su creación, sofocado su derecho a la gloria y a la felicidad. La injusticia que sufre le parece triple, cuádruple, múltiple. Su protesta es proporcionada a su vanidad generalmente desmesurada, a su orgullo casi siempre exorbitante26.