Tres (Artículo 5 #3). Simmons Kristen

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Название Tres (Artículo 5 #3)
Автор произведения Simmons Kristen
Жанр Языкознание
Серия Artículo 5
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789583063329



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que estaba hablando del ataque. Todavía podía escuchar su llamada para que Chase le disparara a Jesse, pero eso no explicaba el veneno en el tono de su voz. Crucé los brazos sobre el pecho.

      —¿Algo que quieras decir, Jack? —Chase se acercó un paso.

      Los labios de Jack se contrajeron y formaron una delgada línea.

      —Si no estás muy ocupado con tu reunión familiar, tal vez podrías buscar a nuestro hombre.

      Los dedos de Chase golpearon contra su muslo. Estiré la mano hacia su antebrazo, y sentí cómo sus músculos se flexionaron.

      Jack miró al punto donde nos rozábamos y nuevamente a Jesse, quien entrecerró los ojos. Sin decir una palabra, se dirigió hacia el puente. Traté de ignorar la oleada de empatía que sentí hacia él cuando dejó caer los hombros; solo en ese momento lo recordé llamando a su mamá: Sheri algo. No era la primera vez que me preguntaba por qué no se había ido con los otros de Chicago a las bases de la resistencia. Supuse que se había quemado en el colapso del túnel, y tenía temor de volver a las ciudades, pero ahora me di cuenta de que aguardaba a que alguien apareciera aquí en medio de esta zona inhóspita.

      Cuando volví, Chase ya se había arrancado una tira de la manga y la había atado al extremo de una gruesa rama para hacer una antorcha. La sumergió en las llamas, y la rama comenzó a crepitar, y creó un pequeño círculo brillante que podía iluminar nuestro camino.

      —Buena suerte —dijo Jesse sin moverse.

      —Gracias —murmuró Chase.

      Los bosques estaban oscuros, e incluso con la antorcha en alto, las sombras se tragaban la mayor parte de la luz. Seguimos hacia el norte, cortando maleza de lado y lado, cada tanto llamando a voces a Rat. Me quedé cerca de Chase mientras los ecos de nuestras voces se distorsionaban en el bosque, y regresaban a nosotros como si fueran susurros de extraños. Pero cada vez que me le acercaba demasiado, él se alejaba. Pensé en Rebecca, en la forma en que había mirado ese puente tambaleante, la rectitud de su espalda mientras se alejaba hacia lo desconocido, como si nunca se hubiera dado la vuelta. Un escalofrío me sacudió toda la piel.

      —Jack tenía razón —dijo Chase cuando llegamos al arroyo—. Me estaba atragantando.

      Me acerqué al halo de luz, detestando la duda que había visto reflejada en su rostro.

      —Terminó siendo tu tío. Menos mal que no le disparaste. —Intenté sonar convincente, pero mi falta de entusiasmo por Jesse se notaba a leguas.

      —No volverá a suceder —dijo. No estaba segura de a quién estaba tratando de convencer.

      “Entonces ahora eres un hombre” había dicho Jesse.

      Me detuve y tomé a Chase de la parte posterior de su camisa antes de que pudiera alejarse.

      —No te habrás creído toda la perorata que Jesse estaba diciendo, ¿cierto? —Di un paso más cerca—. Quiero decir, sé que es tu tío, pero él realmente no te conoce.

      Chase se metió la mano libre en el bolsillo.

      —Él me conoce mejor de lo que crees.

      —¿Porque él te enseñó a robar? ¿O por qué? —Me tragué el nudo en la garganta—. ¿También le disparó a alguien?

      Chase exhaló entre dientes.

      —Porque él sabe qué es sacar comida de los contenedores de basura —dijo—. Porque él estaba allí cuando las bombas cayeron sobre Chicago y cuando la gente enloqueció y comenzó a saquear, a combatir y a hacer cosas que tú no quisieras saber.

      Forcé mis ojos a permanecer enfocados en los suyos.

      —¿Cómo sabes que yo no sé qué cosas? Nunca hablas del asunto.

      —Me parezco más a él de lo que me parezco a ti —dijo esta vez más rápido—. Yo robaba autos cuando tú estabas en la secundaria, ¿lo sabías? ¿Crees que la OFR fue el primer lugar donde recibí una paliza? ¿O donde alguna vez la di?

      —Entonces eres un tipo grande y malo, ¿eso es lo que me dices? —Las puntas de mis botas chocaron con las suyas cuando invadí su sombra—. No me asustas, Chase, de modo que deja de intentarlo.

      Hizo un sonido de asco y dio un paso atrás, se tambaleó y luego recuperó el equilibrio en el último momento. Estábamos de pie sobre un terraplén, y cuando dejó caer la antorcha, esta se apagó con un siseo en el agua. La siguió con su mirada en la oscuridad.

      —Yo le disparé a Harper —dijo—. Estuvo a punto de venir con nosotros y yo le disparé.

      —Yo estaba allí. —Vi ese agujero en el pecho del soldado, vi la sangre que se acumulaba en el suelo—. Él nunca habría venido.

      —¿Es eso lo que te dices a ti misma? —le preguntó Chase—. ¿Sabes lo que me digo a mí mismo? Que él fue el primero en disparar. Que lo que hice fue en defensa propia.

      Se apretó el pulgar contra la sien como para desalojar el recuerdo.

      —Fue en defensa propia.

      —Yo no te entiendo —dijo de repente tranquilo—. Todos los demás lo entienden. Jesse lo entiende. Mis padres también. Incluso Tucker lo entiende.

      El dolor me atravesó el cuerpo.

      —¿Todos los demás entienden qué?

      —Que así soy yo. —Parecía como si finalmente hubiera descubierto lo que todos habían sabido desde el principio—. Lo arruino todo.

      Me quedé en silencio, conmocionada. El aire que corría entre los dos era lo suficientemente grueso como para cortarlo de un tajo.

      —No lo dices en serio.

      No respondió nada. Yo hubiera preferido que estuviera enojado.

      Levanté las manos para sostener su rostro, para hacer que se encontrara con mis ojos, pero él se apartó. Mis brazos cayeron inertes a los costados.

      —No te tengo miedo —le dije—. No importa lo que digas.

      Me giré, las lágrimas nublaban mi visión. De todos modos, estaba demasiado oscuro sin la antorcha, y no más de tres pasos después resbalé y me deslicé por el terraplén hacia el lecho del río, dando vueltas al llegar abajo.

      El agua fría me aguijoneó la piel ya sensible. Me raspé las rodillas con las rocas, pero aterricé de pecho sobre algo suave. Los dedos se abrieron sobre un material fino y húme­do, y cuando me levanté, mi codo rozó un mechón de pelo.

      Todo el aire del mundo pareció desaparecer.

      —¡Ember!

      Rodé hacia un lado y agarré la mano extendida de Chase. Salté fuera del agua, arañando el barro y las raíces al pie de la orilla alta del arroyo. La bilis ascendió, filosa y rasguñando la garganta.

      —¡Oye! —Chase saltó otra vez en el arroyo y le dio la vuelta al cuerpo que yacía a mi lado. Se agachó, y revisó si encontraba algo de pulso, pero no era así. Yo sabía que no lo encontraría.

      —¿Quién…?

      —Es Rat —Chase se levantó y maldijo—. Debe haberse caído de la orilla. Se golpeó la cabeza.

      Sin luz que le alumbrara en la oscuridad, debió haber tropezado con las raíces de los árboles y luego cayó un metro hasta llegar a la corriente. Ahora su piel estaba hinchada y azul a la luz de las estrellas, y sus ojos estaban opacos, vacíos y sin vida.

      Había muerto solo. Cuando miré a Chase, vi que el miedo volvía a renacer en él. Miró el cadáver. Heladas y oscuras manchas de agua trepaban por las perneras de sus pantalones mientras permanecía hundido hasta los tobillos en la corriente.

      Chase había perdido todo y a todos. Si yo se lo per­mitía, él me apartaría de él, tan solo para no tener que esperar el momento en que