Название | Psicoterapia Integrativa EIS |
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Автор произведения | Roberto Opazo |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789569946646 |
Nuestro punto de vista al respecto, es muy diferente. La "realidad" por difícil de alcanzar que nos resulte, nos obliga a cierta modestia terapéutica; puesto que no se deja modificar simplemente cambiando las palabras. Desgraciadamente, no es solo un asunto de "operaciones de distinción"; no basta con decir que el paciente es flexible, decir que progresará o concluir que progresó: es necesario que todo eso ocurra más allá de las palabras.
Los problemas reales de nuestros pacientes no cambian con facilidad. La realidad de nuestro ya explicitado poco éxito clínico, se nos viene encima, forzándonos hacia la autocrítica y hacia la modestia. Desde nuestra óptica epistemológica, adquieren un especial valor las palabras de Calígula – en la obra de Cibrian Campo – cuando exclamaba ante el Senado romano: "La peor pesadilla es la realidad". También las palabras de un personaje de Almodóvar cuando decía: "La realidad debería estar prohibida". Muchos pacientes lo agradecerían.
Paradójicamente, el territorio de las expectativas positivas es el que han venido recorriendo, por décadas, los psicoterapeutas; por muchos años y con escasos resultados. Desde los comienzos de la psicoterapia, lo primero que quisimos creer fue que los rasgos del self eran plenamente modificables, y que nuestra terapia aportaba mucho. Pero la vapuleada realidad nos abofeteó el rostro, y nos obligó a moderar nuestras celebraciones. De este modo, al "pesimismo" en estos territorios nos han venido llevando los hallazgos clínicos; no nuestros prejuicios o rigideces.
En suma, las posibilidades de cambio de los pacientes no dependerán sustancialmente de nuestras posturas epistemológicas, sino al revés: nuestro conocimiento debe reflejar lo más fidedignamente posible las viables/no viables opciones de cambio de los pacientes. Desde la perspectiva del constructivismo moderado, cada paciente tendrá sus propias características, las cuales será necesario conocer; para estimar tanto las opciones de cambio como los mejores procedimientos para alcanzar esos cambios.
Si las características de los pacientes dependieran fundamentalmente de nuestras palabras, la tarea consistiría en cuidar nuestras palabras; y no tendría sentido alguno evaluar a los pacientes mismos. Cuando los problemas de nuestros pacientes son concebidos como no reales, podemos ampliar nuestras opciones por vía lingüística, y desentendernos incluso de las consecuencias efectivas en los propios pacientes; bastaría con que nos dijeran algo bueno.
Se hace evidente entonces que, el camino constructivista puede ser aportativo cuando es recorrido de cierta manera, pero puede llegar a ser muy peligroso cuando se recorre de otra. Como lo hemos venido señalando, cuando la "realidad" es descalificada radicalmente,pierde su poder fiscalizador; las teorías quedan sin un referente contra el cual ser contrastadas, la fuente de humildad se nos aleja, y el teórico o epistemólogo queda con un territorio libre para postular cualquier cosa. No es de extrañar entonces que estén surgiendo voces, desde diferentes estratos, alertando contra los excesos del constructivismo.
Ya hace algunos años Salvador Minuchin nos advertía al respecto: "Los terapeutas constructivistas argumentan que, en ausencia total de verdades objetivas sobre las cuales anclar nuestros valores y concepciones de la salud mental, la terapia no es más que un intercambio de historias entre cliente y terapeuta. En un mundo donde todas las verdades son relativas, las narrativas del terapeuta no pueden reclamar mayor objetividad o valor científico que aquellas del cliente" (1991, p. 47). En otras palabras, en un mundo sin verdad alguna, cualquier afirmación vale lo mismo.
Los "excesos" del constructivismo son denunciados también por Barbara Held, en su sugerente libroRegreso a la Realidad(Back to Reality, 1995). Luego de abogar en favor de lo que ella llama "realismo modesto", explicita la contradicción entre conocer y no conocer, que he venido enfatizando a través del presente capítulo. Dicha contradicción la considera "inherente para cualquier disciplina que adopte una doctrina antirrealista y luego intente decir algo real o verdadero acerca de cómoesalgún aspecto del mundo" (Held, 1995, pp. 251-252). Más aún, Held concluye en la línea de que todos los enfoques son realistas, sea que lo admitan o no lo admitan: "Espero haber demostrado en este libro, que todos los sistemas de terapia, realistas por admisión o no, al menos procuran decirnos algo real o verdadero acerca de lo que causa cambios, soluciones o alivio de los problemas o del dolor. Puesto que esos planteamientos contienen algún grado de generalidad, deben trascender por definición las particularidades de un cliente/problema/contexto único" (Held, 1995, pp. 252-253).
El escepticismo cognoscitivo seduce mucho y promete mucho; en los hechos, parece aportar poco. E incluso puede perjudicar mucho.
Más allá de los méritos intrínsecos de las diferentes aproximaciones epistemológicas, ciertas formulaciones del relativismo cognoscitivo pueden pasar a aportar un desorden adicional, al ya caótico panorama de la psicoterapia contemporánea. Si a cada uno de los cientos de enfoques existentes, les agregamos una legitimación epistemológica en la línea del "todo es igualmente respetable", los cientos se convertirán muy pronto en miles. Si cualquier enfoque es igualmente válido y valioso – porque en definitiva ninguno accede a realidad alguna – deja de tener sentido la investigación y la búsqueda, porque carece de valor lo que podamos encontrar. En el desordenado panorama de la psicoterapia contemporánea, esto equivale a apagar el incendio psicoterapéutico (léase el desorden que hemos armado los clínicos), con bencina epistemológica (léase el desorden adicional importado desde la epistemología).
Obviamente, no es posible asumir posturas epistemológicas por razones pragmáticas o funcionales, en la línea del "¿qué nos conviene más?". Así, y aunque nos complique, debemos seguir los consejos de Sócrates y de Platón, en el sentido de llevar nuestro argumento hasta el final. Por lo tanto, nuestra opción epistemológica – más bien consistente con Aristóteles, Popper, Einstein, Minuchin, etc. – , es función de los méritos y fundamentos que hemos encontrado al argumentar, luego de revisar las distintas aproximaciones epistemológicas.
Como lo he venido señalando, el escepticismo trae consigo sus daños, pero es una legítima opción. De allí que, para quienes estén optando por cambiar sus convicciones en 180 grados – a veces en contra de lo que la humanidad ha valorado y validado predominantemente a través de toda su historia – , sea importante que fundamenten muy bien ese cambio. Porque, así como no es deseable que una persona mantenga sus creencias por mero tradicionalismo, o por "temor al cambio", tampoco es deseable que una persona cambie, en una dirección rupturista, sobre la base de una excesiva disposición a valorar aquello que rompa con lo convencional.
En suma, la vieja realidad viene siendo cuestionada, e incluso "desprestigiada", desde hace mucho. Agnósticos, sofistas, escépticos, constructivistas, idealistas, etc., han aunado esfuerzos en esta dirección. Y, cada cierto tiempo, estas posturas resurgen; es así como nuevos filósofos y pensadores nos "reinvitan" a no dejarnos engañar, y a desconfiar de los datos de nuestros sentidos.
Sin embargo, y más allá de nuestras evidentes limitaciones perceptivas, "los porfiados hechos" como los llamaba Lenin, terminan por reimponer sus términos; una y otra vez Es así como la humanidad ha vivido, vive y probablemente seguirá viviendo, como si la realidad existiera, como si nuestros sentidos percibieran, y como si fuera buena idea manejarse bien con la realidad que percibimos. Muchos seguirán creyendo que, en los largos plazos, dar la espalda a la realidad no constituye una idea particularmente genial.
Comentarios finales
A riesgo de resultar reiterativo, enfatizaré – una vez más – algunos puntos.
El "solo sé que nada sé", de Sócrates, admite diferentes lecturas. En un comentario epistemológico final, resulta importante sintetizar algunas de ellas.
El primer comentario es obvio: si sé que nada sé, al menos "algo"…sé.Tras lo cual habría que preguntar: ¿cómo sé que nada sé?
Quienes solo saben que nada saben… suelen saber también por qué no saben. Y no saben, porque están epistemológicamente "prisioneros" de su biología, porque "construyen" radicalmente sus realidades, etc. En otras palabras,sabenque no saben nada… y tambiénsabenpor qué no saben nada. ¿Raro?
Y todo terminaría ahí…