El rescate de un rey. Edith Anne Stewart

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Название El rescate de un rey
Автор произведения Edith Anne Stewart
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788417474461



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      —Dinero para el rescate de Ricardo —le aseguró Hereward mirando a su padre con determinación.

      El viejo sajón palideció al escucharlo. No podía cree que su hijo estuviera actuando de aquella manera tan irracional.

      —¿Qué diablos estás diciendo? ¿Has osado secuestrar a la prometida de uno de los hombres más cercanos al príncipe Juan? —preguntó sin creer que así fuera. Pero ver a su hijo asentir sin vacilar provocó en el viejo sajón un ataque de ira que no vaciló en dejar salir—. ¿Eres consciente de lo que acabas de hacer? De Monfort se presentará a las puertas de Torquilstone, con cientos de caballeros, dispuesto a tomarlo si no se la entregas.

      —No lo hará estando su prometida tras sus muros —le aseguró Hereward caminando hacia el generoso fuego que ardía en la chimenea del salón. Por un momento se había olvidado de que él también estaba calado hasta los huesos y que necesitaba entrar en calor.

      —Te crees muy listo pero no lo eres. Con este acto provocarás la ira de Juan y la de los normandos.

      —De Monfort está recaudando dinero y objetos de valor por orden de Juan. O más bien, robando.

      —Sí, lo sé. Aseguran que es para reunir el rescate de su hermano Ricardo —le confesó el viejo sajón sacudiendo la mano en el aire restando importancia a este hecho.

      —¿Y tú lo crees, padre? —Hereward siguió de pie frente al fuego con las manos extendidas pero giró el rostro hacia su progenitor para que este le asegurara que creía al príncipe Juan.

      Eadric sacudió la cabeza.

      —Claro que no. Pero eso no me da derecho a cometer la estupidez de raptar a su prometida.

      —No he ido a raptarla sino que nos encontramos con la comitiva cuando regresábamos a Torquilstone, después de saber que De Monfort estaba saqueando las aldeas sajonas de los alrededores en busca de dinero u objetos valiosos para evitar que puedan contribuir al rescate del rey. ¿No lo ves padre?

      Hereward se apartó del fuego y se acercó a su padre con el ceño fruncido y sus manos cerradas en puños por la rabia que sentía.

      —Ya lo veo y sé que Juan no es tonto aunque lo parezca. Una vez más saquea al pueblo para evitar que este pueda contribuir al rescate de su hermano.

      —Y para justificar estos actos los disfraza de contribución a una buena causa.

      Eadric se sentó en silencio sin mirar a su hijo. Todo aquello era una completa locura. Tras unos segundos volvió a fijar su atención en él.

      —¿Pretendes que De Monfort pague el rescate de su prometida? —Había un toque de burla en la pregunta de Eadric.

      Hereward inspiró hondo antes de responder.

      —No estoy seguro de que vaya a hacerlo.

      —¿Cómo dices? —el viejo sajón apoyó sus manos sobre los reposabrazos y se inclinó hacia delante mirando a su vástago como si estuviera loco.

      —Sabe que estaría contribuyendo con su dinero al del propio Ricardo.

      —¿Entonces, por qué diablos lo has hecho si concebías esa posibilidad?

      Eadric se levantó de su asiento como un resorte para encararse con su hijo, a quien ahora señalaba con el brazo extendido acusándolo de semejante disparate. Su voz había sonado como un trueno. Miraba a Hereward sin terminar de creer que hubiera sido tan inconsciente.

      —La opción se presentó en el camino. Sin más. No pensé en las posibles consecuencias sino en pagarle a De Monfort con la misma moneda, con la que paga él a los sajones.

      —Entonces, ¿se trata de una venganza? —Eadric arqueó una ceja con suspicacia.

      —No es tal, sino más bien demostrarle que los sajones también sabemos defendernos sin emplear la espada. Está recaudando dinero con el pretexto de pagar el rescate de Ricardo, ya te lo he dicho —Hereward parecía alterado en su intento por hacerle ver a su padre cuál era la situación.

      —Juan se lo impedirá; lo del rescate. Le dirá que la repudie en cuanto sepa que está aquí. Que no será una dama de fiar y que es mejor dejarla a un lado. Si esa situación llega a producirse, ¿qué vas a hacer con las dos normandas? —Eadric arqueó una ceja con suspicacia ante el panorama que podía presentársela a su hijo—. Porque si tengo algo claro es que De Monfort no pagará. Obedecerá a Juan para no perder su posición en la corte. Tal vez venga con sus caballeros e intente llevársela por la fuerza. En ese caso, deberemos estar preparados.

      Hereward apretó los labios con gesto de preocupación. Pero no porque Torquilstone pudiera sufrir un asedio, si no por la suerte que pudiera correr lady Aelis y su dama de compañía. ¿Qué haría si De Monfort no pagaba el rescate, como le había sugerido su padre? ¿Lo había llegado a considerar?

      —Sí, en ese caso deberemos estar preparados.

      —¿Dónde se encuentran las dos normandas en este momento?

      —Las dejé al cargo de Rowena para que las instalara, ya lo has visto antes en el patio. No quiero que se lleven una mal imagen de los sajones ni de su hospitalidad —le informó mientras el viejo sajón asentía convencido de que había hecho bien—. Iré a hablar con ella a ver qué tal ha ido.

      Eadric inclinó la cabeza con gesto pensativo. La situación a la que se veía abocado no le hacía ninguna gracia. Alojar en su castillo a dos damas normandas no era de su agrado, y menos si estaban allí contra su voluntad. Esto podría implicar una situación nada deseosa. Pero ya nada podía hacerse. Devolvérselas a De Monfort no tendría tampoco mucho sentido, una vez que Hereward se las había llevado. Harían bien en prepararse para las represalias normandas, las cuales estaba convencido de que no tardarían en producirse.

      —¿Sabemos algo de Jacob y de la comunidad judía?

      Eadric sacudió la cabeza lo cual preocupó a Hereward. Necesitaba recaudar el dinero lo antes posible. Y la comunidad judía era un puntal básico, y más si el rescate de la dama normanda no se producía.

      —Y entre la nobleza sajona apenas si hemos podido reunir unos miles de marcos —le confesó Eadric sin ánimos—. Creo que es una completa locura lo que propones, y además, ahora te complicas la vida con esas mujeres normandas —le dijo sacudiendo la mano en el aire haciendo referencia a estas.

      —No hay vuelta atrás, padre. Conseguiremos que Ricardo vuelva a sentarse en trono de Inglaterra.

      Eadric sonrió con un deje burlón.

      —¿A qué precio? Dime —le exigió Eadric con una sonrisa cargada de ironía—. Tú y tus románticas ideas. Todavía no te has dado cuenta de cómo funciona todo esto. Pero lo harás, no te preocupes.

      Hereward contempló a su padre con semblante serio mientras este se reclinaba en su asiento y volvía a adoptar una pose de preocupación, ajeno a la presencia de su propio hijo. Este se volvió y abandonó el salón sin decir ni una palabra más. Iría en busca de su hermana para saber qué había sido de las dos damas normandas. Las palabras de su padre lo invadieron sin remisión arrojando más intranquilidad a su ánimo. De Monfort no pagaría el rescate de su prometida y ello significaba que la presencia de ella allí en Torquilstone carecería de valor.

      Lady Aelis y lady Loana habían sido conducidas a una amplia e iluminada alcoba con vistas al patio del castillo. En este, la gente se recogía debido a la lluvia que volvía a arreciar con violencia. Aelis permanecía asomada a la ventana. Había dejado su mente en blanco por esos instantes con el firme propósito de que su dolor de cabeza fuera remitiendo. Los últimos acontecimientos vividos habían sido demasiado para ella. Ni por un instante pensó que su llegada a Inglaterra fuera a ser tan… convulsa. Ni quería rememorar el momento en el que el sajón había salido en pos de ella. Ni como al darle alcance la había subido a su propia montura con extrema destreza y facilidad. Como si ella no le representara ningún contratiempo. Y por último sentir su cuerpo durante todo el viaje hasta ese