Название | El rescate de un rey |
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Автор произведения | Edith Anne Stewart |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417474461 |
—No lo sé —Hereward arrojó furioso el hierro candente con el que atizaba el fuego. Después, volvió a centrar su atención en su hermana, tal vez en busca de su respuesta.
—¿Cómo?
—Fue lo primero que se me ocurrió cuando dimos con la comitiva que las conducía al castillo de su prometido. Pensé que con ello lograría dinero para el rescate de Ricardo, y que le daría una lección a Brian de Monfort y al príncipe Juan.
—¿Por qué? ¿Porque se oponen a que Ricardo regrese al trono de Inglaterra? Es por eso, ¿verdad? Y después de hablar con nuestro padre no estás seguro del todo de que su prometido vaya a pagar el rescate —dedujo frunciendo los labios en una mueca de cinismo—. El rescate de un rey. Ella no lo vale y lo sabes.
—¡Claro que lo vale si en verdad su prometido tiene interés en recuperarla! —le espetó él arrojando el hierro con el que removía los leños. Hereward estaba cada vez más ofuscado por lo que estaba sucediendo.
—Pero no estás seguro de que vaya a hacerlo, ¿no es así? Es mucho dinero…
Hereward sacudió la cabeza.
—Apuesto a que el príncipe Juan se lo prohibirá porque es consciente de la finalidad de esa cantidad.
—¿Y tú qué harás con ella llegado el momento? ¿Piensas dejarla libre para que regrese a su hogar?
Hereward mantenía la mirada fija en el suelo. Con los brazos cruzados y el ceño fruncido en una postura de estar pensando en todo aquello. Se limitó a levantar la mirada hacia Rowena con una expresión de desconcierto.
—No creo que quiera regresar a esta. Su padre la desheredaría por haber renunciado a su matrimonio. Por no hablar de la vergüenza que padecería su familia.
—Entonces, si la dejas libre puede que ella sola vaya a las tierras de Brian de Monfort y te quedes sin rescate y sin dama. O cabría una tercera opción que sería retenerla contra su voluntad, aquí en Torquilstone. En cualquier caso todo esto no habrá servido para nada, Hereward.
Este sonrió con desgana pasándose la mano por el pelo.
—Supongo que… tendría que dejarla marchar.
—¿Así, sin más?
—No puedo retenerla contra su voluntad sin recibir nada a cambio.
—No sé qué diablos quieres decir con eso, pero prefiero no pensarlo —le rebatió Rowena cada vez más alterada y sorprendida por el comportamiento de su hermano.
—Puedo proporcionarle una pequeña escolta para conducirla dónde ella desee. ¿Qué quieres que haga si Brian de Monfort no paga su rescate? —Hereward miró a su hermana sin comprender hasta dónde quería ir a parar.
—Eso debiste pensarlo cuando decidiste traerla aquí, ¿no crees? Ahora ya no tiene arreglo. Esperemos por tu bien que logres el dinero por otros medios y que las damas normandas no se vean implicadas en todo esto.
—Ya es tarde como bien dices.
Rowena entrecerró los ojos lanzando una mirada de recelo a su hermano.
—¿Qué te ha dicho nuestro padre?
—¿De verdad quieres saberlo? —Había un toque burlón en la pregunta de Hereward. Cogió una jarra de vino y vertió una generosa cantidad en una copa. Luego, le ofreció a Rowena, quien lo rechazó.
—Supongo que no le ha hecho ninguna gracia.
—Cree que con mi acción he puesto en peligro Torquilstone —le dijo antes de llevarse la copa a los labios y beber un trago largo que lo tranquilizara.
—¿Teme una represalia del príncipe? —Rowena arqueó una ceja con suspicacia mientras temía que ello se produjera por la locura cometida por su hermano.
—Supongo. Pero si después de todo Brian de Monfort no viene por ella…
—En ese caso tienes razón, pero ten en cuenta que Juan no es tonto. Sospechará que lo has hecho para recaudar dinero para el rescate de su hermano. Yo no me preocuparía en demasía porque Brian de Monfort no reclame a su prometida.
Hereward sonrió.
—Sabes que valdrías para consejera real —le aseguró señalándola con un dedo.
—Ya, pero mi condición de mujer no me lo permitiría —le soltó irónica.
—Deberías ser tú quien dirigiera Torquilstone cuando nuestro padre falleciera.
Rowena sonrió divertida por esa apreciación. Sabía que su hermano hablaba en serio. No le hacía mucha gracia ser el señor del castillo. No cuando él prefería alistarse en cualquier ejército de Europa y pelear. Por ese motivo siguió a Ricardo a Tierra Santa. Su hermano no valía para ser el señor del castillo, sino el señor de la guerra.
—En fin, pasaré a ver si tus huéspedes necesitan algo.
—Si quieres puedo encargarme yo.
—Oh no. Tranquilo. Bébete otra copa de vino antes de irte a dormir. Te vendrá bien.
—De verdad que…
—Ya he visto bastante por hoy —Rowena sonrió antes de volverse dejando a su hermano a solas junto al fuego del salón. ¿Qué había querido decir? ¿Qué había visto?
Hereward apuró la copa y en vez de quedarse sentado junto al fuego abandonó el salón y decidió darse una vuelta por las almenas de Torquilstone. Algunos hombres permanecían de guardia junto a las antorchas y los braseros para calentarse. Pese a que la rivalidad entre sajones y normandos parecía ir remitiendo, los últimos acontecimientos en torno al rey Ricardo y a su hermano Juan, habían vuelto a poner de manifiesto dicha rivalidad. Por eso, en Torquilstone los hombres montaban guardia día y noche por lo que pudiera suceder.
Caminaba envuelto en su capa intentando despejar su mente de pensamientos que le llevaran a error. La verdad era que tanto su padre como su hermana tenían razón cuando le habían preguntado lo que pensaba hacer con las damas, si Brian de Monfort se negaba a pagar el rescate. No había pensado en esa posibilidad porque desde el primer momento se había dejado llevar por su celo en favor de su rey. Pretendía libertar a Ricardo de Inglaterra a toda costa, sin importarle las consecuencias de sus actos. Pero ahora, apoyado sobre la almena y contemplando el cielo oscuro se preguntaba si había hecho lo correcto.
Athelstane vio a su amigo y señor Hereward solo en la almena y decidió acercarse a él. Había hecho la ronda para comprobar que todos los hombres estuvieran en sus puestos, y le había llamado la atención verlo a él.
—Hace una noche fría.
—Como las últimas semanas.
—¿Qué haces aquí arriba tú solo? Pensaba que te habrías retirado junto a compañía femenina —le dijo sonriendo de manera cínica, dándole un codazo en el costado.
—No. No tengo la cabeza para más cuestiones de mujeres —le aseguró sacudiendo esta.
—¿Es por todo este lío de las damas normandas por lo que estás así? —le preguntó mientras Hereward volvía su atención hacia su amigo sin saber qué quería decir—. No se habla de otra cosa en Torquilstone desde que llegaste. Los rumores y los cuchicheos circulan por cada rincón. Supongo que le estás dando vueltas ¿no? ¿Crees que Brian de Monfort tardará mucho en venir a por ellas?
Hereward se encogió de hombros.
—Depende de lo de este la eche de menos, ya me entiendes. Confío en que aparezca pronto. De ese modo todo será más rápido. Cuando lo vea, fijaré un precio por ellas y espero que el normando lo acepte