La democracia en Chile. Joaquín Fermandois

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Название La democracia en Chile
Автор произведения Joaquín Fermandois
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789561427280



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lo mismo. Su fuente no estaba en ellos mismos, sino en la adquisición de un lenguaje político que tenía profundas raíces en la modernidad europea y que en algunos aspectos afincaba en una experiencia milenaria. Por cierto, quería expresar lo que se suponía, y muchas veces era, una especie de conciencia espontánea de los sectores que se encuentran en la base de la pirámide social, aunque tiende a comenzar en aquellos que tienen algún roce, o son tocados directamente por las innovaciones económicas y tecnológicas producidas en los tiempos modernos.

      Existe una amplia corriente de diversos grupos anarquistas que van a imprimir el principal lenguaje político en este sentido hasta los años de la Primera Guerra Mundial.333 Como buenos anarquistas, su poder estaba bastante fragmentado, aunque imponían su presencia visual en el Chile en ese entonces comunicado. Hubo una representación de la Industrial Workers of the World (IWW). Ocuparon un lugar preeminente algunos inmigrantes españoles e italianos, a veces arribados vía Argentina, donde en el mismo tiempo constituyeron una fuerza de significación. España e Italia, junto con Rusia, fueron los países donde el anarquismo tuvo una presencia política más destacada en todos estos tiempos. Tenían prensa e influencia en los medios intelectuales y culturales.334 Lo que con algo de exageración podríamos llamar el naciente movimiento estudiantil —que tuvo un papel destacado en los hechos de 1920— fue otra caja de resonancia de este sentimiento.335 Con todo, no hay que menospreciar el papel de muchos obreros instruidos en la diseminación de este ideario, que también coincide con otras tendencias paralelas en América del Norte.

      Con diferencias bastante imperceptibles con estos, emergía también en diversos cuerpos una tendencia socialista que orillaba sentimientos revolucionarios. Mientras el anarquismo fue barrido tanto por el poderoso influjo de la Revolución Rusa como —lo que es casi lo mismo— por la aparición del comunismo, todo ello aunado a la persecución más activa en la época de Carlos Ibáñez, el socialismo tendría larga vida en la historia de Chile. Casi desde un primer momento, al igual que en muchas partes del mundo, está afectado por la tradicional pregunta de todos los movimientos antisistema, ¿reforma o revolución? Hasta la crisis nacional de 1972-73 el dilema tras esta pregunta recorrería el alma del socialismo e incluso la de Salvador Allende; y tocó a las fuerzas de centro, que debieran haber estado más propiamente en el lado de la afirmación reformista.

      Hubo una pluralidad de estos movimientos, aunque los ojos tienden a fijarse en la fundación del Partido Obrero Socialista en 1912, base sobre la cual se fundó el Partido Comunista de Chile en 1922.336 De esta forma, en el lenguaje político del siglo XX muchos verían a todos estos movimientos como precursores del comunismo, como vanguardia de la vanguardia. En parte, esto se debe a que en efecto están unidos por una historia singular, la de un líder que uniría las dos sensibilidades. Fue el papel relevante de Luis Emilio Recabarren (1876-1924), que unió el activismo sindical con la agitación política y fue el que quedaría en la memoria como el principal líder de una tendencia que, empleando métodos legales, poseía un ardor revolucionario y una meta revolucionaria, en la típica actitud antisistema.

      En efecto, este último concepto no implica una actitud revolucionaria de hecho, es decir, provocar un cambio político más allá de la legalidad vigente, aunque no se aplicare la violencia. Emplea la legalidad del sistema como táctica, ya que se le ve como una especie de gran patraña de las clases dominantes, pero a las que no se puede ignorar. La meta en cambio, implica sepultarla, en general por métodos revolucionarios en pos de un orden radicalmente distinto. Hasta 1914, era una táctica empleada con reiteración, aunque de manera intermitente por Lenin, Trotzky y Stalin, teniendo en cuenta que se movían en un contexto en principio no democrático, y no pocas veces los jueces les aplicaban una interpretación benigna del derecho. Esta izquierda desarrollaba su estrategia antisistema manteniendo una visión del orden político y social como algo que no tenía legitimidad fundamental, aunque empleaba los medios y el espacio legal que desde hacía bastantes décadas ofrecía el desarrollo chileno.

      Su espacio favorito fue el movimiento obrero y la experiencia de las demandas sindicales y gremiales, y el instrumento de la huelga.337 Esta última era una experiencia más o menos reciente en el país y por eso autoridades y los sectores que podemos considerar parte del sistema o establishment en un sentido bastante amplio, tendían a mirarlo como un procedimiento prerrevolucionario, cuando no claramente insurgente. Esto último parece haber sido la percepción predominante de la que partió la matanza de Santa María de Iquique en 1907.

      En sí misma, la huelga puede ser mirada como parte de una negociación, o como un intento de paralizar a la sociedad y con esto poner en jaque a instituciones y leyes. En las experiencias del moderno autoritarismo y de los sistemas totalitarios, la huelga ha tendido a ser prohibida; en el último caso, de manera absoluta. La democracia moderna encontró una solución intermedia en clasificarlas de legales e ilegales, porque estas últimas no reciben un castigo jurídico, solo una desprotección material. ¿Generosidad, tolerancia irresponsable o concesión a un recurso legítimo, aunque límite? Como se ha dicho, habría que considerar a la huelga como parte de un proceso que tiene algo de lúdico y que es la traducción en el plano económico y social de lo que es la misma democracia, una sublimación del conflicto en una discusión o disputa regulada; el combate entre dos partes se transmuta en un juego de posiciones, en cuyo desenlace ninguna de ellas experimenta una derrota absoluta, solo un reacomodo. Al menos este es el comportamiento ideal que, dependiendo de las circunstancias, muchas veces ha coincidido con un desarrollo práctico y efectivo, nada incoherente por ejemplo con el desarrollo económico. También ha sido una de las caras del empantanamiento y de los momentos prerrevolucionarios, a los cuales solo si les sucede un Estado de derecho en correspondencia con la democracia moderna, puede darse un escenario de la huelga como posibilidad legal y legítima.

      En una democracia limitada, como lo era la chilena —repetimos que en relación con las democracias anglosajonas y al caso francés, como tipos—, la presencia de la huelga constituía una situación ambigua. Estaba acompañada hasta la década de 1930 por un rasgo que casi podríamos llamar técnico, cual es que las fuerzas de orden no tuvieran mucha alternativa entre el uso de la presencia física y un garrote en el sentido literal —en Chile, la luma—, y el empleo de armas de fuego que podía conducir a desenlaces como el de Santa María y otros. Predominaba en todo caso una escasa integración entre el mundo de los movimientos sociales y las prácticas políticas y legales cotidianas, y quizás en parte no había mucha mala conciencia por estos regueros de sangre.

      Es quizás el momento de efectuar una digresión. Es común hablar de este período como la época de la “oligarquía” que aquí también se ha adoptado por razones prácticas. El nombre es, con todo, engañoso. Sugiere algo que en la sociedad humana pasa constantemente, solo que hay períodos más acentuados que otros: el que una clase dirigente o a veces una clase revolucionaria se transforma en establishment de manera incesante. Es casi un fenómeno inherente a la vida social. Ello llega hasta el punto en que es desafiado. La clase dirigente, en parte clase alta, en parte elite, en parte alta burguesía, y alguna en parte al menos con aprestos aristocráticos —ninguna de estas calificaciones es suficiente por sí misma—, está acompañada ciertamente por otros grupos sociales. Al menos desde la existencia de la sociedad compleja, es posible que toda sociedad humana pueda encontrarse dividida en tres sectores sociales, o al menos es la forma más práctica para entenderla.338

      Se ha dicho que en 1920 con Arturo Alessandri llega la clase media al poder. Se ha dicho que también esto fue una máscara y que la oligarquía siguió gobernando. Esto último es parte de la guerrilla política. Siempre existió algo así como una clase media, en toda sociedad compleja (civilizada), y a partir de estos años esta clase aparece premunida de conciencia y afán de autoafirmación. En lo de autoconciencia le siguen los pasos, casi al mismo tiempo, los sectores de la base de la pirámide, que luego en general querrían tener su metro en la misma clase media. Es la meta de la convergencia propia a la modernidad y uno de los grandes temas también de la historia social de Chile.

      Sociedad y política, hacia la redefinición

      Existe el problema también de cómo definir la relación entre los nuevos actores sociales surgidos en la segunda mitad del XIX y las instituciones políticas, porque no es lo mismo la aparición de estos nuevos sectores, de agrupaciones organizadas como sindicatos y de ciertas