El patriarcado no existe más. Roxana Kreimer

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Название El patriarcado no existe más
Автор произведения Roxana Kreimer
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789505567867



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es que ellos tienen más fuerza física y en promedio asesinan más. Negar importancia a la violencia que padecen los varones aduciendo que los mató otro varón sería como negar importancia a la muerte de una persona que vive en una villa de emergencia porque lo mató otro “villero”, o negar la importancia de la muerte de un negro en el Bronx porque lo mató otro negro. Compararemos datos relativos a la violencia que padecen hombres y mujeres, cuestionaremos la metodología utilizada para confeccionar el informe sobre violencia de género del colectivo #NiUnaMenos, así como la del Fundamental Rights Report 2017, la primera en su tipo que relevó la violencia en contra de las mujeres en 28 estados de la Unión Europea en el período 2010-2012.

      El caso de Alfredo Turcumán, el sanjuanino asesinado al que previamente la policía no le tomó la denuncia por violencia doméstica en contra de su mujer, llamándolo “maricón”, puede ser una bisagra para plantear los múltiples conflictos en los que los hombres son discriminados. Es indudable que la violencia doméstica afecta a más mujeres, pero quiebra el principio de igualdad ante la ley que en nuestro país no existan programas o instituciones para los hombres en idéntica situación, y que se burlen de los que realizan una denuncia policial, obstaculizando las acciones preventivas. En Estados Unidos hay 2000 hogares para mujeres que padecieron violencia doméstica, y pocos años atrás inauguraron en Arkansas uno al que pueden acudir hombres. En 1971, la escritora Erin Pizzey abrió en Londres el primero destinado a las mujeres, y en años recientes decidió consagrarse a albergar sólo varones, advirtiendo que no tenían un lugar al que acudir.

      Afortunadamente, la violencia sexual y el acoso contra las mujeres tienen hoy una visibilidad de la que carecían en el pasado. Pero a medida que el tema está más presente en la opinión pública, es necesario clarificar qué entendemos por violencia, acoso y “violencia sexual”, y entablar una discusión sobre la forma en que la sociedad debe enfrentarlos. En el capítulo VII también nos ocuparemos de ese tema.

      De la mano con la evaluación del fenómeno de la violencia debemos considerar si hombres y mujeres son iguales ante la ley. Uno de los argumentos más frecuentes para apoyar la hipótesis de que vivimos en un patriarcado es el que sostiene que nuestro sistema judicial es “patriarcal” y defiende a los varones. Nos preguntaremos si es cierto que nuestra justicia es patriarcal, tal como proclama el feminismo hegemónico. Cuestionaremos la ley de femicidio y el proyecto que acarician algunas abogadas feministas para que en casos de violencia “de género” se anule la garantía constitucional de la presunción de inocencia, invirtiendo la carga de la prueba de modo que todos los varones denunciados por violencia sean considerados culpables hasta que demuestren que son inocentes.

      Muchos juristas sostienen que en la práctica esto ya comenzó a ocurrir cuando en las denuncias por delitos sexuales la sentencia está basada sólo en el testimonio de la denunciante. Suele fundamentarse esta iniciativa en el –supuestamente– escaso número de denuncias falsas. A este tema está dedicado el capítulo VIII. Analizaremos si en efecto las denuncias falsas son tan pocas como presumen quienes militan en favor de la campaña “Yo te creo, hermana”. En España, que para muchos es un modelo que Argentina debería seguir en lo que a políticas de género respecta, meramente por ser denunciado por su pareja o expareja, un hombre puede pasar el fin de semana en prisión, ser alejado del hogar, imposibilitado de ver a sus hijos por muchísimo tiempo, mientras que la mujer obtiene toda suerte de subsidios, prioridad de inscripción para sus hijos en la escuela, ayuda con el alquiler, etc. Todas estas medidas podrían ser útiles cuando se trata de denuncias auténticas, y una carnada muy tentadora para las mujeres que sólo “se acuerdan” de denunciar a sus exmaridos por abusar sexualmente de sus hijos cuando se acaban de divorciar. En situaciones como, ésta los niños se convierten en rehenes de un progenitor, y se les niega el vínculo con el otro –por lo general el padre– y su familia.

      Otro de los temas que está presente en buena parte de la agenda del feminismo hegemónico es el de las personas transgénero y transexuales. El capítulo IX está consagrado a examinarlo. Discutiré aquí tanto con las perspectivas anticientíficas del feminismo hegemónico como con las de los conservadores, y desmontaré algunos mitos sobre las personas transgénero, diferenciando de la manera más rigurosa que sea posible “sexo” de “género”, y subrayando sus aspectos comunes. También discutiré con feministas constructivistas como Diana Maffía y con las TERF (feministas transexcluyentes), expondré la teoría de los “diales” que postula el psicólogo David Schmitt, la más adecuada para pensar la sexualidad humana, y analizaré algunos conflictos sociales y políticos que afectan a esta problemática.

      En el capítulo X, dedicado a la homosexualidad, debatiré por un lado con las feministas que niegan o ignoran el rol de la biología en la orientación sexual, y por el otro con los grupos conservadores como el que representa Nicolás Márquez, que por un lado actualizan sus prejuicios contra la homosexualidad y por el otro lado postulan con argumentos cuestionables que la homofobia no existe. Aquí también ofreceré una visión científicamente informada sobre la homosexualidad: su presencia en animales y las principales hipótesis científicas que la explican.

      El capítulo XI está destinado a los problemas específicos que padecen los varones en la sociedad contemporánea y a algunos de los que han padecido en el pasado. Comenzaremos analizando un estudio realizado en 134 países en el que se observó que los hombres tenían más desventajas que las mujeres en 91 países, mientras que las mujeres tenían más desventajas que los hombres en 43. Veremos también que los hombres han desarrollado y desarrollan las tareas más peligrosas, son quienes protagonizan 73 % de los accidentes de trabajo (Superintendencia de Riesgos del Trabajo, 2018) y quienes más abandonan la escuela y la educación formal en todos sus niveles (en Argentina 68,3 % de las mujeres y 53,5 % de los varones que comienzan el colegio lo terminan, Observatorio Argentino por la Educación, 2011-2016, en Fernández, 2028; la tendencia es mundial, tal como reflejan los libros de Christina Hoff Sommers [2001] y Susan Pinker [2009]) . También son quienes construyen las casas en las que vivimos, quienes ofrecieron su vida en la guerra para liberarnos del nazismo, quienes bajan a las minas y se cuelgan de una soga para arreglar cables en lo alto. Mueren en promedio siete años antes pero en Argentina y en muchos otros países se jubilan después, son los que padecen el mayor número de asesinatos y suicidios, los que más viven en la calle y –como veremos–, los que más son víctimas de denuncias falsas, los que con más frecuencia sufren el secuestro parental de sus hijos y los que en general pierden los juicios de tenencia, además de ser perjudicados en diversos dominios por el quebrantamiento del principio constitucional de igualdad ante la ley.

      En el capítulo XII, evaluaremos la evidencia sobre estereotipos presente en la literatura científica, ya que, como decíamos, la percepción que se tiene sobre una persona o grupo de personas –eso es un estereotipo– puede ser la causa de que se reproduzcan esos rasgos pero también puede ser la consecuencia de la reiteración de determinados patrones de conducta. Examinaré y cuestionaré la idea de que el cuerpo femenino está “cosificado”, ligada a la de los estereotipos y a la supuesta existencia del patriarcado.

      En el capítulo XIII, someteré a crítica el concepto de “epistemología feminista” y los presupuestos filosóficos irracionalistas de los “estudios de género”. Una investigación sueca de Therese Söderlund (2015) mostró que los estudios de género son los mejor financiados, pero también los más sesgados y menos objetivos de todas las disciplinas dentro de las humanidades. Las autoras se citan entre ellas e ignoran o distorsionan los avances científicos porque no los juzgan acordes a su modelo ideal de mujer. Pero ningún movimiento se enriquece sin un diálogo con otras disciplinas y sin abrirse a nuevas ideas. En el mismo capítulo cuestionaré a otra corriente irracionalista del feminismo: el “ecofeminismo”, según el cual las mujeres han sido “explotadas” del mismo modo en que el ser humano explotó a la naturaleza. En el último apartado de este capítulo veremos algunos ejemplos de “estadísticas zombi” del feminismo, datos que se repiten como ciertos, sin que sea posible identificar un estudio riguroso que los valide, como cuando sostienen sin evidencia que en el mundo el 70 % de los pobres son mujeres.

      El capítulo XIX está dedicado a examinar los temas que, a mi modo de ver, quedan pendientes en una agenda feminista que busque una verdadera igualdad de género, y no sólo ventajas para