Название | El patriarcado no existe más |
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Автор произведения | Roxana Kreimer |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789505567867 |
Gracias a este mecanismo adaptativo de las hembras es que estamos vivos. Las que no eran tan cuidadosas seleccionando hombres dejaron menos descendencia porque sus hijos tenían más posibilidad de morir por falta de alimento o de protección. ¿Pero por qué quien parece más deseoso de convencer al otro sexo para aparearse es el macho? ¿Por qué no es la hembra la que ofrece comida? Como hemos visto, la teoría de la selección sexual de Darwin primero y la de la inversión parental de Trivers más tarde brindaron una explicación consistente para estos fenómenos que presentan un aire de familia entre sí: el sexo que invierte menos tiempo y energía en la crianza es más competitivo con los de su mismo sexo y busca de formas directas e indirectas aumentar su éxito reproductivo.
¿Pudo el patriarcado haber surgido porque las mujeres prefirieron hombres con recursos?
El psicólogo evolucionista David Buss sugirió que el patriarcado nació de la preferencia que en todo el mundo las mujeres tienen por los hombres que poseen recursos y por los que desarrollan estrategias competitivas. Desde esta perspectiva, las mujeres no son sujetos pasivos en la creación de poder y riqueza. En líneas generales, los hombres que fallaron al adquirir recursos y estatus fueron más proclives a fallar en la atracción de sus parejas (Buss y Duntley, 1999). Los varones modernos heredaron de sus ancestros mecanismos psicológicos que no sólo priorizan la adquisición de recursos, sino también el hábito de asumir riesgos para lograrlos. Este esquema se mantiene, señala Buss, ya que las mujeres que ganan más que sus maridos tienen el doble de posibilidades de divorciarse que las que están en pareja con los que ganan más. En el artículo, Buss y Duntley discuten con Anne Campbell, otra psicóloga evolucionista, que señala que de alguna manera los varones usurparon el control a las mujeres, ya que en todas las culturas el dominio de las relaciones económicas y los puestos de poder estuvieron mayoritariamente ocupados por varones.
Buss y Duntley presentan dos objeciones: (1) señalan que esto contradice la propia teoría de Campbell, que postula que las mujeres también desarrollaron estrategias agresivas y competitivas, y (2) ignora el rol activo que ejercieron las mujeres en el control masculino de los recursos.
“Si quieren librarse de lo que denominan patriarcado, las mujeres deben empezar por elegir hombres que no tengan estatus ni recursos”, dice la antropóloga evolucionista Belinda Brown, del University College de Londres. Muchas mujeres aspiran a pocos hombres, se exacerba la competencia por pocos cargos, recursos y hombres, y se multiplica la insatisfacción.
En su libro Is There Anything Good About Men? How Cultures Flourish by Exploiting Men (“¿Acaso hay algo bueno que se pueda decir sobre los hombres? Cómo las culturas florecen explotando a los hombres”, el psicólogo Roy Baumeister escribe que los hombres no compitieron con las mujeres, sino con grupos de hombres de otras tribus. Con los de su propia comunidad compitieron por las mujeres, primero con la fuerza física, y luego creando sistemas, productos e ideas que generaron progreso. En contraste, continúa, la esfera de las mujeres no generó progreso, permaneció bastante igual a lo largo de los siglos, con amor, cuidado, quehaceres domésticos, intimidad. No es que no haya habido mujeres destacadas en la ciencia y en el arte, y no es que ellas estén menos capacitadas para estas actividades. Baumeister señala que el dominio específicamente femenino no ha residido en competir con otros para lograr mejores sistemas, productos o ideas, lo que con frecuencia genera mayor estatus, recursos y acceso a más mujeres en el caso de los hombres.
A poco de vincular a las mujeres con estereotipos, la temperatura emocional de algún lector o de alguna lectora tal vez se eleve. Convendría que esto no ocurra, por un lado porque cualquiera sea la verdad, no es sexista. No pertenece al orden del deber ser. Por el otro, porque los estereotipos femeninos no son necesariamente negativos y porque lo que Baumeister quiere decir es que sin estar menos capacitadas para hacerlo, ellas no han competido en la esfera de las producciones culturales y políticas porque han respondido a presiones evolutivas distintas. Han sido el sexo un poco más selectivo y esto hizo que los hombres debieran competir por acceder a ellas. Esto tampoco marca un destino futuro para la mujer, pero permite saber que la idea de una confabulación de hombres para competir y perjudicar a la mujer es cuestionable, y que quienes mayormente han competido y compiten son los varones.
Las estrategias de supervivencia de hombres y mujeres dejaron huellas en el cerebro
Los padres de una niña de Ottawa presentaron una demanda ante el Tribunal de Derechos Humanos porque en la escuela a su hija le enseñaron que la categoría hombre/mujer no era real. La niña volvió pidiendo ir al médico para ver por qué ella no era “una niña real” (Ottawa Sun, 2019). Es una de las numerosas muestras de las aplicaciones prácticas que puede conllevar el constructivismo social que sostiene el feminismo hegemónico. Por un lado tenemos el extremo del régimen nazi, que todo lo atribuía a la biología (a partir de estudios que no han resistido el paso del tiempo), y por el otro el de la izquierda, que considera que absolutamente todo es una construcción cultural. Hemos visto y veremos más adelante cómo hay sobrada evidencia de que no todo puede ser atribuido al medio ambiente. El extraordinario avance en el estudio del cerebro humano que tuvo lugar en años recientes sumó evidencia en favor de la tesis de que hay predisposiciones diversas en hombres y mujeres que son irreductibles a la influencia cultural. Investigar las diferencias de sexo en el cerebro es importante por muchas razones, entre ellas por su impacto en la salud y el bienestar. Por ejemplo, hombres y mujeres no se deprimen por igual –siempre en promedio–, las mujeres se deprimen más, así como padecen más la ansiedad, y en varones el autismo es cuatro veces más común, así como los trastornos del lenguaje.
La mayoría de las feministas que comentan estudios científicos en sus artículos académicos niegan las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres. ¿Cómo explican entonces que dos terceras partes de los enfermos de Alzheimer sean mujeres, 100 % más hombres tengan Parkinson, y muchas esclerosis afecten 300 % más a las mujeres? (Voskuhl y Klein, 2019).
El peligro de afirmar que los cerebros de hombres y mujeres son idénticos es no considerar que hay medicamentos y dosis que pueden dañar más a unos y a otros. Es lo que ocurre con la D-Lactosa, utilizada en remedios para el Alzheimer y la diabetes (Ver “Descubren que D-galactosa envejece el cerebro de forma diferente según sexo”, La Vanguardia, 19/02/2018). Hay medicamentos que podrían hacerle mal a las mujeres en virtud de su conformación cerebral, ya que están representadas solo en el 30 o 35 % de las investigaciones en fármacos. Como se procura evitar la variación del ciclo menstrual, se experimenta más con ratas macho o con hombres. En 2013, por primera vez, un medicamento industrial discriminó dosis para hombres y para mujeres.
Anne Campbell, una psicóloga evolucionista británica, se extraña de que las feministas acepten que hay diferencias en el sistema reproductivo y no en los cerebros de hombres y mujeres. “¿Quién orquesta esas diferencias reproductivas?”, se pregunta (Campbell, 2013). Es el cerebro, que a través del sistema endocrino produce hormonas y péptidos. Campbell señala que, si tenemos en cuenta que somos el resultado de un largo proceso de selección de rasgos que permanecen si incrementan las posibilidades de la descendencia, sería extraño pensar que la evolución puede haber operado sobre el sistema reproductivo sin haber influido en el cerebro, el órgano más complejo de nuestro cuerpo. Las mujeres son las que dan a luz y dan de mamar. Sería raro que carecieran de mecanismos psicológicos que tornaran más placentera la empatía y que no promovieran la evitación del riesgo y de las confrontaciones que podrían implicar el peligro de ser herido. En el capítulo siguiente, profundizaremos en este tema, básicamente a través del debate entre quienes tienen una perspectiva científicamente informada y las autoras feministas, que niegan que la biología juegue un papel en la psicología de hombres y mujeres, algo que impacta en sus preferencias y decisiones de vida.
Bibliografía
Albo, M. J., Winther, G., Tuni, C., Toft, S., & Bilde, T. (2011). Worthless donations: male deception and female counter play in a nuptial gift-giving spider. BMC evolutionary biology, 11(1), 329.
Amato, P. R.,