Hoy camino con Dios. Carolina Ramos

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Название Hoy camino con Dios
Автор произведения Carolina Ramos
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877982909



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nombre de una de las escuelas secundarias en que me formé era “Las águilas de la libertad”. La verdad es que nunca había visto un águila y no me sentía muy identificada con ella, pero cuando la vi por primera vez en un zoológico, quedé realmente impresionada. Su porte era tan noble y sereno… Esta ave siempre ha sido utilizada como símbolo de fortaleza, poder, belleza, majestad y victoria. Las hay de varios tipos, tamaños y colores en todo el mundo; pero algo que las caracteriza a todas es que siempre vuelven a su nido. Los biólogos confirman que el águila aprovecha las diferentes corrientes de aire para volar mejor y llegar a su destino. Usa la fuerza de estas ráfagas para tomar mayor impulso y desplazarse a mayor velocidad. Lo que puede derribar a otras aves, favorece a las águilas.

      El Creador puso en ellas el instinto de supervivencia, que las lleva a trasladarse para encontrar alimento o reproducirse y poner su nido en las alturas, lejos del alcance de otros animales y peligros.

      Podemos confiar que, si las dotó de estas características, Dios también nos dará la capacidad de imitar algunas de estas cualidades.

      Las ráfagas que se presentan inesperadamente pueden ser parte del propósito de Dios para llevarnos con más fuerza y rapidez a nuestro destino.

      “El creyente tiene siempre en el Señor a un poderoso auxiliador. Tal vez no sepamos cómo nos ayuda; pero esto sabemos: Nunca falta su ayuda para aquellos que ponen su confianza en él. Si los cristianos pudieran saber cuántas veces el Señor ordenó su camino, para que los propósitos del enemigo acerca de ellos no se cumplieran, no seguirían tropezando y quejándose. Su fe se estabilizaría en Dios, y ninguna prueba podría moverlos. [...] Al enviar pruebas a sus hijos, Dios tiene un propósito. Nunca los conduce por otro camino que el que elegirían si pudiesen ver el fin desde el principio y discernir la gloria del propósito que están cumpliendo” (Profetas y reyes, pp. 422-424).

      Ojalá busquemos poner la mira en las cosas de arriba y nuestro “nido” en las alturas, ya que está en nuestra naturaleza volver a nuestro hogar original.

      He decidido seguir a Cristo

      “Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Fil. 3:13, 14, NVI).

      Hay un himno muy conocido que uso siempre para enseñar el tiempo verbal presente perfecto del inglés. Este tiempo se caracteriza por narrar hechos que comenzaron en el pasado pero que siguen teniendo relevancia en el presente. Y es que, cuando decidimos seguir a Dios, esa decisión tiene que seguir vigente en nuestra vida.

      La letra del himno “He decidido seguir a Cristo”, según varias fuentes, se basa en las últimas palabras de un hombre de Assam, al noreste de India, quien junto a su familia decidió seguir a Cristo a mediados del siglo XIX, gracias a los esfuerzos de un misionero de habla inglesa.

      El jefe de su tribu quiso hacerlo renunciar a su fe, pero él declaró: “He decidido seguir a Cristo”. En respuesta a las amenazas a su familia, dijo: “Aunque nadie venga conmigo, yo seguiré igual” (lo que en español cantamos como “si otros vuelven, yo siempre sigo”). Este hombre tuvo que tomar la dificilísima decisión de dejar que su esposa muriese por no renunciar a su fe.

      Tiempo más tarde, él fue ejecutado. Mientras, de sus labios brotaba la frase: “La cruz delante y el mundo atrás”. Esta manifestación de fe llevó a la conversión del jefe de la tribu y de muchos en su aldea.

      A partir de estas frases dichas en diferentes momentos, un misionero indio compuso el himno y lo tituló “Assam”, en honor al lugar de su origen.

      Si bien no conocemos con certeza la veracidad de esta historia, gracias a numerosas biografías y a los escritos inspirados de Elena de White, sabemos que muchos cristianos decidieron sellar su fe con su vida. Ya fuera en la hoguera, en el patíbulo o en la arena ante las fieras, los fieles fueron de testimonio en su vida y aún más en su muerte.

      ¿Te has preguntado alguna vez qué canción escribirían de ti?

      Dios nos ha llamado a seguirlo. Olvidemos lo que queda atrás, tomemos esta firme decisión y mantengámosla hasta la meta final... sin volver atrás.

      “La de lentes”

      “No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón” (1 Sam. 16:7, NVI).

      “¿Con cuál secretaria hablaste?” “Con la de lentes”, contestó.

      Escuché ese diálogo en la calle. Vivo en un país en el que usar los rasgos físicos para describir a las personas es muy común.

      No es que haya algo malo en describir a las personas de esa forma. A veces es lo que más fácil nos resulta, lo más práctico y rápido. Tampoco hay algo malo en cuidar nuestro aspecto. Es parte de lo que somos y es importante tenerlo en cuenta.

      Pero ¿qué pasaría si viviéramos en un mundo sin fotos o en un mundo en que la tarea de describir a las personas la tuvieran los ciegos? ¿Qué sabrían de nosotros los demás? ¿Qué cosas nos esforzaríamos por resaltar?

      ¿Qué rasgos tienen las personas que te rodean? No me refiero a los rasgos genéticos, sino a los cultivados conscientemente.

      Quizás algunas cosas cambiarían, en nosotros y en los demás, si la próxima vez alguien respondiera:

      “La simpática”, “la servicial”, “la que da abrazos apretados”.

      A la hora de tocar vidas, poco importa si usamos lentes o ropa al último grito de la moda; si nuestros padres son bajitos o altísimos. Poco importa el color de piel, de ojos o de pantalón.

      La persona con el gusto más exigente, creativo, refinado y visionario del planeta, lo último que mira es tu exterior. Tampoco mira tu CV, tu billetera, o tu árbol genealógico. Mira tu corazón. Y no te dio un like. No hizo clic en un corazón virtual y siguió de largo a la siguiente imagen. Se detuvo, detuvo el universo y dio su vida por ti. Dijo: “¡Te amo! ¡Hasta la muerte y por toda la eternidad!” y lo dijo de verdad. Dejó una de esas huellas de amor también en nuestro corazón, para que la recibamos y sepamos darla hoy, para que aprendamos a ver con sus ojos y entendamos nuestro valor.

      “La sabiduría y la excelencia reveladas en el carácter y la conducta expresan la verdadera belleza del hombre; la dignidad intrínseca, la excelencia del corazón, determina que seamos aceptados por el Señor de los ejércitos. ¡Cuán profundamente debiéramos sentir esta verdad al juzgarnos a nosotros mismos y a los demás!” (Patriarcas y profetas, p. 692).

      La trampa y el cordón

      “Líbrame de las trampas que me han tendido y de los engaños de los que hacen el mal” (Sal. 141:9).

      Se sentó en el cordón. Apoyó los codos sobre sus rodillas y hundió el mentón entre sus manos. Yo lo veía, desde la ventana, frustrado por algo que me parecía insignificante pero que en ese momento le había dado vuelta el mundo.

      Unos segundos antes había estado jugando con sus amigos, como de costumbre, en la calle que separa su casa de la mía. Sus juegos y sus risas me hacían recordar a las tardes de mi infancia, y su alboroto inocente me hacía sonreír.

      Pero las cosas cambiaron repentinamente. El juego cesó y dio lugar a la pelea. Ahí lo escuché gritar suplicante: “No seas tramposoooo”.

      Claramente, no hubo pedido de disculpa y el juego se disolvió. Cada participante salió