Название | Hoy camino con Dios |
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Автор произведения | Carolina Ramos |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Lecturas devocionales |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877982909 |
En segundo lugar, recuerdo el llanto desesperado de un niño que se había quedado sin su autito porque otro niño acababa de quitárselo. No era un llanto caprichoso. Vivía solo en la calle, tenía poca ropa y ese autito roto era su único juguete y propiedad.
Lamentablemente, el mundo está lleno de situaciones como estas, y otras muchísimo más desgarradoras. Y por alguna razón en mis oídos resuena esta pregunta: ¿En qué dormirá?
Muchas veces olvidamos la importancia de la preocupación por el prójimo y la correcta administración de nuestros bienes.
“Si los hombres cumplieran con su deber como mayordomos fieles de los bienes del Señor, no habría el clamor por pan, ni el sufrimiento por la miseria, ni la desnudez y la necesidad. La infidelidad de los hombres trae el estado de sufrimiento en el que la humanidad está hundida” (El ministerio de la bondad, p. 18).
Al ser misericordiosos, nos parecemos más a Jesús y podemos revelar mejor ante este mundo el carácter divino.
¿Recuerdas el caso de alguna persona que esté “sin vestido”?
Quizás esa ley dada en el Éxodo hace tantos años puede ser nuestra norma hoy.
El poder de la música - 5 de enero
¡Oh, qué amigo nos es Cristo!
“...los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes” (Juan 15:15).
Joseph Scriven tenía 25 años. Estaba enamorado y a punto de casarse, pero el día previo a su boda, su prometida murió ahogada en un trágico accidente. Con el corazón roto, Joseph cruzó el océano Atlántico desde su Irlanda natal para comenzar una nueva vida en Canadá. Se estableció en Ontario y, al lado de un río, hizo un compromiso con Dios de vivir su vida de acuerdo con las enseñanzas del Sermón del Monte, para servir a otros y reflejar el amor de Cristo siempre. En ese pueblo comenzó a conocérselo como “el buen samaritano de Port Hope”.
Pasaron varios años y empezó a trabajar como maestro en una escuela. Allí se enamoró de Eliza, quien era pariente de uno de sus alumnos. Se comprometieron y estaban por casarse cuando, inesperadamente, las esperanzas y los sueños de Joseph se hicieron añicos otra vez. Eliza enfermó gravemente y murió semanas antes de la boda.
Este hombre, experimentado en dolor y soledad, recurrió una vez más a Dios para recibir fuerzas y consuelo. Su fe en él, así como su relación diaria tan cercana, lo ayudaron a salir adelante.
Poco después de que Eliza muriera, Joseph se enteró de que su madre estaba muy enferma. Como no podía volver a verla, le escribió una carta para darle ánimo y consuelo, y adjuntó uno de sus poemas titulado “¡Oh, qué amigo nos es Cristo!” Había conocido a un Dios que está dispuesto a sobrellevar nuestras cargas y sanar nuestro dolor.
Ya al fin de sus días, que habían sido empleados siempre en ayudar a los menos afortunados, un amigo lo visitó y se encontró con este y otros poemas.
Hoy es un himno cantado por millones de cristianos de diferentes denominaciones y culturas. Y es que el amor de Dios, que sostuvo a Joseph en sus peores momentos, es el mismo que nos puede sostener hoy.
Te invito a pensar en la letra de este himno y a cantarlo con convicción. Jesús, en su Palabra, nos llamó amigos. Nosotros, en nuestra vida, podemos demostrar que lo llamamos así también.
¡De cuánta paz nos perdemos! ¡Cuánto dolor cargamos innecesariamente! ¡Qué privilegio llevarle todo en oración!
Historias de hoy - 6 de enero
Vuelos perdidos
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom. 8:28).
Había perdido un vuelo y estaba a punto de perder otro. Transitaba los interminables pasillos del aeropuerto con dos mochilas pesadísimas en la espalda y el brazo izquierdo. Con la mano derecha acarreaba una valija. Pero esa valija no tenía ruedas, así que, por el cansancio, muchas veces la iba pateando lentamente para avanzar. Estaba concentrada en mi mal humor. De repente, una mujer me preguntó, con cara de dolor, si la podía ayudar. Tenía un brazo fracturado y venía haciendo malabares con su equipaje también. Me detuve a ayudarla, caminamos apresuradamente y, al llegar al mostrador donde nos tenían que asignar un nuevo vuelo, comenzamos a conversar más calmadamente en una mezcla de español y portugués. Hablamos de problemáticas sociales, familia, estudios, trabajo y… de Dios. Le conté que era adventista. Ella me dijo que había visto programas de familia y alimentación saludable en el canal Nuevo Tiempo y también me contó algunas otras inquietudes espirituales. Quería saber más sobre nuestras creencias y se la veía muy animada a pesar de la noticia: ya no había vuelos y nos tocaría esperar. A ella, en un hotel; a mí, en el piso del aeropuerto... cinco noches (aunque a esa altura aún no lo sabía). Antes de salir hacia el hotel, y aprovechando los tickets de comida que le habían dado, me invitó a desayunar. Eran las 4 de la mañana y nos sentamos en uno de los pocos locales abiertos. Decidimos intercambiar direcciones para seguir en contacto y, mientras ella escribía sus datos, aproveché a sacar mi Biblia para compartir mi versículo favorito con ella: Romanos 8:28, que tan apropiado resultaba para la situación que estábamos pasando. Ella terminó de escribir y me pasó el papel. Cuando lo vi, para mi sorpresa, me di cuenta de que además de sus datos había escrito con su letra de abuela en prolijo portugués: “Carol, todas as coisas cooperam para o bem daqueles que amam a Deus” (Rom. 8:28).
Seguramente, Dios quería recordarnos esa promesa a las dos. Él es especialista en transformar situaciones desafortunadas en una enorme bendición.
Seguramente, hoy quiere recordarte esta promesa a ti también. Ámalo. Él hará el resto.
Valores - 7 de enero
Los rocklets de la Regla de Oro
“Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes” (Mat. 7:12, NVI).
En mi pueblo venden un brownie bañado en chocolate y mini Rocklets. Una vez llevé ese postre para festejar el cumpleaños de una de mis alumnas. Entre globos, risas y actividades, la clase transcurrió normalmente, terminó y los chicos se fueron. Me quedé en silencio para limpiar y ordenar todo, y cuando fui a guardar lo que quedaba del brownie, me encontré con que a la porción le faltaban los mini Rocklets. Su ausencia había dejado un espacio vacío... y se notaba.
No sé quién los comió ni si hubo mala intención al efectuar ese robo tan pequeño. Pero sé que la actitud nació de donde nacen todos los males: de nuestro egoísmo humano innato.
¡Cuántas veces sacamos de los demás sin que nadie vea, sin que se den cuenta! Sacamos algo porque nos beneficia, y tener ese “mini Rocklet” es para nosotros más importante que el vacío que queda en su “porción”.
Hoy en día lidiamos con robos, usos y abusos mucho más grandes que ese, pero recordemos que el egoísmo no es la solución para las carencias o los apetitos; aunque sea grande o pequeño, nuestro accionar puede dejar un vacío innecesario en algo o en alguien.
Nuestra forma de manejarnos, al final, sí marca la diferencia, aunque sea en las personas que nos rodean.
No es tarde para restituir algunas cosas, o para llenar con gestos pequeños pero significativos los espacios que han quedado vacíos, a veces sin mala intención, a veces pensando que nadie lo notaría.
¿Qué “confites” crees que tienes a tu alcance hoy para “decorar” un espacio vacío?
En El discurso maestro de Jesucristo, Elena de White comparte unas citas