Hoy camino con Dios. Carolina Ramos

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Название Hoy camino con Dios
Автор произведения Carolina Ramos
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877982909



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como quisieras que te trataran a ti si cambiaras de lugar con ellos. Esta es la regla de honestidad verdadera. [...] Y es la médula de la enseñanza de los profetas. Es un principio del cielo [...]. Cuando los que profesan el nombre de Cristo practiquen los principios de la Regla de Oro, acompañará al evangelio el mismo poder de los tiempos apostólicos” (pp. 123, 124, 126).

      Eliminar etiqueta

      “Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció” (Mat. 8:1-3).

      Nos hemos acostumbrado a las etiquetas, pero algunas veces nos etiquetan no en fotos, sino con adjetivos que duelen.

      ¿Qué pasaría si todos anduviésemos por la calle con un cartelito con las etiquetas que otros nos ponen, o esas que a veces nos autoasignamos, que pueden tener un poco de razón, o solo ser un espejo de cómo se siente el otro?

      El hombre de nuestra historia llevaba una etiqueta antigua que no podía esconderse detrás de una pantalla o de un perfil estratégicamente pensado. Tenía que gritar “¡Inmundo! ¡Inmundo!”, por si alguien no se había “actualizado”.

      En El Deseado de todas las gentes, leemos que ellos, los leprosos, “no se atrevían a esperar que Jesús hiciese por ellos lo que nunca se había hecho por otro hombre. Sin embargo, hubo uno en cuyo corazón empezó a nacer la fe” (pp. 227, 228).

      Una mañana se animó a salir de su escondite. No sabemos si vistió sus mejores ropas, si se lavó la cara y se peinó.

      ¿Lo sanaría él? ¿Lo maldeciría por sus pecados? ¿Le diría que se alejara para no contaminarse? ¿Lo rechazaría como todos los demás? ¿Lo miraría con asco?

      Se acercó con temor, a lo lejos. Lo escuchó, lo vio poner sus manos sobre los enfermos. Quizás al final sí era real...

      Intercambiaron dos frases que lo dijeron todo y, en ese instante, al desaparecer la lepra visible, Jesús arrancó de su pecho la etiqueta invisible, borró de sus cuerdas vocales el grito desesperado y puso en sus labios una historia para contar. Jesús no solo obra externamente; transforma la identidad, restaura, reúne a las personas aisladas, saca de la cueva y lleva a la casa, convierte a un montón de harapos en persona y a una víctima en testigo.

      Es posible que hoy estés luchando con una etiqueta, mirando desde lejos a Jesús y preguntándote si realmente él es capaz de sanarte. Llévale todo. Deja que en tu corazón nazca la fe y permítele obrar un milagro en tu vida también. Está ahí, con el ícono de “Eliminar etiqueta” abierto, esperándote para hacer el clic.

      Sábado en el hostal

      “Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida. Señor Todopoderoso, rey mío y Dios mío, aun el gorrión halla casa cerca de tus altares...” (Sal. 84:2, 3, NVI).

      Nos encontrábamos de viaje con un grupo de amigos. Esa tarde habíamos recorrido un lugar que nos había quitado el aliento por su grandeza y su hermosura, y nos había hecho recordar las cuevas en las que David se escondía cuando huía de Saúl. Habíamos disfrutado intensamente de estar en la naturaleza y conocer nuevos lugares, pero el sol se había puesto y nos encontrábamos hospedados en un hostal. Aunque todos éramos adventistas, el ambiente afuera no era muy sabático. El hospedaje estaba ubicado en una de las avenidas principales, llena de gente, bullicio y agua que corría por las veredas debido a la copiosa lluvia que caía.

      Era temprano, me había acostado y recordé este versículo porque era mi oración. ¡Cuántas ganas tenía de estar en un lugar más propicio para estar en sintonía con Dios!

      Sin embargo, en esa cama prestada, esa noche pude sentir la paz de la compañía divina, que va con nosotros si la pedimos.

      Como vivo en un pueblo tranquilo, vivir un momento de quietud no es algo que me resulte difícil los sábados y es algo que busco con alegría. Pero quizá tu situación sea diferente. Quizás a tu alrededor haya mucho ruido y gente que no tiene idea de las bendiciones prometidas para este día.

      Quizá haya silencio, pero por dentro estás pasando un momento de “ruido” por cosas que te preocupan, que no te convencen o que te hacen dudar.

      Quizás en este momento no puedas elevar la voz pero, como dice el salmista, ojalá puedas con tu corazón cantar a Dios.

      Muchos sábados me tocó asistir a iglesias en galpones o gimnasios. Aunque esos lugares a veces parecían no ser tan reverentes, me dejaron una lección preciosa. Por los aleros del techo, siempre se colaban algunas palomas, gorriones y horneros que asistían al culto como nosotros. Aun ellos se sentían a gusto en la presencia del Altísimo y se unían a nuestro canto.

      Ojalá anheles sus atrios y su presencia también. Dios concederá tus deseos y te acompañará donde sea y como sea que estés.

      El tintineo de las campanillas

      “Y en sus orlas harás granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor” (Éxo. 28:33).

      En julio de 2011, Eli Shukron, reconocido arqueólogo israelí, encontró una pequeña campanilla en una antigua cañería de agua. Su origen data de dos mil años atrás y se la identificó como parte de la vestimenta del Sumo Sacerdote.

      El manto tenía muchas campanillas que tintineaban con cada paso. Todos lo escuchaban llegar. Todos lo escuchaban irse.

      El hallazgo de esta campanilla no solo prueba una vez más la fidelidad de la Biblia y la exactitud con que el pueblo judío cumplía con los símbolos que Dios había instituido en el templo, sino que nos lleva a reflexionar en el sacrificio que se realizaba cada día. Jesús caminó por las calles de Jerusalén y, probablemente, escuchó el tintineo de estas campanillas del manto del Sumo Sacerdote.

      Jesús se convertiría en el sacrificio vivo que acabaría con todo ese sistema de rituales que tan bien ejemplificaba su amor y entrega, y que a la vez tan común y carente de sentido se había vuelto para quienes no entendían realmente quién era el Mesías.

      El pueblo escuchaba el tintineo de las campanillas del Sumo Sacerdote. Mientras, Jesús caminaba a su lado.

      Quizá hoy nosotros hemos perdido nuestra sensibilidad a las cosas espirituales o las estamos considerando simplemente como un “sonido” más, cuando en realidad nos están señalando el sacrificio vivo, Jesús, que camina a nuestro lado.

      Al ascender al cielo después de su resurrección, Jesús comenzaría su obra como nuestro Sumo Sacerdote. Pablo dice: “En efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro” (Heb. 9:24, NVI).

      “La obra de Cristo en favor de la redención del hombre y la purificación del pecado del universo se concluirá quitando el pecado del Santuario celestial y colocándolo sobre Satanás, quien sufrirá el castigo final” (Patriarcas y profetas, p. 372).

      El Mesías, nuestro Redentor y Sumo Sacerdote, obtuvo la victoria final.

      Ojalá decidamos caminar más conscientes de a quién tenemos al lado y qué triunfo ha ganado.

      Hoy, presta atención a algún elemento cotidiano que te haga pensar en tu Salvador y memoriza algún versículo relacionado con él.