Название | Un matrimonio por Escocia |
---|---|
Автор произведения | Edith Anne Stewart |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418616594 |
Ella volvió el rostro para mirarlo por encima de su hombro.
—Sin duda que lo estáis después de haberos escuchado decir que no me necesitáis. Tenéis vuestras amantes o sirvientas para satisfaceros; e incluso puede que os den algún que otro bastardo, como os he dicho.
—Hija, por favor… Él tiene razón después de todo —Bronwyn miró a su madre sin poder creer lo que acababa de escuchar.
—¿Te pones de su lado? ¿Tú también me traicionas? —Se apartó contemplándola como si no la conociera y su madre se apresuró a explicarle lo que había querido decirle.
—No, no me pongo de su parte ni apoyo lo que ha hecho tu padre. Pero es verdad que ambos estáis metidos en esto por cuestiones políticas. No lo hagas más complicado.
Pero la mirada de su hija le dejó claro que le importaba más bien poco lo que él pensara o cómo se sintiera al respecto. Ni que aquello se tratara de una cuestión política. Sonrió burlona y se giró hacia él.
—Vuestra madre tiene razón. Todo esto es por un solo motivo y es reconquistar Stirling y su castillo. No hay más —le resumió tratando de hacerla razonar sobre cuál era la realidad de todo aquello.
—En ese caso, entiendo que, dado que esto no es más que una cuestión política y que como bien habéis dicho, no tenéis interés en mí, algo que os agradezco —le comentó sonriendo de manera de manera irónica—. No me tocaréis un pelo.
William frunció el ceño y apretó los dientes. ¡Maldita fuera! Con gusto le enseñaría un par de cosas aquella joven. ¿Lo estaba provocando? ¿Por qué no se ponía de su lado? Hasta su propia madre lo había comprendido.
—Decís bien. No os tocaré… Hasta la noche de nuestra boda —le recordó él con una sonrisa taimada—. Y dad gracias a que lo más importante ahora es Escocia, sino, os prometo que buscaría un párroco o un monje para que nos casara hoy mismo y así poder tocaros —le aseguró reuniendo el aplomo necesario para no rodearla por la cintura con su brazo y atraerla hacia él para borrarle aquella sonrisa de triunfo que esgrimía.
Escuchar aquello hizo que ella palideciera. Un escalofrío se abrió camino por su espalda hasta perderse bajo los rizos de su cabello y seguir ascendiendo hasta la nuca. Por suerte para ella, su madre la sujetaba del brazo. De lo contrario, no creía que lograra seguir de pie. No quería imaginarse a aquel hombre poseyéndola como si fuera una yegua para satisfacer sus deseos y el hecho de que engendrara un heredero. Ni si quiera se imaginaba la manos de él, hechas para la guerra, recorriendo su frágil cuerpo. Deslizó el nudo que se le había formado en su garganta impidiéndola hablar, y recuperando su orgullo caminó hacia él.
William se dio cuenta de que sus últimas palabras haciendo referencia a la noche de bodas sin duda que le habían afectado. Lo último que quería era enojarla más de lo que ya estaba. Ni tampoco pretendía asustarla. Pero ella parecía dispuesta a seguir peleando con él.
—Así será hasta que llegue ese día.
William se sentía algo mezquino por lo que le había dicho. Tal vez le hubiera aparecido una especie de animal o de sátiro. Ver el temor por lo que le pudiera hacer, reflejado en sus ojos, le hizo reaccionar.
—No pretendo causaros ningún daño. Ni tampoco pretendo que me temáis, mi señora. No soy vuestro enemigo.
—No confundáis mi desidia hacia vos con miedo. Sois un Douglas y ya sé cómo se comportan los de vuestro clan. Empezando por vuestro padre, al que los ingleses apodan <<El Negro>> por sus actos.
William asintió apretando los labios.
—Habéis oído hablar de las hazañas de mi padre…
—¿Hazañas? ¿Destruir su propio castillo, reducirlo a cenizas con los soldados ingleses en el interior lo calificáis como tal? —Volvía a quedarse tan cerca de él que le bastaría extender su brazo para tocarla, pensó ella en un momento. Se imaginó que él podría llevarla contra su pecho y besarla. Recorrer su cuerpo con sus manos… Ella se dio cuenta de lo que podía suceder y se apartó con solo imaginarlo. Pero el calor había prendido en el interior de su cuerpo, también.
—Los ingleses nos arrebataron nuestro hogar, ya os lo dije antes cuando me dijisteis que yo era un caballero —Apretó los labios y apartó su mirada de ella cuando aquellos sucesos inundaron su mente—. Estábamos en nuestro legítimo derecho a recuperarlo y hacer lo que nos diera la gana con este porque era <<nuestro>> Lo destruimos para que los ingleses no se volvieran a apoderar de este. Fue duro y doloroso contemplar semejante acto. No os lo deseo.
—Entiendo entonces, también podéis hacerlo conmigo —Lo estaba desafiando. Lo estaba llevando al límite de su paciencia. Pero ella solo quería saber la clase de hombre que era. Hasta dónde podría aguantar sin tomarla en brazos y hacerla callar.
—¡Hija! Por lo que más quieras. Deja ya esta conversación. No va a conducirte a nada bueno. No le hagas recordar esos hechos —le dijo su madre contemplando el gesto irónico en ella, y el de asombro en el joven Douglas. Margaret Murray había escuchado esos acontecimientos y no terminaba de creer que clan hubiera actuado así, pero al escucharlo por boca de William no le quedaba duda alguna.
—No con vos mi señora. Nunca os haría daño. Pero sí a quien ose apartaros de mi lado. Quiera Dios que nadie se atreva, y se lo piense dos veces antes. Porque sin duda que conocerá de lo que es capaz un Douglas. Os lo juro. Haré cuanto esté en mi mano para que este compromiso y posterior matrimonio perdure, mi señora
Aquel comentario la dejó sin capacidad de reacción porque no esperaba que él pudiera decir algo semejante. Pero sobre todo la impactó la manera de mirarla. Había determinación y seguridad en su mirada. Era penetrante e intimidatoria en un primer momento. Pero algo hizo que él la cambiara, dulcificándola lo justo para tranquilizarla.
—¿De verdad? Hace un momento parecíais decir lo contrario. Incluso creí que podríais repudiarme al asegurar que ya tenéis amantes de sobra.
William la miró con atención y sin mediar palabra dejó que sus dedos se enredaran entre sus cabellos y notara su suavidad. Luego esa misma mano se posó en su mejilla sin que ella se apartara. Él sonrió de manera tímida.
—En verdad que os necesito.
—No… —Se quedó sin aliento cuando lo escuchó decirlo. Su mano se había quedado quieta en su mejilla y ahora el pulgar se la estaba acariciando de manera lenta provocándole un ligero cosquilleo en su cuerpo. ¿Qué hacía allí parada permitiendo que la tocara? ¿Por qué no podía alejarse un paso de él? Bastaría con eso. Su corazón latía más y más deprisa sin que ella pudiera remediarlo.
Su madre permanecía quieta contemplando aquella escena. No quería decir nada por temor a romper el hechizo que parecía tener cautivada a su hija, después de todo.
—Os necesito para que Escocia sea libre. Vos sois la llave para conseguirlo. Mi señora. Debo volver con los demás, pero si me necesitáis, no dudéis en buscarme.
Se inclinó con respeto y se volvió para salir de la estancia porque creía que ya había dicho todo lo que se le ocurría por el momento. Soltó el aire que había retenido en su interior mientras la estuvo mirando de cerca. Su mano sobre la suave piel de su rostro. Sus ojos brillantes y sus labios entreabiertos. Habían sido todo un reclamo para él. De haber sido cualquier otra muchacha la habría besado sin pedirle permiso, acaso y tal vez habrían acabado retozando sobre el suelo. O la habría tomado sobre la mesa. Pero ella… No. Debía mantenerse firme en su palabra acordada con ella. No la tocaría hasta la noche de bodas. Y no la haría sentirse incómoda en ningún momento. No quería que saliera huyendo y el pacto acordado entre su padre y el rey Robert pudiera romperse. Y para ello estaba dispuesto a cualquier cosa, incluso a ser un Douglas si alguien osaba tocarla.
Bronwyn permaneció en silencio durante unos segundos, mientras contemplaba como él abandonaba la sala. Era como si no supiera qué hacer, ni qué