Название | Un matrimonio por Escocia |
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Автор произведения | Edith Anne Stewart |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418616594 |
—Estáis en vuestra casa, señor.
—Gracias.
—Di a Bronwyn que venga. He de hablar con ella.
Margaret frunció el ceño mirando a su esposo sin entender qué era lo que sucedía. ¿La presencia del rey Robert en su casa tenía algo que ver con su propia hija? No pudo evitar preguntarse yendo a buscarla.
Esta se había quedado en su alcoba para no volver a encontrarse con la mirada ni la presencia de aquel escocés, el supuesto hijo de James Douglas, según palabras de su madre. No quería que se volviera a fijar en ella. Y para ello debería evitarlo mientras él estuviera allí. La puerta se abrió de repente y la muchacha se volvió de repente hacia esta. Su madre volvía con ella.
—Hija, tu padre quiere que bajes al salón.
Esta se quedó quieta asimilando aquella orden. Sabía que debía acatarla, pero no dejaba de sorprenderla.
—¿Por qué? ¿No te lo ha dicho?
—No. Quiere hablar contigo.
—Bien… —asintió retorciéndose las manos de manera incesante. Y que su padre le pidiera que acudiera a su lado no era lo que más le preocupaba sino el hecho de volver a encontrarse con aquel hombre. No le cabía la menor duda de que estaría entre los caballeros del rey Robert. Debía estar preparada para soportar su mirada y su presencia.
William tenía la mirada fija en la mesa a la que todos se habían sentado por orden expresa de Archibald Murray. Tenía el gesto pensativo y en su cabeza un revuelo de pensamientos a cuál más alocado. ¿Y si la muchacha de la ventana era la hija de Archibald?, se preguntó en un momento en el que él mismo se sorprendió. No, no. Imposible. La joven muchacha de la ventana sería una sirvienta. No, no podía tratarse de su futura prometida. Pero cuando levantó la mirada el corazón le dio un extraño vuelco…
Bronwyn llegó al salón acompañada por su madre. Todos los allí presentes permanecían sentados hablando entre ellos sin prestarle atención. Pero entonces, todos al mismo tiempo, como si alguien los hubiera avisado volvieron sus rostros hacia ella convirtiéndola en el centro de sus miradas, al tiempo que sus voces se iban apagando hasta convertirse en un murmullo.
William abrió los ojos sobresaltado al darse cuenta de que era ella. Pero no esperaba verla tan pronto. Ni esperaba escuchar a Archibald Murray decir aquellas palabras. Todos se levantaron de sus asientos para mostrar respeto por la joven dama.
—Señores, os presento a mi hija Bronwyn.
Esta permanecía callada, vigilante y expectante ante cualquier movimiento y comentario de los allí reunidos. No quería pasear su mirada por los rostros de estos porque intuía que lo encontraría a él.
William permanecía mudo. Si el rostro de ella en la ventana le había llamado la atención, más por su manera de mirarlo, que por su belleza. Verla allí con aquel sencillo vestido de color verde con ribetes dorados resaltando su figura exquisita lo había paralizado por completo. No podía ser cierto. Debería tratarse de un sueño, se dijo. Ella. La joven de la ventana que él creía que era una más en el clan; o incluso una sirvienta. La misma con la que pretendía pasar un buen rato. Ahora entendía por qué lo había mirado con cierta altanería antes de desaparecer de su visión.
—Vaya con tu futura esposa —le susurró el conde de Moray dándole un codazo para que despertara.
Robert Bruce tomó la palabra inclinándose antes la joven.
—Es un honor conoceros, milady.
—Gracias, señor.
—El rey Robert y sus caballeros han venido para hacernos una proposición que te incumbe, hija.
Esta miró a su padre intrigada. Aquellas palabras habían despertado en ella incertidumbre por lo que pudieran significar. ¿Qué tenía ella que ver con aquello?
—¿De qué se trata? —preguntó Margaret al ver a su hija callada.
—He accedido a combatir al lado del rey Bruce para tomar Stirling, y expulsar a los ingleses de Escocia de una vez por todas.
Madre e hija se miraron entre ellas sin lograr comprender a qué había venido ese cambio. Y qué incumbía a Bronwyn.
—Mi señora, —intervino el rey mirando a Margaret— he venido buscando el apoyo del clan Murray y sus aliados para tomar Stirling y su castillo el cuál pasará a manos de vuestra hija, aquí presente.
Bronwyn abrió la boca como si fuera a decir algo, pero más bien fue la sorpresa que le produjo conocer esa noticia que no esperaba. ¿Era eso para lo que ella era importante allí en el salón? Por un momento se sintió algo más aliviada al conocer la noticia. Había esperado cualquier cosa, menos que le fueran a entregar una fortaleza, que por otra parte estaba en mano inglesas y que había que tomar.
—¿Mi hija? Pero… —Margaret Murray balbuceaba sin llegar a entender nada de lo que sucedía. Contempló a su marido esperando que él lo aclarara.
—Nuestra hija será la señora del castillo cuando este pertenezca a Escocia de nuevo. Y ella contraiga matrimonio —intervino Archibald mirando primero a su esposa para después dejar la mirada fija en su hija.
—¿Casarme? —Bronwyn dio un paso atrás alejándose de su padre y contemplándolo como si acabara de repudiarla. De repente experimentó un sudor frío en todo su cuerpo y creía que las piernas le fallarían en ese preciso instante.
Hubo un ligero murmullo entre los presentes, y el propio William fue testigo del temor y del rechazo en la mirada de ella. Era algo que él presentía antes si quiera de que ella misma supiera con quién iba a contraer nupcias. Apretó los dientes e hizo grandes esfuerzos para no salir hacia ella y explicarle todo. Pero la mano de su padre lo retuvo cuando este sintió que su hijo hacia ademán ir hacia ella.
—He accedido a que contraigas matrimonio y a que seas la señora del castillo en Stirling —le aseguró su padre convencido de que no habría marcha atrás posible. Su voz sonaba autoritaria y su mirada no dejaba lugar a ninguna duda por pare de ella.
Durante unos segundos ninguno en el salón dijo una sola palabra. Todos parecían estar conteniendo la respiración hasta ver en qué terminaba aquel duelo entre padre e hija. Bronwyn inspiró hondo, entrecerró sus ojos y con cierto orgullo, que sabía que no le serviría de nada, se envaró adoptando un toque irónico.
—¿Y a quién has elegido como futuro esposo?
—El joven Douglas. William —le respondió el rey Robert haciéndose a un lado para dejar espacio a este.
Bronwyn sintió el temblor en todo su cuerpo cuando lo vio avanzar hacia ella. Alto e intimidatorio con su aspecto de guerrero. Ya se había fijado en él cuando lo vio desde la ventana y le llamó la atención sobre su caballo. Pero en ese momento en el que quedaba frente a ella su primera impresión quedó en nada. Logró tragar y aclararse la garganta antes de decir nada. Temblaba y había cerrado sus manos en puños que no separaba de sus costados.
—Mi señora —El tono de su voz era rudo, autoritario pese a que él parecía intentar mostrarse todo lo contrario. Su mirada trataba de ser cálida, pero le intimidaba su forma de fijarse en ella. Como si fuera una yegua a la que comprar. Claro que entendía que la observara de aquella manera, ya que a fin de cuentas se la estaban entregando.
Ella inclinó la cabeza a modo de saludo. Sabía que no tenía muchas posibilidades de escapar de aquel apaño entre su padre y el rey Robert. Que su opinión no significaría nada, ni la de su madre. Y más si por medio había una guerra y un castillo. ¡Señora del castillo de Stirling! Sonaba muy bonito para lo demás. Y para su padre sería un orgullo que los Murray se sentaran en este. Pero, ¿qué precio tendría que pagar ella? ¡Casarse con un Douglas! Con el hijo de James, el Negro. El azote de los ingleses. El mismo diablo, podía decirse. Se dijo sintiendo como se le encendía la sangre y el calor del momento se apoderaba de ella. Miró a su madre en busca de apoyo, pero esta se limitó a sonreír