Un matrimonio por Escocia. Edith Anne Stewart

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Название Un matrimonio por Escocia
Автор произведения Edith Anne Stewart
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418616594



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      —Ella acatará su voluntad como tú la mía. Y su padre no rechazará una joya como es el castillo de Stirling. Ahora deberíamos regresar dentro y decirle al rey que aceptas. Que es un honor que haya pensado en ti.

      William resopló.

      —Ya lo creo que lo es —murmuró sacudiendo la cabeza camino del interior del castillo sin mirar a su padre. ¡Un compromiso con la hija de los Murray! ¡Por San Andrés que era un completa locura! ¡No quería una mujer a su lado a todo momento! Se repitió una y otra vez negando con la cabeza antes de entrar en el salón donde el rey lo aguardaba.

      Al verlo aparecer, Robert Bruce se sintió más tranquilo. Al ver que James Douglas se demoraba, el rey había temido lo peor. Confiaba en la lealtad de los Douglas después de sus hazañas en la guerra contra los ingleses. Y entendía que un compromiso tal vez no fuera lo que William esperaba, pero era necesario para vencer de una vez por todas.

      —Mi señor —dijo el joven Douglas con las manos a la espalda y un leve movimiento de cabeza en señal de respeto.

      —William. Tu padre te habrá puesto al corriente de la situación.

      —Sí, señor.

      —¿Qué tienes que decir? Me interesa tu opinión franca y sincera.

      William pareció titubear unos segundos. Como si estuviera pensando en lo que debía decirle al rey. Llevaba combatiendo por él desde que este fue coronado en Scone, y de eso hacía ya ocho años. Durante ese tiempo había derramado sangre inglesa, y algo de la suya propia. No podía desobedecerlo con lo que había en juego. Si quería ver a su nación libre de los ingleses debería sacrificarse.

      —Será un honor complaceros una vez más, mi señor.

      —Es una manera de recompensar la lealtad del clan Douglas durante todos estos años de guerra. Creo que entregaros el gobierno de Stirling me dará tranquilidad en todo momento, porque no caerá en manos inglesas. Por otro lado, ofrecerle la posibilidad de que su hija se convierta en señora del castillo, creo que puede animarlo a apoyarnos en esta guerra.

      —Lo entiendo, señor.

      —¿Tengo vuestra palabra de que una vez que toda esta guerra termine, desposaréis a la hija de Archibald Murray?

      William deslizó el nudo que acababa de apretar su garganta al sentir la mirada fija de su rey. Era como el lazo del verdugo y pensó que no podría hablar. De manera que se limitó a asentir primero, y responder a continuación. Mientras recuperaba la templanza.

      —Lo estoy. Si no muero en las próximas jornadas —aclaró con una chispa irónica que provocó la sonrisa en todos los allí presentes.

      —Hasta ahora os habéis conducido con la prudencia y la sagacidad de un buen guerrero. Procurad no dejarla viuda antes de desposarla o perderemos posibilidades en Stirling —le pidió el rey con la misma chispa irónica que había empleado él.

      —Lo intentaré, mi señor.

      —En ese caso, lo prepararemos todo para partir los antes posible hacia las tierras de los Camero. Como no podía ser de otra manera, formaréis parte de la expedición —le aclaró mientras el joven Douglas asentía.

      William saludó a Robert por última vez antes de abandonar el salón. Había dado su palabra y la cumpliría. Solo tenía que pensar que lo hacía por el bien de su nación. Y no porque en verdad deseara atar su vida a la de una mujer.

      Horas más tarde William disfrutaba de la bebida y la compañía de sus amigos en una taberna. Pero en ciertos momentos no podía evitar quedarse pensativo dándole vueltas a la situación a la que se veía abocado.

      —Entonces, ¿cuándo marchas a conocer a tu futura esposa?

      La pregunta de Angus, un escocés de cabello y barba castaños, pareció despertar a William de sus pensamientos. Sacudió la cabeza y contempló a su amigo con los ojos entrecerrados.

      —¿Por qué no lo dejas estar? ¿O quieres que parta la cara?

      —Déjalo o lo cabrearás de verdad. Bastante tiene con haber aceptado —comentó Malcom, el otro fiel amigo saliendo en defensa de este—. Si te lo hubiera pedido el rey Robert en persona, tú habrías aceptado igual que él. O yo mismo. No se puede ir contra la voluntad de este. Decidimos rendirle pleitesía cuando fue coronado en Scone, de manera que no nos queda otra que acatar sus órdenes.

      —Creedme que no lo hago por mi voluntad, sino porque necesitamos más hombres para tomar Stirling. Y como has dicho, rendimos vasallaje al rey Robert —resumió el joven Douglas mirando a Malcom y dejando luego la mirada suspendida en el vacío.

      —Es verdad. El castillo de Stirling es una de las últimas fortalezas que retienen los ingleses junto con el de Berwick. Si los expulsamos de esta habremos dado un paso definitivo porque no creo que tengan intenciones de defender esa última fortaleza —dijo Malcom con orgullo—. La muerte de Wallace y las de tantos compatriotas no pueden haber sido en vano. Estamos ganando la guerra a Inglaterra.

      —El clan Murray es uno de los más poderosos. Muchos hombres de otros clanes lo seguirán si el rey Robert consigue atraerlo a su causa —advirtió Angus.

      —Siempre fue partidario del rey. Pero el hecho de que este apuñalara a Comyn en la reunión que ambos tuvieron en Greyfriars, lo hizo desconfiar —apuntó Malcom.

      —Sí, decidió no tomar parte por Bruce y se mantuvo neutral durante algún tiempo. Pero seguro que las circunstancias de la guerra hicieron que tomara partido por Comyn y Eduardo. Quiero creer que fue por el bienestar de su clan —resumió William expresando su opinión personal en ese asunto.

      —Ahí es donde entráis tú y la hija de Archibald Murray —señaló Malcom.

      —Y la propiedad del castillo de Stirling. No lo olvides. Será la dote del propio rey Bruce a la pareja —aseguró Angus—. Por cierto, ¿qué sabes de ella?

      William frunció los labios y encogió los hombros.

      —No me importa quién sea, ni como sea. Solo tengo que cumplir mi parte del trato y ya está.

      —Sí, viviendo en un castillo tampoco es necesario que os veáis —apuntó Angus convencido de que su amigo se comportaría de esa manera.

      —Ella tendrá su propio servicio de damas. Podrás hacer lo que le plazca. No me interesa —insistió sacudiendo la mano para dejar claro que no le importaba lo más mínimo lo que ella pudiera hacer.

      —Pero admite que tendrá que engendrar un heredero —le avisó Malcom con toda intención.

      William gruñó.

      —Sí, bueno. Es su deber. No hace falta que nadie se lo diga.

      —¿Y si es una vieja solterona? Ya me entiendes… Una mujer entrada en años a la que su padre no ha conseguido casar —La risa de Angus enervó, más todavía, el ánimo de Malcom.

      —He dado mi palabra. Si conseguimos que los Murray se unan a las huestes del rey, y con ello liberemos Escocia del yugo inglés, bienvenida sea —William apuró de un trago su bebida sin hacer más caso a sus dos amigos. Apretó los dientes con rabia pensando en que además de haber aceptado el compromiso, su prometida no fuera nada agraciada. Si al menos fuera una muchacha joven y atractiva… se dijo en un intento por animar un poco.

      —Te aconsejaría que te desfogaras antes de ir a las tierras de los Murray a conocer a tu futura esposa —le jaleó Angus entre risas.

      Pero William no dijo ni una palabra más. Se limitó a mirar a los dos y sacudió la cabeza sin entenderlos.

      —Me gustaría veros en mi situación. Estoy seguro de que no os estarías riendo.

      Decidió que lo mejor era alejarse de aquellos dos y estar a solas. No solo no se trataba de tener una esposa sino de que esta le diera un hijo que siguiera con el apellido Douglas. Pero eso a él no le importaba en ese momento. Ya se preocuparía cuando