Название | Los hijos del caos |
---|---|
Автор произведения | Pablo Cea Ochoa |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418730344 |
—Acompáñame, tenemos que hablar —me dijo muy seria, tanto que casi parecía un robot hablando, uno muy imponente. Cuando vio que yo no reaccionaba volvió a agarrarme del antebrazo y fue tirando de mí mientras nos íbamos internando más y más en el bosque, lejos del campamento y de las tiendas. Yo no quise decir nada por el momento, pero cuando pasaron varios minutos y vi que Kika no me soltaba pegué un fuerte tirón y me paré en seco.
—¿Qué es lo que quieres? ¿Y por qué irnos tan lejos para hablar? —pregunté, temiéndome que quisiera hablar de lo sucedido a la salida del instituto aquel día.
—¿Desde cuándo eres licántropo? —me interrogó con su inquebrantable tono de voz militar, firme e increíblemente monótono.
—Me mordieron hace un par de días. ¿Cómo lo has sabido? —pregunté extrañado. Realmente, me esperaba que me hablara de otras cosas, así que me sentí bastante aliviado en ese sentido.
—No hace falta ser un genio para darse cuenta. Digamos que se ve a simple vista —aclaró ella poniendo especial énfasis en las últimas palabras mientras abría sus ojos muy extravagantemente. Puso una cara bastante inquietante.
—Bien, vale. ¿Y qué te importa eso? Y más a ti —le respondí con cierto rencor en mi tono de voz. Aún me seguía olvidando de que ahora mis ojos eran amarillos y que se veían a la legua. Ya me iría acostumbrando a ello.
—Por preguntar… —Y ahí fue cuando se le empezó a quebrar la voz y ese tono militar desapareció por completo para ser sustituido por uno mucho más suave—. Sé que nunca te pedí perdón por lo que hice contigo —reconoció con la intención de inspirar algo de lástima con esa voz tan aparentemente rota.
—¿Por qué? ¿Por usarme como tu marioneta ese último verano en el campamento o por hacerme ilusiones para después enrollarte con otro tío? Tranquila, ya lo tengo superado, pero no creo que quiera perdonarte. Si os he dicho de formar grupo entre los cuatro es por pura supervivencia —le espeté todo lo duramente que pude.
—Mira, entiendo que tengas un poco de rencor por aquello, pero si me dejas intentar explicarte lo que pasó podría… —intentó decir, pero yo la corté para que no pudiera tratar de excusarse.
—¿Un poco de rencor? ¡Ya te di la oportunidad de excusarte! ¡Te mandé cientos de correos electrónicos y no me respondiste a ninguno! ¡Fuiste la primera persona a la que de verdad quise y me traicionaste! Tener un poco de rencor no es ni la mitad de cómo estoy —le grité presa de mi repentino enfado, que aumentaba más y más con cada palabra que salía de su boca. Ella se asustó por mi reacción, algo totalmente entendible. Supuse que tener a un licántropo enfrente y estar rozando el límite de su paciencia era una situación algo incómoda y no solo para ella. Para mí también.
—Lo sé, hice muchas cosas de las que me arrepiento mucho, pero admite que tu reacción al enterarte fue un poquito desproporcionada, ¿no crees? —me replicó alzando el tono y sacando un poco de pecho, dándome a entender que lo que había ocurrido no era para tanto. Pero a mí fue algo que me marcó y me tocó bastante.
—¿Un poquito qué? —grité rabioso y noté como una especie de cosquilleo en la punta de los dedos de las manos y en los pies, acompañado también por un calor que provenía de mi estómago, junto con un dolor tremendo y atroz en mis encías, dentro de mi boca.
En ese instante me di cuenta de que había desencadenado una especie de transformación al ver cómo mis brazos empezaron a cubrirse de pelo y mis uñas se volvían garras. El enfado y el dolor físico hacían una muy mala combinación, así que empecé a golpear árboles y rocas, todo lo que me encontrara y con lo que pudiera desahogarme; pero, lejos de lograr calmarme, lo único que conseguí fue agravar mi enfado aún más.
—¿Qué haces? ¡Para! —me pedía Kika gritando mientras trataba de salir corriendo en dirección a las tiendas. Yo la miré y solo por un instante lo vi todo borroso y desenfocado. Un segundo después escuché a Kika gritar. Cuando pude volver a ver nítidamente me encontraba encima de una chica totalmente inmovilizada y aterrada. La chica tenía tanto miedo que era incapaz de gritar. Solo sollozaba mientras cerraba sus ojos con fuerza—. Por favor… —me suplicaba entre lágrimas, pero realmente no la entendía cuando hablaba. Supe lo que me había dicho por la manera en la que movió sus labios para decirlo. En mi interior pensaba que debería parar, pero cuanto más me resistía a hacerle daño más fuerza hacía contra ella—. Percy, por favor, tú no eres así —dijo mientras sollozaba. Me di cuenta de que intentaba alcanzar disimuladamente el mango de la espada que llevaba envainada en su cinturón, pero le fue inútil intentarlo.
Yo grité, intentando controlar mis acciones, pero de mi boca solo salió un rugido y cuando terminé de rugir dejé abierta mi boca mientras miraba fijamente a su cuello.
En ese momento mi cuerpo y mi mente eran dos cosas muy distintas y a una de las dos no podía controlarla. Al pensar en tantas venas y arterias haciendo circular su sangre empecé a notar hambre, pero un hambre dolorosa, como si llevara meses sin comer nada. Así que poco a poco me fui acercando a su cuello.
«¡Para! ¡Quieto!», me decía mentalmente a mí mismo, pero seguía acercándome más y más a ella. Cuando llegué a estar frente a frente con la chica vi mi reflejo en sus ojos cuando los abrió.A pesar del verde de sus ojos, mi amarillo prevalecía en el reflejo. Justo ahí dudé un poco, porque vi mi cara y era la de un monstruo; estaba cubierta de pelos y arrugas, con la boca abierta y babeante y unos dientes desproporcionadamente grandes. A pesar de todo ello, seguía conservando un poco de humano en mi rostro.
—¡Percy, por favor! ¡Lo siento! ¿Vale? ¡Lo siento mucho! —gritó ella, pero yo no reaccioné. Me quedé inmóvil, mirando mi reflejo en sus ojos bañados y humedecidos por las lágrimas. A pesar de saber que lo sentía de verdad, seguía sin poder soltarla porque algo dentro de mi cabeza me incitaba a probar un bocado. Necesitaba saciar esa hambre que me reconcomía por dentro.
De repente ella se acercó a mí y me besó. Yo no me resistí al principio porque me había quedado algo confuso, pero cuando noté cómo aprisionaba uno de mis labios con sus dientes intenté apartarme. Pero ya no podía separarme de ella sin llevarme mi labio por delante y cuando empecé a notar el sabor amargo de mi propia sangre dejé de sentir rabia y pude empezar a pensar por mí mismo para finalmente, cuando el pelo, los colmillos y las garras desaparecieron, poder ser de nuevo responsable de mis propios actos.
Rápidamente me di cuenta de que seguía encima de Kika y de que me encontraba parcialmente desnudo. Entonces la vergüenza y la culpabilidad hicieron que me quitara de encima de ella y corriera a ponerme mi abrigo de piel, que se me había caído mientras me transformaba.
—Perdóname, Kika… No sé qué me ha pasado —le pedí llevándome las manos a la cabeza cuando recuperé el habla y fui consciente de lo que había estado a punto de hacer.
—Perdonado —respondió ella, que se puso en pie de golpe y empezó a escupir al suelo una especie de mezcla compuesta por babas y sangre—. Pero solo si me perdonas tú a mí antes —añadió cuando terminó de escupir.
Yo asentí con la cabeza y después me senté en el suelo. Me dolía todo, el orgullo también. Aparte de que me sentía muy avergonzado por la situación, me encontraba fatal, como si una apisonadora me hubiera pasado por encima.
—Sé que tenías que hacerlo. De lo contrario, tal vez no hubiera parado y ahora estarías… —intenté decir mientras me llevaba la mano al labio para hacer presión y que se cortara la hemorragia, pero ya se había cortado sola. Era extraño cómo ahora trataba de vocalizar bien todas las palabras e igualmente me trababa al hablar.
—Tranquilo, me lo he buscado yo solita. Tengo que aprender a mantener la boca cerrada y a resignarme de vez en cuando. Pero ya me conoces… —dijo ella mientras se ajustaba