Название | Los hijos del caos |
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Автор произведения | Pablo Cea Ochoa |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418730344 |
Mis ojos, antes marrones como los de Natalie, se habían vuelto amarillos, pero no del color de la miel, sino como el brillo fosforescente de una luciérnaga. Entonces dejé de verlo todo borroso y todos los recuerdos de la noche anterior volvieron a mi cabeza de golpe, lo que me causó bastante angustia y dolor de cabeza. Aun en ese estado, decidí volver a intentar ponerme en pie.
Esta vez no sentí ningún dolor en el muslo, así que asomé la cabeza por fuera de la tienda y junto a las piedras que rodeaban la fogata vi las enormes huellas del lobo que me había atacado la noche anterior. En ese momento me di cuenta de lo que había ocurrido y de que los recuerdos de mi cabeza eran verdad y no imaginaciones por el shock. Intenté razonar durante unos segundos y no me llevó demasiado tiempo llegar a una conclusión, una conclusión que aparentemente parecía algo estúpida, pero que era la única con algo de sentido que se me ocurría. Ahora era un licántropo.
Cuando terminé de contarle todo lo ocurrido a Natalie, ella llegó mucho más rápido que yo a la misma conclusión y empezó a gimotear y a sollozar mientras me miraba con los ojos llorosos e hinchados.
—¿Por qué? —gritó ella tirando al suelo su cuchillo de caza y acercándose a mí para mirarme de nuevo a los ojos—. Debe de haber algo que pueda hacerse al respecto —añadió tras unos segundos—. Pídele ayuda a tu padre, algo podrá hacer. O intenta… —trató de decir ella, pero yo le corté antes de que siguiera hablando con desesperación.
—¿Cómo? Rompí el colgante, ¿recuerdas? Y aunque pudiera hablar con él no me ayudaría. Ya viste cómo es; tanto tú como yo le damos igual —le respondí.
Era extraño ver como Natalie lloraba o demostraba algo de afecto por alguien. Normalmente, ella solía tomar el papel de la insensible y de la que no tenía escrúpulos, pero yo no se lo recriminé nunca. Sabía que perder a toda su familia le afectó a ella mucho más que a mí. Yo tardé unos cuantos días en superar y asimilar la muerte de toda mi familia e hice lo mismo cuando nos enteramos de que éramos semidioses y de que los dioses olímpicos existían. Ella, en cambio, estuvo casi tres semanas sin poder decir una sola palabra por el shock.
Mi compañera agachó la cabeza y se secó una lágrima con la manga de su abrigo. Acto seguido se reincorporó y me miró fijamente a los ojos, haciendo una pequeña mueca irónica. Después se acercó a mí muy rápidamente y me besó de golpe.
De primeras me quedé muy confuso; no entendía bien lo que estaba pasando y estaba siendo demasiada información para mi cabeza en muy pocas horas, pero debía intentar asimilarla como pudiera. Además, el beso de Natalie me dejó completamente descolocado. Yo llevaba enamorado de ella en secreto desde hacía un par de años, desde antes del apocalipsis, pero nunca imaginé que ella pudiera sentir lo mismo por mí.
Cuando Natalie se separó de mí me miró muy preocupada, seguramente por si yo no sentía lo mismo, así que sin dudarlo puse una de mis manos rodeando su cintura para acercarla a mí y coloqué la otra sobre su cuello y parte de su mejilla mientras le devolvía el beso, algo que llevaba esperando desde hacía ya mucho tiempo. Y en ese momento en el que nuestros labios se volvieron a juntar noté que el resto del mundo había dejado de importarme.
CAPÍTULO 2
Reencuentros inesperados
PERCY
De nuevo amanecí y vi que me encontraba tumbado en la tienda con Natalie dormida a mi lado. Nos habíamos pasado todo el día anterior los dos juntos sin salir de la tienda, tan solo para comer. Por suerte, los lobos no se habían llevado la carne del ciervo que habíamos enterrado. Al levantarme ese día sentí como si hubiera recuperado todas mis fuerzas, así que probé a incorporarme y, una vez de pie, me miré de nuevo en el espejito de Natalie. Seguía teniendo los ojos amarillos, con las pupilas dilatadas y estiradas, como las de un gato o un reptil. En cierto modo, me gustaba cómo me quedaban, eran bastante intimidantes, pero no me hacía demasiada gracia lo que significaban. Pero aparté esos pensamientos de mi mente y salí de la tienda para respirar aire fresco.
Era una mañana muy húmeda y fría, eso se notaba en el cielo y en el ambiente, pero yo no sentía frío ninguno. A lo lejos, en el horizonte, se veían nubes oscuras que traerían consigo una fuerte tormenta, pero de momento todo estaba en calma. Se podía apreciar el rocío que había caído esa mañana en las hojas de las plantas, se escuchaba muy claramente el piar de los pájaros, incluso creí ver a un par de ardillas correteando y saltando de árbol en árbol. Me sentía relajado, en paz. Desde siempre me había encantado estar rodeado de naturaleza.
Pero justo cuando iba a volver a inspirar ese aire tan puro sentí como una gran punzada en la cabeza, la cual me dolió durante solo unos segundos. Cuando se me pasó el dolor alcé la mirada y me di cuenta de que lo estaba viendo todo como a cámara lenta. Era una sensación extraña, porque me hacía sentir bien, pero a su misma vez me hacía marearme, algo parecido a la sensación de fumar hierba. Era bastante alucinante; parecía como si lo pudiera ver todo: a Natalie durmiendo dentro de la tienda, a unos conejos escondidos dentro de su madriguera o a las aves que se escondían entre las ramas de los árboles. Y también podía oírlo todo, hasta el más mínimo crujido de las ramas o el aleteo de los pájaros que volaban sobre mí. Incluso el olfato se me había agudizado, aunque olí cosas bastante desagradables.
Este cúmulo de sensaciones nuevas me levantó un dolor de cabeza terrible tras un par de minutos disfrutando de ello, pero me hacía sentir bien al mismo tiempo. Era un sentimiento extraño, que rozaba los límites de lo adictivo. Y yo siempre había tenido problemas con ciertas adicciones antes del fin del mundo.
De repente esa visión y ese oído aumentados desaparecieron. Me empecé a encontrar bastante mal, volví a tener tirones en la pierna izquierda y cuando se me pasó un poco alcé la vista y conseguí divisar algo que me llamó la atención. Y es que a lo lejos se alzaba una nube de polvo que ascendía rápidamente en el cielo. Traté de enfocar un poco la vista para averiguar la causa de tal revuelo y gracias a esa visión tan aguda que me había vuelto de golpe pude distinguir como un grupo enorme de esos lobos tan grandes venía corriendo en mi dirección.
—¡Nat! ¡Nat! —grité mientras volvía corriendo a la tienda con una rapidez digna de las olimpiadas a pesar de mi dolor en la pierna—. ¡Levántate! ¡Tenemos que irnos! —le advertí al atravesar el doble fondo de la tienda.
—¿Qué ocurre? —me respondió ella sobresaltada y recién levantada—. ¿Son inferis? —preguntó mientras buscaba su cuchillo de caza y su arco.
—¡No hay tiempo! ¡Vámonos! ¡Ya! —repliqué sin dejar que ella siguiera hablando. Así que ambos nos pusimos algo de ropa todo lo rápido que pudimos. Yo metí todo lo necesario en una mochila, cogí de la mano a Natalie y salimos corriendo enseguida.
Al empezar a correr me di cuenta de que ambos íbamos descalzos, pero eso tampoco nos importó demasiado. Seguimos corriendo a pesar del dolor que sentíamos al clavarnos piedras en los pies. En ese momento lo único importante era ponernos a salvo.
—¡Percy, detente! No puedo más —me dijo Natalie cuando llevábamos corriendo unos minutos mientras se examinaba las plantas de los pies, que estaban llenas de tierra y empapadas de sangre.
No podía dejarla allí sin más, no después de todo lo que habíamos pasado juntos, así que al ver que los lobos y la nube de polvo se iban acercando y que no podíamos escapar de ellos corriendo, opté por subir al árbol más cercano. Era un árbol grueso y viejo, con muchas raíces que sobresalían en su base y muchas ramas secas pero aún fuertes y aparentemente resistentes, al menos lo suficiente como para aguantar el peso de los dos. Cuando llegamos a una altura considerable nos encaramamos a una rama muy gruesa y nos abrazamos mientras intentábamos calmar nuestras agitadas respiraciones.
Los lobos acababan de llegar bajo el árbol y al ver que el rastro de sangre que dejamos se acababa allí empezaron a deambular por la zona confundidos. Cuando varios pasaron buscándonos