Aleatorios. Sergio Alejandro Cocco López

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Название Aleatorios
Автор произведения Sergio Alejandro Cocco López
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789878720098



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un equivocado de sí mismo. Ella, una ninfa de cabello castaño ondulado, y unos enormes ojos negros que absorbían hambrientos cada destello de la luz del atardecer reflectándolos de forma profunda y fascinante. Pero Melisa tenía un pequeño defecto. La naturaleza la había dotado de una risa que sonaba como el relinche de un caballo. Sin embargo, y a pesar de ese pequeño detalle, era evidente que Melisa era quien con su belleza lograba lo que él con su fútil simpatía no llegaba a alcanzar.

      En algún indefinible momento pero en el instante justo, el círculo cerró. Y por lo tanto el proceso de seducción comenzó a desplegarse de forma plena y natural. Selene se sintió halagada. Era la primera vez que se le acercaba una pareja con el único y evidente motivo de seducirla. Ella estaba dispuesta, ella quería seguirles el juego hasta el final.

      De a poco, Selene fue comprendiendo las reglas que estipulan una conquista, y casi instintivamente comenzó a participar de aquel milenario ritual. En el que aprendió que sería ella la que siempre tendría que interpretar el papel de quien escucha sorprendida, y ríe ampliamente. Respondiendo de este modo a las actitudes de pavoneo de las parejas que quisieran conquistarla. En el transcurso de aquella conversación, Selene enarcaba las cejas en virtud de parecer interesada y estar escuchando. Cuando en realidad su mente solo proyectaba imágenes de ellos tres tomando posiciones para amarse. Como en el relato de un libro erótico, y cuyo escenario sería el compartimiento de algún vagón.

      Con el tiempo aprendió a pulir su rol. Interpretando el papel de quien se deja seducir. Haciendo que su risa simule ser cada vez más sincera, y su mirada más atenta e interesada. También aprendió qué son los otros, “las parejas”, quienes se ocupan de la otra parte del juego, que es la de seducir. Por su parte, ellos pulirán chistes y adornarán sus anécdotas para que sean cada vez más interesantes. Y así, de este modo, seducidos y seductores ocuparán cada uno el lugar que les corresponde. Unos se especializarán en desplegar sus mentirosas plumas de colores, y los otros en fingir que las ven. Cual hipócritas pavos reales en pleno acto de cortejo. Un juego estúpido, pero que ella sabía que tendría que acostumbrarse a jugar.

      Una vez consumadas esas imprescindibles condiciones de conquista, pasó lo que tenía que pasar. Sucediendo tal y como Selene se lo imaginó.

      En el pequeño cuarto de uno de los vagones se consumó todo. Melisa y su pareja la amaron en lugares de su cuerpo que ella nunca imaginó que podían ser tan sensibles a las caricias. Todavía recuerda haber escuchado sus propios gemidos, tan fuertes y salvajes que al principio pensó que pertenecían a Melisa. El gozo que sintió fue inmenso, hubo un poco de pudor y temor al principio. Pero desapareció rápido, ocupando su lugar el placer. También hubo instantes en los que creyó que se desmayaría. Cada vez que abría los ojos, labios diferentes la besaban. Sentía como estar en aquel estado semiconsciente que separa el sueño de la vigilia.

      La experiencia somática y psíquica de estar experimentando el mundo y a sí misma hizo que Selene se pacifique por unos instantes con su condición de Aleatoria. No recordaba cuánto duró todo. Lo único que aún conserva en su memoria es la intensidad del aquel momento, y de cómo su instinto de mujer supo reemplazar con efectividad su inexperiencia en el sexo, guiando su cuerpo de forma irreflexiva y apasionada, audaz y minuciosa.

      Sin embargo, también recuerda la amarga sensación de haberse sentido una tonta a la que habían utilizado. Porque después de lo sucedido, no los vio nunca más. Ellos desaparecieron juntos, teniéndose el uno a al otro. Él, envuelto en un injustificado ego sin límites, y ella relinchando como un caballo. Mientras que Selene se quedaba sola, presintiendo lo dichosos que son quienes nacen en pareja.

      A ella, al igual que para otros Aleatorios, solo le quedaban los recuerdos como única compañía. No obstante, el tiempo también le dio el coraje necesario para superar esa realidad, junto a la posibilidad de conocer otras parejas. Pequeñas aventuras de las que Selene aprendió a asimilar lo nutritivo de cada relación y a desechar el resto... ¿y qué es el resto? El resto es esa falsa sensación de seguridad y amor que le brindaron los primeros orgasmos. Confundiendo carne con esencia. Y siendo víctima de la genuina inocencia del que busca ser amado.

      De lo único que no tenía dudas en un mundo en donde la sinceridad desaparece tan rápido como la capa de ozono era de su fortaleza. O de la que debería aprender a tener para no caer en la depresión y perder de ese modo su autoestima, hasta convertirse en una presa fácil para los chacales espirituales que merodean por el mundo. La vileza y la perversidad, se alimentan y crecen en el interior de algunas personas del mismo modo en que los cerdos se atragantan, engordan, y se revuelcan en la porquería. La única diferencia es que, en el caso de la maldad humana, el chiquero en donde engordan sus grasas es en las debilidades que intuyen en otros seres humanos. Las presas heridas o débiles son las que primero caen. Y en el estómago de los miserables y los canallas siempre hay lugar para un ingenuo más.

      El temple y la seguridad que Selene observó en sus padres habían creado en ella fuertes convicciones las cuales tenían como base conceptos claros. Como por ejemplo, ser autosuficiente y ante todo estar orgullosa de ser quien es. Tener la fuerza necesaria para defenderse de la maldad y al mismo tiempo saber apreciar las virtudes en las demás personas. En ninguna circunstancia debía permitir que esos y otros preceptos de vida fuesen destruidos. Se obligó a sí misma a no dejarse llevar por la autocompasión, pensando que solo quería recibir un poco de ese amor que a otros tan abundantemente les tocaba. O caer en el fangoso conformismo de llegar a pretender de una pareja no más que lo mínimo. O sea un puñado de verdades y promesas cumplidas, y uno que otro proyecto de vida lo suficientemente creíble como para poder levantarse por las mañanas con algo de entusiasmo.

      Ahora la pregunta era: ¿qué diferencia existía entre su resignación a vivir sola, y el conformismo de aquellos Aleatorios y Aleatorias que ella imaginaba dispuestos a perder su dignidad con tal de no lidiar con la soledad? La respuesta a esa pregunta se introdujo en su conciencia con la misma velocidad e insolencia que una pedrada atraviesa por los vidrios de una ventana. No había ninguna diferencia. Vivir sola o vivir con miedo a ser abandonada puede llegar a ser igual de frustrante. O quizás sí había una diferencia, pensó Selene. Y era una diferencia fundamental. En soledad ella siempre pudo elegir y decidir, en convivencia no le quedaba otra opción más aceptar y permitir. Ser mujer, ser Aleatoria y estar sola era difícil. Pero es peor ser invisible ante los ojos de la persona que se ama.

      Le costó, pero aprendió a ser una Aleatoria. Sabía que la lucha en contra de la angustia que le causaba aceptar la soledad en la que había nacido sería una lucha diaria. Pero se conformaba pensando en que esa soledad la hacía sentir segura y le proporcionaba un creciente sentimiento de dignidad y libertad, que estando en pareja ella estaba convencida de que no podría conseguir. Los libros que leyó durante su adolescencia describían el amor como un sentimiento maravilloso y único. Una fuente de energía indispensable para todo ser humano. Sin embargo también lo señalaban como un sentimiento fugaz y doloroso. Pero, claro, esa última característica era algo de lo que ella ya estaba muy al tanto. Es más, esa era la única faceta que pudo conocer del amor, su fugacidad. Para muchos Aleatorios el amor no es más que un sinónimo de debilidad, de sumisión. Un campamento de exterminio para los débiles de carácter. Es por eso por lo que ella se esforzaba en ejercitar los músculos de su orgullo, de su amor propio. No estaba dispuesta dejarse lastimar por nadie otra vez. Había aprendido que el amor es una fuerza extraña y poderosa, y no volvería a cometer el error de subestimarla. Pensando en eso, una noche después de haber visto la película El silencio de los inocentes, se le ocurrió pensar que tanto el personaje como el sentimiento comparten ciertas características; los dos son elegantes y sigilosos, sorpresivos y letales. En ese instante recordó haber leído que para algunos el amor tiene cara de mujer. Entonces reflexiono sobre sus experiencias amorosas, y junto a una semi sonrisa que se le dibujó en el rostro, se le ocurrió pensar que hasta el momento para ella el amor siempre se le había presentado con cara de Hannibal Lecter.