Aleatorios. Sergio Alejandro Cocco López

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Название Aleatorios
Автор произведения Sergio Alejandro Cocco López
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789878720098



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sentimiento vil parece tener un rostro adecuado con el cual camuflarse. Sin embargo los sentimientos puros como el sufrimiento o el amor no se pueden disimular. Se dio cuenta de eso al verse a sí mismo. Reconociendo su propio dolor enfrente de una vidriera.

      Con el tiempo, aprendió que el secreto para parecer normal es no analizarse constantemente a sí mismo, o pensar demasiado. Eso toma tiempo, y las personas se dan cuenta de ello. La gente normal, en general, piensa poco lo que hace o dice, y lo compensa con la falta de atención que les presta a las cosas que dicen o hacen los demás. Eso los dota a todos de una estúpida espontaneidad. Que termina siendo, en definitiva, la forma más eficaz de relacionarse.

      El ajedrez es la analogía prefecta del modo en que el Homos sapiens se relacionan con sus similares. Pensó Oliver. Puesto que lo primero que hacen al conocer a una persona es encasillarla, para luego infravalorarla o sobrevalorarla y así ubicarla en el lugar del tablero que más les convenga de acuerdo a la circunstancia. Por supuesto que, al hacerlo, no se dan cuenta de que ellos mismos a su vez están siendo entregados como ofrenda para que otro avance un casillero más. Para Oliver, este tipo de personas tienden a reaccionar ante otras de forma universal y automática, eligiendo su entorno basándose en lo que ellos mismos quieren representar, o aparentar ser. Por ejemplo, la típica historia. Un hombre común caminando por una calle común. De repente se cruza con otro hombre que tiene un color de piel que a él no le agrada, o quizás sea su religión o su nacionalidad, o todo junto. No importa. Podría ser cualquier motivo. Lo importante es que al instante en que lo ve, el caminante saca unas rápidas y prejuiciosas conclusiones y decide despreciarlo, discriminarlo, y si está a su alcance, hacerle la vida imposible. El caminante sigue avanzando mientras piensa en que si todos tuvieran el color de piel que él tiene, la misma fe y la misma nacionalidad, este mundo no sería tan apestoso. Orgulloso de sus pensamientos decide entrar a un café. Sentados junto a la ventana, un diputado y un ingeniero conversan de la vida. El caminante los observa, analiza y cataloga. En segundos decide que son buenas personas, por lo tanto les ofrece su amistad. Estos aceptan y juntos hablan de los cambios que deberían hacerse para que el planeta sea un lugar digno de personas como ellos. Al salir del café se cruza de frente con una mujer que despierta su espiritualidad y libido por partes iguales. Por lo que decide enamorarse intensamente. Se casan. Con el tiempo el caminante forma una familia con la bella mujer, y se rodea orgulloso de su respetado grupo de amigos, o sea el diputado y el ingeniero. Una linda tarde de sol, descubre que la bella mujer lo engaña acostándose con el ingeniero, y a su vez el ingeniero engaña a la bella mujer acostándose con el diputado. Una historia común que refleja cómo la oscura naturaleza de cada uno emerge sobre el cliché y los erróneos conceptos generales. Una historia que se repite en vida del Homo socialis, de generación en generación, y con cada rotación del planeta sobre su eje.

      Quizás, por estas egoístas y arrogantes actitudes humanas “Ellos” no han intentado hasta el momento darse a conocer a toda la humanidad, pensaba Oliver. Relegando el secreto de su existencia solo a ciertos individuos.

      En ocasiones, Oliver buscaba entre los hombres y mujeres que se cruzaba por la calle a alguien que haya sido elegido igual que él. Ansiaba intuir la chispa del conocimiento entre tantas conciencias dormidas. Pero el aire en la ciudad apesta a cloroformo, y las miradas de las personas no llegan más allá del universo televisado. Cientos de “Yoes” fascinados e identificados nivelándose a partir de sus vestimentas, autos, celulares. Ciegos como termitas, rozándose malhumorados y desafiantes por las veredas de una ciudad ruidosa y asfixiante, corrupta y apática. En la que todo el mundo parece odiarse. Como si fuesen animales rabiosos, siempre predispuestos al mordisco, a la pelea.

      Sin embargo Oliver no culpaba a la mayoría de la gente (o no del todo por lo menos) al seguir siendo tan ignorantes, y cómo esa ignorancia es la causa de que prejuzguen y discriminen a quienes son como él. Oliver estaba más que consciente de que ser un emisario no es una labor fácil, y en ocasiones para nada agradable. Puesto que para muchos el don de poder comunicarse con “Ellos” significa el exilio de la sociedad. Un exilio tácito, claro, pero un exilio al fin. Los perjudica en sus trabajos, en su relación con sus familiares y amigos. Son ridiculizados y puestos en duda constantemente. La gente nunca les cree y piensan que solo pretenden llamar la atención, o directamente los tachan de locos. Pero esta antipatía de la gente hacia los elegidos es en cierto modo comprensible, teniendo en cuenta la mala prensa y la poca seriedad que se le otorgan al tema. Todo eso sumado a la gran cantidad de impostores que pululan por todos lados. Él mismo en una ocasión tuvo la oportunidad de escuchar y ver por televisión el desaforado parloteo de un hombre vestido con ropa militar y el rostro cubierto por un pasamontañas negro. Este personaje aseguraba tener el rango de general en jefe intergaláctico, y estar a cargo de las fuerzas armadas de algún sistema solar. A Oliver esto le pareció ridículo, y no le hizo falta escuchar durante mucho tiempo para darse cuenta de que era un estafador. Era más que obvio que aquel hombre mentía o divagaba. Puesto que “Ellos” no tienen ni otorgan rangos militares. Pero principalmente, porque que la idea de un universo castrense es demasiado… humana.

      Oliver consideraba que todas esas representaciones vulgares no corresponden a un verdadero emisario. Los elegidos, los verdaderos. En general intentan disimular quiénes eran. Pero no por cobardía o vergüenza, sino más bien por la inmadurez y superficialidad por la que están cegados todos los demás. Es por eso por lo que la mayoría eligen estar solos, por más dura e insoportable que se les resulte esa soledad.

      >Y con justa razón<, pensó.

      Pero suponer el motivo por el cual las personas que eran como él hacían lo posible por pasar desapercibidas no respondía las preguntas que cada tanto lo abrumaban hasta sofocarlo, y aislarlo aún más del resto del mundo.

      > ¿En qué momento la humanidad ha ignorando los murmullos de su esencia primaria, esos susurros moleculares que proceden de la parte más íntima y espiritual de nuestro ADN, y que nos vinculan con el universo, con Dios… dejándose llevar en su lugar por las supuestas alegrías materiales y temporales que solo los alejan de la inmensidad y la auténtica felicidad?... Ya no se reconoce la verdadera belleza, ni se siente el llamado fundamental de la naturaleza. <

      Sin embargo, y a pesar de la arrogancia, autocompasión y decadencia que observaba día a día. Oliver no perdía la fe. Aunque la mayoría de las veces, la terquedad, la ceguera y la insolencia del mundo lo enfurecían tanto que no le quedaba otra opción más que aferrarse obstinadamente a sus propias y precipitadas conclusiones. Y entre esas conclusiones estaba el convencimiento de que no hay nada más dañino para el planeta que la gente común. Es verdad que también están aquellos líderes