Feminismo para América Latina. Katherine M. Marino

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Название Feminismo para América Latina
Автор произведения Katherine M. Marino
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786079946555



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Auxiliary. Encabezado por las esposas del secretario de Estado estadounidense y de un experto de la Agencia de Educación de Estados Unidos, el grupo de “auxiliares” contaba con el apoyo firme del Departamento de Estado y de la Unión Panamericana, a pesar de no estar asociado a ellos de manera oficial.28 Buscó miembros de cada una de las naciones del hemisferio occidental, extraídos de las listas de participación en los congresos panamericanos científicos y de la infancia.

      El Women’s Auxiliary surgió en un contexto de gran prosperidad del internacionalismo de mujeres europeas y estadounidenses, imbuido por las creencias progresistas de que la justicia social y la paz en el mundo requerían cooperación entre las mujeres del planeta.29 Jane Addams, una estadounidense reformista social y pacifista internacional, articuló este internacionalismo de género en el encuentro panamericano de mujeres en Washington. Unos meses antes, Addams había presidido el Congreso Internacional de Mujeres que tuvo lugar en La Haya, en 1915, el cual reunió a más de 1 200 delegadas de Estados Unidos y Europa para denunciar la guerra y declarar el apoyo a las reformas y los derechos de la mujer. En el encuentro panamericano, Addams sostuvo que, teniendo en cuenta que las interacciones entre personas de distintas naciones podían ayudar a terminar la guerra y que la interacción natural (de vida social frente a vida política) había estado durante años en manos de las mujeres, éstas tenían una obligación especial con el panamericanismo.30

      Luisi, gran admiradora de Jane Addams, abrazó el Women’s Auxiliary y su principio rector de que las relaciones afectivas entre mujeres podían promover la paz mundial. Sin embargo, Paulina veía una omisión en las metas del grupo. A pesar de que el Women’s Auxiliary promovía la mejoría económica y social de la infancia y las mujeres, no mencionaba el derecho de éstas a votar, que todavía era una demanda controvertida.31 Sin embargo, a escala internacional, América Latina incluida, las reformistas argumentaban que tanto la igualdad de la mujer como la superioridad moral requerían la plena ciudadanía de las mujeres. Los llamados internacionales por la democracia y la autodeterminación mundial, acelerados por la primera Guerra Mundial, también hicieron del sufragio una demanda más apremiante. Junto a interlocutoras y amistades feministas de Argentina que también se unieron al Women’s Auxiliary, Luisi comenzó a buscar un nuevo foro panamericano que asegurara de manera formal y sin reservas los derechos civiles y políticos de las mujeres.

      Las sólidas maniobras de Uruguay a favor del sufragio femenino, a diferencia del resto de los países de América, convencieron a Luisi de que su país podía ayudar a encabezar ese movimiento. En noviembre de 1917, Uruguay impulsó una Constitución que incluía mecanismos para promulgar el voto de las mujeres, prometiendo el derecho al sufragio, aunque debía ser ratificado por dos tercios de ambas cámaras legislativas. Como indica la historiadora Francesca Miller, esto hizo de Uruguay, en teoría, la primera nación del hemisferio occidental en reconocer el sufragio femenino, aun antes que Estados Unidos, donde, si bien algunos estados garantizaban este derecho, aún no había una enmienda federal en el horizonte.32

      En 1919, Luisi fundó una nueva organización: la Alianza Uruguaya para el Sufragio Femenino, con el fin de presionar a funcionarios para que promulgaran el derecho de las mujeres a votar. Como había ocurrido en Europa, donde la organización matriz International Woman Suffrage Alliance [Alianza Internacional para el Sufragio Femenino] (IWSA) se separó en 1904 del Consejo Internacional de Mujeres para reclamar el sufragio, en Uruguay un grupo de mujeres jóvenes progresistas de clase media (no de las élites) se separó de la primera organización fundada por Luisi, la Conamu, para unirse a esta nueva iniciativa de Luisi.33 En el boletín de la organización, así como en el de la IWSA, ella señalaba que, durante los últimos años, el nombre de Uruguay no había tardado en hacerse famoso en los círculos feministas de todo el mundo y que éste había sido el primer país de Sudamérica en iniciar un movimiento por el sufragio femenino.34

      El firme apoyo del nuevo presidente Baltasar Brum al movimiento sufragista reforzó el deseo de Luisi de iniciar un movimiento feminista panamericano con Uruguay al mando. Brum y otros hombres de Estado del progresista Partido Colorado abrazaron la trillada idea socialista del siglo XIX de que la civilización podía medirse a partir de los derechos de la mujer. El sufragio femenino, creían, fortalecería la democracia y el poder de Uruguay en el mundo. En 1920, Brum consultó a Luisi sobre un tratado sobre derechos civiles y políticos de la mujer que él había publicado y se hizo famoso en todo el continente. En sus más de 200 páginas, Los derechos de la mujer. Reforma a la legislación civil y política del Uruguay evaluaba con sumo cuidado los cambios legales que garantizarían derechos igualitarios entre hombres y mujeres en todas las esferas, con excepción del servicio militar. En particular, argumentaba que las mujeres en Uruguay debían gozar de estos derechos, puesto que muchas mujeres ya votaban en algunos estados de Estados Unidos, así como en Inglaterra, Alemania, Dinamarca, Austria, Suiza, Australia y Canadá.35

      UNA CONFERENCIA PANAMERICANA DE MUJERES

      En 1919, Luisi y sus amigas feministas argentinas Alicia Moreau, Petrona Eyle y Sara Justo empezaron a elaborar planes concretos para una conferencia panamericana de mujeres que se llevaría a cabo en Buenos Aires dos años más tarde, en la que se exigiría el sufragio femenino. Buscaban en particular la colaboración de la sufragista estadounidense Carrie Chapman Catt, que mantenía correspondencia con las feministas argentinas, sobre todo con Moreau. Nacida en 1859, presidenta de la U. S. National American Woman Suffrage Association [Asociación Nacional Estadounidense del Sufragio Femenino] (NAWSA), fundadora y presidenta honoraria de la IWSA, Catt era una de las feministas más famosas del mundo. Luisi y sus amigas argentinas estaban convencidas de que la colaboración con Catt y con John Barrett, director estadounidense de la Unión Panamericana, tendría gran importancia estratégica.36

      Aunque la alianza que buscaban con Catt era de tipo instrumental, también estaba respaldada por el sentido de superioridad cultural y racial suscrito por el panamericanismo. Luisi creía que las mujeres estadounidenses como Catt y las mujeres sudamericanas como ella misma estaban conectadas no sólo por lazos de feminidad, sino también por una superioridad compartida como mujeres reformistas blancas e ilustradas de clase media. Como ha señalado el historiador N. D. B. Connolly, gran parte de las ideas comunicadas de manera sutil por la propaganda panamericana incluía argumentos raciales sobre las características de una hermandad internacional.37 Este privilegio de blanquitud se transmitía de manera bien clara en la historia compartida de América promovida por Álvarez y Brum, a quienes Luisi consideraba exponentes del panamericanismo. Ponía énfasis en el derrocamiento del colonialismo europeo en todo el continente y en el progreso hacia la democracia, evitando cualquier discusión sobre el genocidio de los pueblos indígenas durante y después de la conquista o la violencia de la esclavitud hacia las personas descendientes de poblaciones nativas o africanas.38 Mientras que las historias nacionales producidas en estos países borraban estos acontecimientos de la memoria colectiva, sus gobiernos se enredaban en un proceso de blanqueamiento de sus poblaciones a partir de la inmigración europea como forma de progreso racial.39 Cuando Brum hablaba de un panamericanismo “libre de odios seculares y de los perniciosos prejuicios de razas” que invadían Europa, por razas se refería a grupos étnicos o nacionales, como era común en aquella época.40 De manera similar, cuando Paulina Luisi celebraba la raza hispanoamericana, se refería a personas hispanohablantes.41 Ella, Brum y gran parte de las élites latinoamericanas participaban en una construcción cultural de la blanquitud conectada con el panhispanismo y el idioma español. Luisi misma era eugenista. Acabó abrazando variantes latinoamericanas de la eugenesia que promovían programas de bienestar y campañas de salud implementadas por el Estado, al mismo tiempo que interpretaba los problemas socioeconómicos de la región en términos de herencia y degeneración racial.42 El discurso habitual en la época de Luisi sostenía que Uruguay era una república blanca, a pesar de que hacia 1800 un cuarto de la población nacional era africana y afrouruguaya.43

      Luisi y sus amigas argentinas no sólo compartían con Catt una identificación racial como eurodescendientes, sino también una historia teleológica de civilización y progreso, cuyos capítulos más recientes incluían la educación y los derechos de la mujer.