Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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eh...

      Eva, a todas vistas, recibió muy mal el halago, porque inmediatamente devolvió al adulador en respuesta un muy feo recado visual; algo parecido al semblante de un ñowbiñ rabioso a punto de morder. “¡¡¿Pero qué dije?!!” –pensó el receptor del furioso desplante-. El dueño de sus circuitos cabreados –se suponía que por el mencionado problema de configuración- zanjó la incómoda situación.

      -A ver, venga, vamos a lo que vamos.

      Coi salvó aquella subasta de comentarios extraños con otro bien extraño para Ist: tenían una salida, pero por eso mismo estaban siendo perseguidos. Por “la salida” ¿El secretito? ¿Era eso? La provocadora de las efervescencias hormonales se encargó de realzar el misterio. Sí, pero un secreto tan importante que ni él mismo se lo podría imaginar.

      -Eva recomienda prudencia ¿Quieres hablarlo a solas conmigo, descansar un poco?

      -No Eva, no. Estoy bien, gracias.

      ¡Qué demonios...!

      -Recomiendo no te veas influido por los invitados y me acompañes a reflexionar. A solas conmigo podrás decidir mejor. Yo te ayudaré a...

      -¡Eva, posición neutral!

      Eva, Ri, morpho, o fuera lo que fuese aquel ser multirracial, obedeció sin rechistar. Programa habemus. Sarie, liberada de interferencias, prosiguió. La cuestión era si les creería ¿Tendría fe en ellos? Ist ya se había habituado a aquella palabrita y sus variantes. Menudo papelón para un riano. Era como un castigo. El sublime principio hacía rato gozaba de un significado inconcreto, abstracto, irreal. Una broma ¿Entonces qué estaba haciendo? Parecía que lo dirigiesen como un morpho. Se les acercaba una Uno, ¿y ellos afirmaban que un secretito suyo lo iba a solucionar todo? ¿Cuánto tiempo creían que tenían para solucionar eso que decían era tan importantísimo? “Todo el tiempo del mundo” -señaló la muy en exceso encantadorísima Sarie-. El misterio se acentuaba. Pero sin su confianza -ya se lo imaginaba- estaban perdidos. Si les estaba regalando todo su crédito…

      El General pereció haber parado un cronómetro interno de su paciencia. Ya no estaba para más miramientos y tocaba ya aclarar la importancia de la situación, aunque con ello terminó añadiendo más misterio aún. Hablando de regalos: ellos les estaban regalando su secreto. “Muchos matarían por algo así”. Le iba a interesar. Mmmmm, ya se vería. La cabeza de Ist, como un interruptor cómico, alternaba invariablemente la curiosidad con la alegría desbordante provocada por aquellas femeninas formas. Claro que deseaba conocer tal misterio, pero era riano, coño, era riano, y tenía que hacer de figurín militar. Vamos, de lo que le había servido hasta el momento. Para cagarla bien.

      -Yo ya lo he visto y ya lo he vivido muchas veces. Es maravilloso. Lo único que necesitamos es acceder al núcleo del planeta desnudo.

      ¿Se refería al que…? Coi confirmó. Sí, el del armazón desnudo. El que él había rediseñado poco antes. El mismo al que sugería retornarlo a su vacía estructura anterior. Sería necesario, pues albergaba algo indispensable para... Era algo que les podía salvar la vida, y algo más. Y era ahí donde recurría cuando quería activar, lo que estaba en juego en aquellos instantes. Anda con el misterio de los mismísimos, pero si aún resultaba que antes tenían que salvar un problema. “Usted ha recogido una carga hoy”. Ah, claro, se estaba refiriendo al asteroide. Lo que él denominaba como tal, para el General Coi era “una luna”. Una luna que giraba sobre aquel residuo de planeta ¿A qué no se imaginaba de qué planeta se trataba? De planeta tenía poco. Sí, el súpergeneral no lo iba a negar, ahora evidentemente era un eco de lo que había sido; pero hete aquí que levantaba el primero de los misterios ¡Se trataba ni más ni menos que del planeta Origen! El punto inicial desde el cual se había iniciado la diáspora del pueblo riano y de todas las civilizaciones que surcaban actualmente los confines. Ahí era nada. Sarie tenía más información que ofrecerle, aparte de unos bonitos ojos. Lo denominaban “La Tierra”.

      -El punto cero de nuestras existencias. Nuestros ancestros vivían sobre ella de una forma totalmente distinta a la que vivimos ahora.

      Ist se sobrecogió. No sabía qué pensar, y nunca se lo hubiera imaginado ¿Decía la verdad el grupo de charlatanes con galones? ¿Se estaba volviendo loco? Y la Uno por llegar. Y si no mentían, ¿qué clase de misterio encerraba todo aquello? Le miró los ojos... a ella ¿A quién si no? Y confió. Pobre cagón relleno de pervertida testosterona. A ver, en fin, bueno, venga, ¿cuál era el plan? Gie también tenía información, pero su culo en cambio no le generaba ninguna expectación y mucho menos expectativas. A cambio, escuchó atentamente sus explicaciones. Por partes: Ist tenía abordo un gran problema. Sobre todo grande. La luna en su bodega de carga era en realidad una base de generación de códigos de acceso al planeta desnudo. Si no encontraban el codificador, adiós a cualquier plan. Si intentaban adentrarse en el segundo nivel del planeta sin el oportuno acceso, el planetita freiría sin contemplaciones al intruso y parecería más la ñec de una ñec que otra cosa ¿Entendía? Solución: recogían el activador de códigos y posteriormente entraban en el planeta desnudo. Para el General era algo que desde su nave no le ofrecería problema alguno, pero esa era la situación: estaban en la de él.

      Había que concentrarse. “Ist…, demonios, mira para arriba” -se dijo- y miró hacia arriba, pero pasando por toda la panorámica menos donde no debía posarse. Y... ¡Ay Dios...! Si le estaba hablando…

      -Pero esta luna es muy caprichosa. Si detecta intrusión de paso, también se autodestruye ¿Qué se considera intrusión de paso? El acceso en su superficie de una presión más de dos actos. Hace un “bum” precioso-espantoso si uno se queda a descansar. Lo suficiente como para reventar incluso su bonita nave. Otro capricho: una vez en nuestro poder los códigos si no se descifran en cien actos...”bum” también.

      Gie lo enunció muy gráficamente: estaba bien diseñada para joder a uno. Pues entonces Ist tenía bien claro qué hacer. Enviar a un morphoide. Concretamente a su morphoide. Y que no se ofendiese el General, porque los suyos, por muy buenos que fuesen no eran un apéndice de Nave, y Ri, sí. Los brutales cálculos necesarios para descifrar los códigos sólo estaban al alcance de Nave, y estos sólo eran transmisibles entre Nave y Ri, y por supuesto de Ri a él ¿Captaban? Sarie asintió. Coincidía con él. Era la única forma.

      -Si Sarie está de acuerdo, es una excelente idea. Nunca falla. Enhorabuena por su acertada coincidencia, comandante. Yo voy viejo, por eso la tengo a ella. Y a Gie, por supuesto. Pero Sarie… Ahí la tiene, la número uno de su promoción en Thera ¿Thera? ¿Estaba de coña? Era el campamento más grande, que él supiese ¡Noventa millones de cadetes de media! Pero es que además no era una Academia cualquiera. No: era La Academia. De ahí salía la flor y la nata de los oficiales de Ria. “Cuando se licenció eran ciento treinta” –concretó Gie-. Ist dirigió su mirada descaradamente a la número uno, en todo; pero esta vez no hacia los pechos o al trasero, como mandaban los cánones de la hipófisis, sino directamente hacia el cráneo. A ver qué podía haber ahí ¡Pero si era guapa! ¿Entonces? Semejante cosa en un cuerpo tan bonito parecía hasta grimoso. Repelente. Y no se le había caído el pelo ni nada. Si para llegar a ese puesto había que resolver mentalmente en pocos estados operaciones de quinta clase y recitar de memoria y hasta al revés los cálculos de la Teoría de la Modificación de los Estados. No podía ser. Si había notado su tacto de carne y hueso. “Si lo conseguimos, podremos llegar a una urna, nuestro objetivo” –anunció Gie-. Que contenía... ¿”Papel”? ¿Qué era “papel”? Sarie se lo explicó con cierto deje didáctico: “un sustrato bioquímico sobre el cual los habitantes de la Tierra plasmaban signos de comunicación”. Era “materia intacta original”. “Tiempo” -aclaró Coi-. Coordenadas estratigráficas de energía-tiempo-materia. Habían conseguido aislar las tres esencias de la “Partícula Divina”. Podían volver atrás en la Historia ¡El control del tiempo! ¡Vaya, hombre! ¡Ahora sí que comprendía todo aquel revuelo! Ya sabía porque había un enfrentamiento de tal magnitud. Pues menudo premio para el ganador.

      -No estoy dispuesto a que el Comité... Bueno... sí, el Comité... En fin, ejem… No estoy dispuesto a que use este conocimiento sabiendo de su reputación destructiva. Conozco a sus miembros,