Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

Читать онлайн.
Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



Скачать книгу

vooooy a haceeeer picadiiiiiiiiillo!

      ¡Que no hacía falta llegar a esos extremos! ¡Él la prefería naturalmente a ella! Hombre que no; como Eva, ninguna ¿Por qué no le demostraba lo que le quería y le decía el primer código? Qué bien sonaba, pero, ¿qué le daba a cambio? ¿Qué le daba? Pues... Amor. Amor verdadero. Cariño, amistad también. Pero sobre todo amor. Ella sabía. Pobrecita, dudaba. “Es que no estoy muy segura... amor” ¡Esa misma noche le iba a... “eso…” como un loco! ¡¡¡¡El primer código era aa3aa3dn3!!!! Qué atenta y comprensiva. Coi se encaró con el transmisor que le comunicaba con Gie. “Aa3aa3dn3” era la combinación ganadora.

      -¿Cómo sabes que no te he engañado?

      Pues porque había confiado en ella, naturalmente. Pues, mal hecho. En realidad el código era aa3aa3dn4. Coi desesperaba “¡¡Gie, para, para!! ¿Cómo? Pero si todo iba tan bien ¿Qué sucedía? Buffff... el último número era un “cuatro”. Vaya... GIE apartó su dedo de la última tecla, a medio camino de su pulsación y corrigió el dígito. Un haz de luz verde iluminó el panel de acceso de la plataforma. Había funcionado y proseguía. Ist protestó ¿Le iba a engañar otra vez o podía confiar en él? Efectivamente, esa era la cuestión: ¿podía confiar en él? ¿Se creía que era tonta? Ya sabía lo que quería: engañarla y largarse después con aquella “golfa”. Bueno, aclarado meridianamente, pero había un tonto detalle: si el asunto no salía bien, él –su amorcito- también la palmaba. Cosas de la inmensa onda expansiva de la megaexplosión. Por fin pudo captar la intención de quien la demandaba. Eso provisionalmente servía: lo haría entonces por su cuerpo glorioso. Ahora Ist le pedía su palabra; ahora ella le exigía confianza. Código ddd3-nn3-n43. “¿Gie?” -interrogó preocupado al interfono-. Sí, lo oía perfectamente. Entonces sin más preámbulos, tenía que teclear “ddd3-nn3-n43”. “A ver si hay suerte” -le respondió con voz de “igual es la última, amigo”-. Igual no era su día, porque aquello que sonaba era una explosión claramente. Algo que podía comprobar in situ el agraciado con el poco cordial bun. El microvehículo era zarandeado con violencia.

      -¡¡Gie, hijo mío, Dios santo!! ¡¡Voy a matar a esa puta!!

      El “maldita asesina” fue ampliamente superado por un refinado “activaré tu centro de dolor y te daré una muerte lenta” anunciado por una sollozante y destrozada Sarie.

      -Me... me habéis conmovido... Anda, no le hagáis eso al bicho, simplemente he rozado un haz direccional; ya sabéis, un flujillo de energía de tantos. Todo bien. Me dirijo al último nivel a toda velocidad.

      -¿Nadie se ha parado en que no ha habido ninguna repercusión para Nave en forma de boom colosal?

      Estaban las cosas como para dar preferencia al cortex neuronal. Con los nervios a flor de piel, se perdía –hasta Sarie- control sobre la lógica y el análisis racional más elemental.

      -Alguien me debe unas disculpaaaassss. Putilla, ¿Por qué me pones a mi hombre contra mí? ¡¡¡Te voy a destroooozaaaar!!!

      ¡Sí, sí! ¡Todos le debían unas disculpas! Y más él. Se había equivocado ¿Qué tal si se ponía por una vez en el lugar de los demás? Palabras ¿Iba o no a seguir confiando en ella? ¿O tenía que volver a ponerle a prueba?

      Sólo siendo Eva la Nave, y la Nave, Eva, podría entenderse que alguien abriera el compartimento del habitáculo en esos instantes... “Rrs4-444f-n3” ¿Le iban a creer ahora? Sí, a Eva... En persona. Guapa a rabiar, altiva como una reina; y con una apariencia tan extrañamente apacible que hacía presagiar cualquier cosa menos algo bueno ¿Cómo podía ser? A sus pies les arrojaba el decodificador. Había sido muy sencillo. Tanto, que, como le había sobrado tiempo, se había entretenido un poco. Con la tripulación. Pues sí, habían jugado un poco -“qué diver”- a ver cuántas rodajas salían del cuerpo humano. Lo había pasado ¡genial!, aunque tenía serias dudas que a ellos les hubiera terminado por convencer el resultado de la partida. Qué mal presagio. Ist dio una orden a Nave e inmediatamente se desplegó sobre sus paredes un muestrario cambiante de vistas de todas las estancias. Y la visión era simplemente aterradora. Allí donde quiera que se mirase se podía apreciar el efecto destructivo de un demonio. Los tres se llevaron las manos a la cabeza; aquello era indescriptible. Ist ordenó inmediatamente recuento de vida interior. Resultado: cuatro. Pasmo total.

      -Sólo se ha salvado uno.

      Sarie hizo cuentas distintas a las de Ist.

      -No Ist: cuatro. Mi padre, yo, tú… Y Eva. Cuatro. Nave la identifica plenamente como humana.

      Un detalle irrelevante en aquellos momentos. Había asesinado a... “Muchos, putita... muchos. Bueno... a todos” ¿Querían saber? Unos cuantos cientos con sus “propias manitas” y el resto, simplemente los había “gaseado”. Tenía muy buena intención, pues le parecía lo más justo por aquello del -según sus palabras- “agravio comparativo”. Tenían que entender que en Nave sólo había disponible dos plazas, Una para ella, obviamente, y otra para su amor. Su amor… Sí, aquello rebasaba ya lo asimilable, pero aquel era un camino sin opciones.

      -NAVE. Proceso reabsorción cuerpos iniciado. Nave Uno a 1000 pársecs. Contacto.

      ¿Quién hablaba? ¿Nave? ¿Eva? ¿Ambos? Eva sonreía teatral.

      -Aquí Dart, General Dart. Si se rinden ahora, salvarán sus vidas. En caso omiso, los eliminaré.

      -NAVE. Nave Uno ha cortado la comunicación.

      Da gusto cuando uno puede elegir. Morir por un brutal cañonazo de plasma-masa-energía o por el zarpazo de un morpho. Sarie recordó cuán temible era la sonriente.

      -Es nuestro fin. Este morpho no tendrá compasión con nosotros. Sólo tú te salvarás.

      -Llámame Eva, por favor, zorra.

      Ist todavía estaba incrédulo de todo lo que Ri estaba maquinando por su cuenta. Pero no era posible... Era... Era... ¡Era una máquina! Sarie fue la encargada de desengañarlo nuevamente. Es que Sarie parecía saberlo todo. Normal, Thera da mucho de sí. Situación: Eva le parecería una máquina, pero sólo se trataba de una pura apariencia. La prueba era que Nave, se suponía que con independencia “técnica” de su sub producto, había testimoniado su presencia como vida. El padre lo aclaró todo. Había sido fruto de un experimento llevado en el máximo secreto hacía muchos ciclos. Con razón. Ist comenzaba a entender aquel comportamiento tan inusual para un cuerpo programado.

      -Cuéntales vejete. Que sepan quién es Eva antes de morir.

      La invitación invitaba bien, por no decir que invitaba sin remedio de evitarla. Él sólo sabía lo que le había contado Teip. Su amigo y socio. Había colaborado en su diseño, en un principio, hasta que lo había abandonado cuando a un colega, ese Dart que ahora les atosigaba, se le había ocurrido una idea delirante, que increíblemente finalmente era apoyada por todos. Todos excepto precisamente por Teip -claro- que airadamente había despachado el asunto preguntándose a dónde demonios iban a llegar con aquella filosofía de trabajo. Sí, lo recordaba muy bien. Había dicho palabra por palabra “yo jamás sería capaz de confiar en un morphoide y menos confraternizar con él”. Y tras el portazo de rigor, no se volvió a tratar aquel proyecto. Bueno, quizás había sido la excusa perfecta también para él, para centrarse en otro que seguramente valoraba mucho más importante. Eso Coi. Dart, experto en morphos a no va más, lo tenía entre ceja y ceja. Obsesión. Hasta el momento habían conseguido resultados muy prometedores. Sin duda. El morpho cumplía harteramente con todos los objetivos que se habían fijado, pero fallaba en una cosa: el centro de evaluación-decisión. Llegaba un momento que el morpho simplemente se paraba en el momento que no sabía asumir una decisión que entrañara alguna repercusión moral. El bien y el mal. No en vano, ello implica formidables recálculos de experiencias memorizadas, y a su vez, nuevamente todo ello se encontraba sometido a una continua evolución de circunstancias a valorar. Literalmente se colapsaban sus circuitos y había que reiniciarlo cada vez más frecuentemente.

      -¡Gie, ¿estás ahí?! ¡Gie...! ¡¡Aborta la misión por amor de Dios!!

      -NAVE. Conexión manual