El líder más grande de la historia. Augusto Cury

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Название El líder más grande de la historia
Автор произведения Augusto Cury
Жанр Сделай Сам
Серия Biblioteca Augusto Cury
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9786075572611



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de actores en el teatro de la educación. Su participación debería ser aplaudida, incluso aunque su opinión fuera equivocada o insuficiente.

      3 Los alumnos deberían recibir con frecuencia los elogios de los profesores ante comportamientos saludables en el salón de clases, con el objetivo de generar empatía, deleite del placer de aprender, puentes con sus maestros.

      4 El profesor debería enseñar no sólo el conocimiento clásico a sus alumnos, sino los desafíos, las pérdidas y las crisis que los científicos vivenciaron al producirlo.

      5 El profesor debería hacer una pausa en la materia por lo menos una vez por semana para comentar su propia historia, sus dificultades existenciales, sus problemas superados. Pues primero se ama al maestro, y después al conocimiento que él enseña.

      6 Los alumnos deberían ser alentados a ser creadores de conocimiento, a investigar y elaborar el tema de la clase siguiente, aunque estén sumergidos en un mar de dudas y cuestionamientos.

      7 Debería haber música ambiental en la sala de clases para producir emocionalidad y generar placer y concentración, lo que disminuiría el nivel de ansiedad e incluso el síndrome del pensamiento acelerado.

      Según Marco Polo, todas esas técnicas nutrirían el pensamiento antidialéctico, la creatividad, incentivando el debate entre los alumnos, el deleite del placer de aprender y la formación de pensadores. La educación pasaría por una revolución inimaginable. Algunos rectores tragaron en seco al escuchar esas tesis. Querían rebatirlas, pero parecía que Marco Polo los había derrotado. Y el psiquiatra completó diciendo:

      —El estrés en el salón de clases, capitaneado por la enseñanza exhaustiva del pensamiento dialéctico frío, con la exigencia de silencio absoluto y de la postura de los alumnos como espectadores pasivos, está asesinando mundialmente su salud emocional, llevándolos a desarrollar ansiedad, depresión, fibromialgia, cefaleas, enfermedades psicosomáticas. Las escuelas están enfermando colectivamente a los alumnos y a los maestros.

      —¿Estás loco, Marco Polo? ¡Tu cultura te está causando alucinaciones! —gritó Vincent Dell.

      —Quisiera estar loco y que tú y nuestros alumnos estuvieran sanos —y se volvió hacia el resto de los rectores, cuestionando—: ¿Tendrán el valor de continuar con esa educación que asesina a los pensadores y a la salud emocional de sus alumnos?

      El murmullo fue general. Vincent Dell se levantó para expulsarlo, pero Alexander MacGregori, su amigo y rector de otra universidad, lo sujetó y le habló en voz baja:

      —Cálmate, Vincent. No hagas un escándalo. Esto va a parar a Internet. Y eso es lo que quiere Marco Polo.

      —Ya destruyó esta noble reunión —afirmó Vincent Dell. Y no se contuvo. Dio una orden sumaria al psiquiatra—: Retírate inmediatamente de esta sala.

      Alex Molotov, el rector ruso, también apoyó a Vincent Dell.

      —Apoyo tu retirada de este auditorio. Estás queriendo destruir todo el sistema educativo. ¿Dónde están tus pruebas empíricas? Eres un terrorista con traje y corbata.

      —Yo protesto, doctor Molotov y doctor Dell —rebatió la rectora Lucy Denver—. El pensamiento divergente es el cimiento de la universidad. ¿Somos un lugar de intercambio de ideas, o idiotas emocionales? Después de todo lo que escucharon, ¿no pueden reflexionar que nuestro sistema está en jaque?

      —Si el doctor Marco Polo se retira, yo también me retiro —afirmó el doctor Rosenthal.

      Marco Polo ganó algunos minutos. Comenzó entonces a elucidar las dudas del rector ruso.

      —Las pruebas empíricas están patentes en nuestros cerebros, doctor Alex Molotov —y fue contundente—: Supongo que por ser rectores ustedes son intelectualmente honestos y no mentirosos. ¿Sí o no?

      —Es claro que somos honestos —declararon unos.

      —Somos diferentes de los políticos —aseguraron otros.

      Era lo que Marco Polo quería escuchar para aprisionarlos en su propia trampa.

      —Voy a dejar de hablar de temas complejos y haré preguntas simples. Respóndanme: ¿quién es traidor aquí?

      Nadie levantó la mano. No se consideraban traidores, obviamente, aunque algunos engañaban a sus parejas y saboteaban a sus competidores. Entonces Marco Polo fue más claro:

      —¿Quién sufre por anticipación o por el futuro?

      Todos levantaron la mano, a excepción de Vincent Dell, que disimulaba sus comportamientos.

      Entonces el pensador de la psicología concluyó:

      —Pensar en el futuro con la intención de desarrollar estrategias para resolver los problemas que posiblemente surgirán es algo positivo. Pero sufrir por el futuro nos hace traicionar nuestro sueño y nuestra salud emocional. Por lo tanto, sufrir por el futuro, ¿es una actitud inteligente o una idiotez?

      —Una idiotez —respondieron, pues tuvieron que reconocerlo a duras penas.

      —Entonces son idiotas emocionales.

      Algunos se rieron débilmente. Marco Polo continuó:

      —Ya que son honestos, díganme con franqueza: ¿quién repasa constantemente sus pérdidas o rencores?

      De nuevo, muchos levantaron las manos a regañadientes.

      Entonces el psiquiatra concluyó:

      —Rumiar el pasado es remover la basura, la basura mental. Por lo tanto, ¿cómo clasifican esa actitud, inteligente o estúpida?

      Todos enmudecieron. Y fue así como Marco Polo los enredó. Y recordó lo que dijo hacía algunos días a Sofía, que el tiempo es cruel, pero también nosotros somos crueles con el tiempo.

      —Quien sufre por el futuro o rumia el pasado es cruel con el tiempo presente, destruye el único momento en que es posible ser feliz, saludable y sin estrés.

      Todos se callaron pensando en las locuras que cometían. Pero Marco Polo, viéndolos reflexivos, penetró más todavía en sus insanias con el bisturí de las palabras. Tocó una característica de personalidad tan común y tan atroz que estaba destruyendo las relaciones de millones de parejas, de padres, hijos, maestros, alumnos, ejecutivos y colaboradores: la necesidad neurótica de que otros tengan un ritmo cognitivo igual al nuestro.

      —¿Quién tiene dificultad para convivir con las personas lentas?

      Quien no levantó la mano fue porque se olvidó de levantarla o tenía miedo de hacerlo, como Vincent Dell.

      Marco Polo comentó, con buen humor:

      —No es que las personas sean lentas, es que ustedes son demasiado acelerados. Y todas las personas aceleradas aman estresar a los demás.

      Los rectores sonrieron por primera vez ante su propia idiotez emocional. Ellos estresaban a las personas a quienes amaban, queriendo que tuvieran la misma velocidad de razonamiento y de respuesta, presionándolas para que correspondieran a sus altas expectativas. Innumerables hijos, parejas, colaboradores, lloraban por los rincones de la existencia. Convivir con esos intelectuales era un martirio: ochenta por ciento de ellos tenía graves problemas con los hijos, setenta por ciento estaba separado y vivía en pie de guerra con su antigua pareja.

      —Los idiotas emocionales son rápidos para cobrar y lentos para aplaudir, no saben amar.

      Algunos intelectuales casi se desmayaron al escuchar esas palabras. Era mejor que nunca hubieran venido a esta reunión, pensaban otros. Después Marco Polo preguntó quién repetía la misma corrección cuando quería enmendar a alguien. Y casi todos los rectores eran repetitivos, pues siempre había alguien que los sacaba de su punto de equilibrio. Vincent era intratable y autoritario, les repetía lo mismo diez veces a algunos subordinados. Marco Polo fue penetrante como un cuchillo, pero sin perder el bueno humor:

      —Quien repite dos veces la misma corrección es un líder un poco pesado; tres veces