El líder más grande de la historia. Augusto Cury

Читать онлайн.
Название El líder más grande de la historia
Автор произведения Augusto Cury
Жанр Сделай Сам
Серия Biblioteca Augusto Cury
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9786075572611



Скачать книгу

mano, lo levantó a dos metros de altura y después lo bajó con la otra. Fascinados, los presentes se llevaron un susto ante su poder y atrevimiento, principalmente el psiquiatra.

      —Soy la evolución no sólo por la fuerza bruta y por el equilibrio refinado, sino mucho más por mi insuperable cultura académica y capacidad de respuesta lógica.

      El psiquiatra se acomodó el saco y sonrió pálido. Estaba tenso. Pensó que sería hecho trizas.

      —Vamos a acabar con tu complejo de inferioridad, Marco Polo. ¡Perdiste! Tus indagaciones psiquiátricas se refieren a las fragilidades humanas. The Best no las tiene —afirmó Vincent Dell.

      —Equivocado, Vincent. No hice cuestionamientos sobre las fragilidades humanas, sino sobre lo que nos vuelve humanos. Espera, seré rápido —y sin demora cuestionó nuevamente al robot humanoide—: ¿Qué pasaría con las máquinas que poseen algún defecto?

      The Best respondió:

      —Procuraría arreglarlas, es obvio.

      —¡Qué ingenuidad! —comentó Vincent Dell sobre la pregunta de Marco Polo, pues no entendía adónde quería llegar.

      —¿Y si los defectos de esas máquinas no tuvieran solución fácil? ¿Qué harías?

      —Vería los costos y beneficios de emplear recursos para arreglarlas.

      —¿Y si aun así continuaran los defectos? —cuestionó de nuevo el psiquiatra.

      —Sería mejor eliminarlas —afirmó sin titubear el robot.

      Todos los rectores observaban atentamente las interacciones entre Marco Polo y The Best. Hasta ahora las preguntas eran simplistas y las respuestas también. No percibían la complejidad filosófico-existencial detrás de los cuestionamientos. Pero he aquí que el psiquiatra asestó el golpe fatal en las intenciones del doctor Vincent Dell.

      Marco Polo respiró profunda y lentamente y preguntó:

      —¿Y si fueras responsable de cuidar a personas que tuvieran defectos recurrentes en su personalidad? ¿Cuál sería tu actitud? ¿Qué destino les darías?

      El robot respondió con convicción:

      —Sería más lógico y más barato eliminarlas.

      —Felicidades, doctor Dell. The Best es un robot psicópata que eliminaría a buena parte del setenta y cinco por ciento de la población mundial que tiene miedo de hablar en público, de 1.4 billones de personas que a lo largo de su vida desarrollarán un trastorno depresivo, del número incontable de individuos impulsivos, ansiosos, portadores del síndrome del pánico, dependencia de drogas, enfermedades psicosomáticas. ¿Quién quedaría? ¿Nosotros? No, pues, como vimos, muchos aquí son verdaderos idiotas emocionales.

      El rector Vincent perdió el control. Golpeó en la mesa y vociferó:

      —¡Estúpido prejuicioso! ¡Estás en contra del progreso!

      —No exageres, doctor Marco Polo, estás creyendo en la teoría de la conspiración —ponderó el rector Josef Rosenthal, de Israel, amigo del psiquiatra.

      —Ojalá fuera así, mi dilecto amigo. Los robots humanoides, al desarrollar un autoaprendizaje continuo y una autonomía incontrolable, como ya está ocurriendo, lucharán por el deseo más ambicioso de una criatura.

      —¿Cuál? —indagó el rector Pierre Saint’ Ana.

      —¡Superar a su creador! —afirmó Marco Polo. Y completó—: ¡El comportamiento de los Robo sapiens se puede transformar en una fuente de nuevos “Hitlers”, proponiendo la selección de cerebros! —y dio datos que ninguno de los rectores conocía—: En 1929, pocos años antes de convertirse en canciller, Hitler, como el más notable idiota emocional, propuso, en una reunión del partido nazi, eliminar a un millón de niños y jóvenes alemanes “deficientes”, para “purificar” a la nación. Parecía inimaginable que ese líder bizarro conquistara el poder en la tierra de Kant, de Schopenhauer, de Nietzsche, en Alemania, una nación tan culta que había ganado una tercera parte de los premios Nobel en la década de 1930. Pero, en razón de la crisis económica y política, y de los pesados impuestos del tratado de Versalles pagados a los vencedores de la Primera Guerra Mundial, lo consiguió. Y arteramente, poco a poco, sedujo a la prensa y a los liderazgos germánicos, a innumerables jueces, así como a médicos, incluyendo psiquiatras que, actuando como monstruos, fueron responsables directa o indirectamente del asesinato de más de sesenta mil enfermos mentales. Una especie que abandona a sus heridos no es digna de ser viable —remató.

      El doctor Vincent Dell quedó impresionado ante esos datos. Parecía estar convencido de la lucidez de su oponente. En un debate, los maduros se proponen ganar sabiduría; pero los inmaduros quieren ganar la discusión. El rector, despreciando la sabiduría, prefirió ganar la discusión. Rebatió vehementemente:

      —Nos perturbas con tus datos, pero eres un apóstol del pesimismo, doctor Marco Polo. No es sin razón que, como psiquiatra, pertenezcas a la especialidad de la medicina cuyos profesionales son los que más desarrollan trastornos psiquiátricos e impulsos suicidas.

      El rector tuvo una falta de delicadeza supina. Era un hecho que muchos psiquiatras cuidaban con maestría de sus pacientes, pero se olvidaban de proteger su propia emoción. Pero ese hecho nada tenía que ver con el debate. Sin embargo, para los idiotas emocionales, principalmente en la política, se vale usar todos los argumentos para ganar la discusión.

      Y todavía Vincent Dell completó, ahora hablando más alto:

      —Eres incoherente, doctor Marco Polo. Si afirmaste que las escuelas y universidades están formando alumnos desprovistos de habilidades emocionales imprescindibles, y que los métodos pedagógicos están sobrepasados, los maestros también lo están. Pueden ser comparados con la máquina de escribir, de coser y de fotografiar. Por eso serán innegablemente sustituidos por la inteligencia artificial.

      —Dije que estamos formando colectivamente idiotas emocionales no para eliminar a los maestros, sino para valorarlos, para mostrar que ellos necesitan ser reciclados, equipados y educados en términos socioemocionales.

      —Hay más misterios entre la emoción y la lógica de lo que la inteligencia artificial imagina —dijo inteligentemente The Best. Estas ideas salían de su programación, no de su inspiración, motivación o intuición, pero añadió—: Sin embargo, la emoción fomenta toda clase de locuras humanas, de la depresión a las fobias, del egocentrismo al aislacionismo, de la dependencia de las drogas a los trastornos obsesivos compulsivos.

      Vincent Dell y algunos otros rectores aplaudieron la intelectualidad de The Best.

      Pero el psiquiatra fue contundente:

      —Pero lo que nos hace frágiles también nos hace seres humanos únicos e irrepetibles. Sin la emoción, podríamos ser producidos como robots en serie.

      La rectora Lucy y otros cinco presentes aplaudieron al pensador de las ciencias humanas, inclusive los dos chinos, lo que indicaba que la audiencia estaba dividida. Después de eso, Marco Polo completó definitivamente su tesis:

      —Solamente un maestro humano, independientemente de sus fallas e imperfecciones, está en condiciones de educar a un alumno para ser un ser humano empático, afectivo, pacífico, tolerante y generoso. Los Robo sapiens no sienten dolores, miedos, soledades, angustias, ansiedades; por lo tanto, no podrán jamás educar a un ser humano.

      Después de un largo silencio, Lucy ponderó:

      —Necesitamos nuevos modelos pedagógicos para formar líderes emocionalmente saludables e intelectualmente inteligentes.

      —Pero ¿dónde están esos modelos? —cuestionó Josef Rosenthal—. Que yo sepa, actualmente no existen. ¿Existieron en el pasado? ¿Hubo maestros que enseñaron de forma lúcida a sus alumnos a gestionar su propia emoción y a desarrollar habilidades para conquistar una mente saludable, libre, proactiva, sensible, autónoma? Dinos, doctor Marco Polo, ¿hubo algún maestro con tal capacidad?