El líder más grande de la historia. Augusto Cury

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Название El líder más grande de la historia
Автор произведения Augusto Cury
Жанр Сделай Сам
Серия Biblioteca Augusto Cury
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9786075572611



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elementos de seguridad que estaban de pie escuchando el debate comenzaron a toser ante tamaña mentira.

      —¿Quién es insoportable en esta magna audiencia? —indagó Marco Polo, dirigiéndose a los presentes.

      Varios rectores valientes levantaron las manos.

      —Ustedes saben dirigir empresas, pero no saben dirigir la única empresa que no puede fallar: la mente. ¿Cómo podrán ser grandes líderes si son insoportables?

      Los rectores casi se cayeron de sus asientos, y comenzaron a entender que de hecho las sociedades actuales se habían convertido en un hospital psiquiátrico a cielo abierto.

      —¿Y quieren que les pruebe que no se aman a sí mismos, que son sus peores enemigos? —los miembros del público asintieron con la cabeza, a lo que él cuestionó—: ¿Quién se cobra de más a sí mismo?

      Todos se desnudaban ante Marco Polo. Algunos querían salir del auditorio, marcharse, olvidar que habían estado en ese evento. Sin embargo, podrían esconderse en los confines de los océanos o en los picos de las montañas, pero no lograrían huir de sí mismos. Todos levantaron las manos, incluso Vincent Dell, aunque titubeante. Esto llevó al psiquiatra a comentar:

      —Los idiotas emocionales son cobradores atroces de sí mismos, no saben enamorar a la vida, tienen sentimientos de culpa cuando no tienen nada que hacer, lo cual los lleva a evitar desesperadamente la soledad, sin saber que quien detesta la soledad es incapaz de crear. La soledad leve es la madre de la creatividad.

      —Pero ¿entonces somos verdugos de nuestro propio cerebro? —cuestionó la rectora inglesa, Lucy Denver.

      —Correcto. Somos verdugos de nuestra propia salud emocional. Si ustedes, líderes de las grandes universidades del mundo, se automutilan, imagínense a los universitarios. Imaginen incluso a los jóvenes de la generación Y, muchachos que viven todo el día en el mundo digital. Y miren que estoy haciendo cuestionamientos simples, no estoy profundizando ni comentando sobre los síntomas psicosomáticos.

      De nuevo, los rectores estaban a punto del desmayo. Dos comenzaron a pasarla mal. Muchos tenían el síndrome del pensamiento acelerado: eran rapidísimos en su razonamiento, pero al mismo tiempo estaban agitados, despertaban fatigados, vivían con dolores de cabeza, dolores en el pecho, taquicardia, algunos con presión alta. Eran ejemplos clásicos de un idiota emocional.

      Marco Polo comentó también que enseñar habilidades técnicas, pero no instruir sobre las más notables habilidades de gestión de la emoción —ser resiliente, líder de sí mismo y autor de la propia historia— era un error educativo imperdonable. Los alumnos egresaban de las universidades sin preparación, sin saber lidiar con sus propias lágrimas, crisis, rechazos y frustraciones. Y, por fin, habló del síntoma psíquico más grave: el insomnio. Dijo que antes de la era digital, el insomnio era raro, pero ahora se había vuelto epidémico. Casi setenta por ciento de los rectores vivían a base de tranquilizantes. Marco Polo sintió que se mareaba al citar una estadística:

      —Millones de niños y adolescentes están estresados, mentalmente agotados. Para ellos, la existencia se ha convertido en una carga ansiosamente pesada. Ésa es una de las causas que explica el aumento en más de cien por ciento del índice de suicidios entre jóvenes de 10 a 14 años en los últimos años.

      Silencio general en la inmensa mesa redonda. Dos rectores estallaron en llanto, pues tenían hijos que se habían suicidado. Y el psiquiatra trajo a colación un nuevo concepto sobre el placer de vivir, algo que era una de las denuncias que más hacía a nivel internacional:

      —Estamos en la era de los mendigos emocionales, de jóvenes y adultos que necesitan muchos estímulos para alegrarse miserablemente— entonces miró fijamente a Vincent Dell y comentó—: Eres un hombre culto, Vincent Dell, un perito en tecnología digital. Pero ni tú, ni Steve Jobs, que cambió al mundo con su iPhone, imaginaban que la intoxicación digital alteraría el ciclo de la dopamina y la serotonina cerebral, generando síntomas de dependencia más rápidamente que la cocaína.

      Todos se asustaron con esa información. Marco Polo siguió hablando, emocionado:

      —Generalmente, la cocaína provoca síntomas del síndrome de abstinencia después de cuarenta y ocho a setenta y dos horas, mientras que los teléfonos inteligentes generan síntomas después de una, dos o tres horas, como angustia, tristeza, inquietud, bajo umbral para soportar frustraciones, aversión al aburrimiento, insomnio. La era del libre albedrío se pulverizó.

      Y así, de perplejidad en perplejidad se desarrollaban las ideas de Marco Polo. Pero él no tenía idea de que, al tiempo que conducía a los rectores a percibir que el sistema educativo mundial se había convertido en una fábrica de cárceles mentales, Vincent Dell y algunos rectores lo llevarían a caer en su propia trampa. El pez por la boca muere; el hombre, por sus palabras…

      3

       ¿La inteligencia artificial sustituirá a los maestros? ¡He ahí la cuestión!

      El evento entre los rectores llegaba a su fin, y ya nadie sabía nada. Los presentes sólo sabían que habían desnudado sus propias locuras y diagnosticado que eran idiotas emocionales en un alto nivel. Algunos recogían sus pertenencias y se preparaban para salir, para pensar, para repensarse. Marco Polo no sólo había hecho una denuncia muy grave, sino una defensa muy poderosa de sus tesis. De repente, Wong Liu, otro rector chino, ponderó:

      —Estoy de acuerdo con el doctor Marco Polo. La era del libre albedrío y de la autonomía se pulverizó. Las personas eligen su ropa, sus compras y sus comportamientos de acuerdo no con su consciencia crítica, sino con los patrones impuestos por los medios archivados en sus mentes. Las universidades, esas instituciones milenarias tan longevas como las iglesias, deben reinventarse para no desaparecer de la base de la sociedad.

      Era vital crear conocimiento en ciencia básica, pero los millones de artículos científicos alrededor del mundo eran poco importantes, no estaban en sintonía con las necesidades emergentes de la sociedad. Las universidades no provocaban en sus alumnos una rebeldía revolucionaria, saludable y necesaria para emprender, anticiparse a los errores y volverse constructores de startups. Sólo estaban formando espectadores pasivos.

      Eran los jóvenes “locos fuera de la curva” del Silicon Valley y de otros “valles” del mundo quienes habían entendido, aunque no conscientemente, que para ser impactantes, globales, los proyectos debían tener cinco elementos esenciales:

      1 Resolver un dolor o incomodidad física o social.

      2 Tener repetición de proceso pues, de lo contrario, no podrían ser replicados en las sociedades modernas.

      3 Poseer la escalabilidad para ser democrático, pues, sin escala, sólo se atiende a una elite y no al máximo de personas posible.

      4 Basarse en la expansión del pensamiento antidialéctico o imaginativo para fomentar la innovación. Sin imaginación no hay creatividad; y sin creatividad, las empresas envejecen.

      5 Tener directores con un ego cercano a cero para impugnar cuanto sea posible la competencia enfermiza y celosa que sabotea las grandes ideas y a los grandes pensadores.

      Marco Polo investigaba si el hombre más famoso de la historia, Jesucristo, cuya mente, paradójicamente, es la menos estudiada entre las celebridades intelectuales, había observado esos cinco parámetros para construir una gran startup de educación mundial para transformar a la humanidad. Él sospechaba que sí, pero su análisis estaba todavía bajo rigurosa elaboración.

      Al escuchar la opinión asertiva del rector Wong Liu, Marco Polo concluyó:

      —La educación mundial exige un silencio servil, obliga a los alumnos a reproducir datos de los profesores y los vuelve incapaces de aplaudir las respuestas imprevisibles más atrevidas. Millones de escuelas asesinan los sueños, la intrepidez y la rebeldía creativa de centenares de millones de alumnos. Es un desastre sin precedentes.

      Pero Vincent Dell no esperó a que el psiquiatra