Название | La conquista del sentido común |
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Автор произведения | Saúl Feldman |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789507546617 |
Este libro pretende contribuir en la tarea de dilucidar sobre qué fundamentos se ha alcanzado ese éxito y, en otros términos, cómo ha funcionado y funciona en la práctica lo que preocupa a muchos: esa categoría en la que insiste el psicoanalista Jorge Alemán1, “la producción de subjetividad” tal como se presenta en la versión neoliberal macrista, que hace que un nuevo tipo de deseo y emocionalidad desarrollada en sectores populares pueda acompañar un modelo económico, político y social de derecha, democráticamente elegido y cargado por un fuerte odio (el “motor” del macrismo, en términos de Alemán) a todo aquel que se oponga a ese proyecto. Proyecto que fue sostenido con cierto fervor por parte de importantes sectores medios y de bajos recursos, en el marco de una democracia sin alma democrática, demacrada por su vampirización.
Nos ocupamos concretamente de lo que resulta, a nuestro parecer, más próximo a la práctica y a los mecanismos cotidianos de esa producción de subjetividad. Es decir, nos proponemos exponer cómo se ejecuta –retomando un concepto del filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi2− el “trabajo del alma” que el macrismo ha planificado. Este concepto nos obliga a indagar sobre las formas en que se cincela el alma de la gente a través de estrategias retóricas, discursivas, poniendo el alma a disposición de un sistema, el sistema neoliberal.
Usamos el término “cincelar” porque tiene la facultad de subrayar la intención de modelar, pero con un instrumento cortante, filoso, que se impone de manera potente y, necesariamente, supone en esas almas sobre las que va a trabajar una materialidad (el metal, la madera) que ofrece sus características materiales a la intencionalidad de ese objetivo: invadir las almas, cincelarlas en pos de crear allí nueva subjetividad.
Reordenamiento
DEL SENTIDO COMÚN
“ES NECESARIO UN CAMBIO CULTURAL”
El sistema neoliberal, decimos, pone a trabajar colaborativamente el alma de la gente en la misma dirección, haciéndole pensar a cada uno que contribuirá a expandir su libertad, su realización personal, siendo la tarea del sistema, supuestamente, crear las condiciones para que cada uno pueda concretar sus proyectos. Y, por sobre todo, deshacerse de todos aquellos que se opondrían a este diseño en la defensa de intereses políticos del pasado, “de la vieja política”, de aquellos que estarían viviendo a costa de los que trabajan y se esfuerzan y estarían atentando contra una sociedad ordenada y, desde luego, moderna. Y así, alcanzar la felicidad.
Quedó atrás el concepto de “macdonalización”3 que dominó los estudios culturales de los años 90 y que destacaba metafóricamente un modo de organización colectivo, cronometrado y de cálculo en el que se desarrollaba un mundo social colaborativo y completo, informal pero eficiente, joven, en que los propios consumidores se incorporaban al proceso de gestión de un trabajo precarizado, aportando su granito de arena a un sistema que funcionaba como un nuevo paradigma social general, para dejar paso hoy a una mirada distinta: la “uberización” (o la “rappización”, lo mismo da) de la sociedad. Ahora se trata de entrepreneurs que aportan sus propios instrumentos de trabajo (automóvil, bicicleta, teléfono móvil) y “deciden” individualmente su propia autoexplotación en un sistema “conveniente” y “libre”, un modelo que se extiende a todas las formas de producción que lo permiten, y que solo puede desarrollarse en la matriz de un nuevo modelo de producción de subjetividad donde lo colectivo se arma como un sistema de conveniencia temporal, que se presenta como si fuera un sistema de individuación y de identidad personal genuina y diferenciada de la “masa”. Allí está, por fin, expresada la propia responsabilidad sobre la calidad de vida, independientemente de los condicionamientos socioeconómicos que, por acción u omisión, introduzcan las políticas públicas.
Se podría decir que dar cuenta del entramado ideológico de las campañas del macrismo implica “bucear superficies”, afirmación a primera vista paradójica, pero lo decimos así para dar cuenta de la interpelación a un público que, en general, en el plano cultural, ha cambiado sus códigos en forma radical en lo que va del milenio y ha modificado los modos en que maneja su relación con la comunicación y la manera en que elabora la información. Para ese público, la condición “transparente” de la realidad es un hecho4. Todo está ya allí, a la vista, en la superficie. Pero superficial no necesariamente quiere decir simple: la sociedad de la transparencia conlleva una fuerte carga de “positividad” sobre los significantes, con una sensibilidad emocional que se juega mucho en lo expresivo. Que deja atrás el interés por el discurso “complejo” y el contenido “denso”. En esa límpida superficie donde cada uno se entrega voluntariamente, “posteando”, “arrobando”, a la mirada del otro digital, la actividad comunicacional hiperpresente e hiperacelerada es la esencia de la vida cotidiana. Y el desvanecimiento de la frontera entre las estrategias de marketing y la política, algo natural. En este marco, el macrismo se permite utilizar un profuso instrumental de planificación y gestión que actúa en el orden de lo persuasivo, muy familiar a los jóvenes cuadros medios de Cambiemos, que provienen del ámbito empresarial y tienen naturalmente incorporada esa lógica discursiva, y cuyo target es ese vasto universo de personas expuestas voluntariamente en las redes sociales.
Esta sociedad global de la transparencia favorece, entonces, esa producción de subjetividad y posibilita ese trabajo del alma sobre la que se monta el proyecto neoliberal. Ante la explosiva expansión de nuevas tecnologías que favorecen la visibilidad de los actos individuales, adquiere valor la necesidad de nuevas experiencias, de cambio, que prioricen la sensorialidad y las construcciones estéticas, favoreciendo una política del deseo, del individualismo, de la necesidad del disfrute, del valor de la materialidad, todas piezas que forman parte del arsenal ideológico del macrismo y cuyo aparato comunicacional utiliza como armas de persuasión. Lo que ha cambiado es el concepto de “interés”, que ya difícilmente pueda restringirse al campo de lo económico, y que se complejiza en su plano sociológico cultural. Sobre este hecho cultural actúa el mensaje de la cosmovisión neoliberal.
Las “superficies” que actúan como espacios expresivos se imponen como fuentes discursivas frente a la “profundidad” de los planteos intelectuales, del valor de la autoridad, de la política del conflicto. Esa nueva sensorialidad, lejos de representar una modalidad de incomprensión de la realidad, se transforma en la medida de valor que determina la comprensión que se tiene de las cualidades de esta sociedad transparente y de sus lógicas. Es en este marco que se desarrollan las líneas conceptuales comunicacionales del macrismo y entonces cobra sentido el ejercicio de “bucear superficies”. Bucearlas para discernir cómo hizo la “nueva derecha” para generar cierto tipo de empatías con un electorado que le era esquivo, “surfeando” los antecedentes políticos e ideológicos de Macri que, a primera vista, hacían irremontable semejante proyecto. El trabajo del alma a partir de 2007, bajo esos parámetros, adquiere una forma sistemática y planificada. No comenzó, desde luego, en las vísperas de las presidenciales de 2015.
Este trabajo del alma se inscribe en un proyecto que implica un giro dramático en la Argentina, en los modos sociales de concebir la vida, sus objetivos, su sentido, los vínculos con los otros. Este cambio cultural que el macrismo vino a proponer, como capítulo argentino de la sociedad neoliberal global, se presenta como una suerte de manual para “alcanzar la felicidad” personal y colectiva, necesario para que la sociedad argentina sane de sus males.
Como dijimos, el neoliberalismo es una cosmovisión, es decir, una visión general del mundo