Название | La conquista del sentido común |
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Автор произведения | Saúl Feldman |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789507546617 |
El examen de algunas de las frases-ideas que se desarrollaron antes y después para conquistar y luego extender la hegemonía del modelo neoliberal sobre el sentido común revela el fundamento familiar que tienen, esa suerte de información “autoexplicativa” de la experiencia personal y colectiva, y una expresión hiperbólica y general que en última instancia otorga legitimidad a todas esas ideas y argumentaciones, al tiempo que justifica y acrecienta ese sentimiento de odio condenatorio que el sentido común necesita.
La potencia movilizadora y apelativa de una “movida” en el sentido común es el resultado de una articulación entre el fundamento, el objeto y el interpretante de la construcción de que se trate. Es decir, su semiosis social es similar al funcionamiento de un signo. Una propuesta generada para afectar el sentido común tiene a) un fundamento, que es aquello que lo sostiene en su capacidad de representación y apelación. Se trata de sentimientos y emociones básicos, ancestrales como el odio, el miedo, el ansia de poder, la envidia, la búsqueda de seguridad, etc.; también creencias, ideas básicas, que contienen valores que sustentan códigos de identidad de una comunidad, que tienen alcance universal para ella: aquello que es ético y aquello que no lo es, lo que corresponde a una situación y lo que no, etc.; b) un objeto, que son los temas, sintagmas o significados que propone la embestida en el campo del sentido común, que se apoyan en el fundamento que le sirve de sustento y c) el interpretante, que es aquella disponibilidad de evaluación interpretativa que para una cultura dada, un sector determinado de una sociedad, puede tener una propuesta que se quiere imponer en el sentido común.
Las frases e ideas que traemos más abajo adquirieron una fuerte impronta en el campo del sentido común justamente porque lograron una fuerte articulación entre el fundamento, el objeto y el interpretante.
De alguna manera, esta aproximación permite poner el acento en la participación que la gente tiene en el establecimiento del sentido común, en un entramado complejo de sentimientos, captaciones e intercambios.
“Se robaron todo”: Acaso la más eficaz de estas ideas-frases, se apoya en el axioma de que los políticos –los de “la vieja política”− roban. La “información” es, en consecuencia, que el gobierno anterior robó, lo cual constituye una evidencia per se, que es obvia por lo que se “ve”, por lo que “sabemos”. Lo expresivo, lo emocional, opera en el orden cuantitativo del despojo, puesto que se apoderaron de “todo”, con lo que la argumentación se erige como explicación integral de la causa de todos los males de la sociedad.
“La pesada herencia”: Las consecuencias de ese robo son, obviamente, “pesadas”, y el cepo cambiario, los impuestos y retenciones, todo aquello que implica el cercenamiento de una “libertad”, significan que han querido apoderarse de lo que es de “uno”, obligando a que el producto del esfuerzo personal sea cedido, malamente, a una construcción colectiva cuya quintaesencia es la corrupción.
“Hay que pagar la fiesta”: El concepto a naturalizar es que se vivió por encima de las posibilidades del país y de la economía. Que lo vivido y gozado fue una “fiesta” irresponsable, en contraposición a lo que una fiesta debe ser, es decir, un hecho excepcional, que no se corresponde con la cotidianeidad. El máximo exégeta de esa idea-frase fue un funcionario (el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga), quien aseguró que “le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”. “Eso era una ilusión, eso no era normal”, agregó. Un axioma instrumentado para fijar a los sectores medios y bajos en su realidad histórica, que había sido trastocada como parte de una ilusión, una anomalía.
“Las tarifas estaban regaladas”: Una idea-frase que representa en su aceptación colectiva −bastante generalizada, por lo menos hasta fines de 2018− uno de los ejemplos asombrosamente exitosos en el trabajo del sentido común que instrumentó el macrismo, y que derivó en una aceptación relativamente pasiva en contra de los propios intereses, en forma permanente y gravosa, por parte de los propios afectados, que vieron como lógica la argumentación. La magnitud del tarifazo en los servicios públicos multiplicó su costo por veinte y hasta treinta veces en tres años. Es, quizás, el caso testigo de este proceso de razonamiento simple basado en una supuesta “evidencia” que logra instalar una creencia que, además, apela a la culpa y a la propia responsabilidad de los usuarios, escondiendo que las tarifas subsidiadas eran, precisamente, parte de las políticas públicas de redistribución del ingreso, no siempre bien ejecutadas.
“La grieta”: El discurso de la derecha neoliberal y de los medios concentrados consagró su existencia, dividiendo a los argentinos, y producida y profundizada, desde luego, por el kirchnerismo, que atizó supuestamente el enfrentamiento entre amigos, entre familiares, entre todos los argentinos. El debate político quedó desvirtuado; las divergencias basadas en la defensa de intereses contrapuestos, desacreditadas como fenómeno de crispación o intolerancia. La grieta fue instituida como una fisura anormal que hiende una unidad necesaria. Los responsables de engendrar semejante cosa, los que empujaron a los argentinos a esa disputa estéril, insana, debían ser sancionados.
“Íbamos camino a ser Venezuela”: La integración regional, un valioso capital conquistado por los gobiernos populares que durante más de una década rigieron los destinos de varios países sudamericanos, fue estigmatizada con ese vaticinio –al cabo autocumplido, sobre todo en términos inflacionarios−, instalado como verdad incontrastable y destino final que el triunfo macrista habría venido a impedir.
“Los empresarios no necesitan robar y son buenos administradores”: Otra argumentación pueril pero, a fuerza de reiteraciones, instalada en amplias capas de la sociedad y destinada a contraponer la corrupción de los políticos a la prosperidad meritocrática de los hombres de negocios, cuyo éxito en el ámbito privado los habilitaría para administrar la cosa pública con eficacia y, lo más importante, sin meter “la mano en la lata”. En acuerdo con esa lógica inexorable, las cuentas no declaradas de los exempresarios en el extranjero o los “aportes” para quedarse con licitaciones de obra pública forman parte de la dinámica propia de los negocios; la única modalidad del robo condenable es la del funcionario que recibe la dádiva.
“Panelista de 6, 7, 8”: Epítome de la descalificación, sinónimo de arbitrariedad, encarnación de la propaganda política, fue una de las caracterizaciones predilectas del discurso macrista, al punto que el presidente la utilizó en el debate previo para desacreditar al candidato rival. El ataque virulento y gratuito que desarma, rompiendo las reglas de la argumentación política, es un instrumento clave de la comunicación de Cambiemos y de las invectivas de sus funcionarios. Esta frase refiere al programa insignia de la televisión pública durante el gobierno anterior –que, si bien exhibía un fuerte sesgo oficialista, lo que realmente molestaba era la denuncia mediante archivos del pasado y del presente, contradicciones flagrantes y dichos altamente criticables de políticos, periodistas, etc. Logró el macrismo instalar la idea de que era simplemente propaganda política gubernamental “pagada por todos”. Lo que el sentido común absorbió fue que la crítica periodística era aceptable siempre que dominase una retórica “independiente” que se vestía de “crítica objetiva”−, pero ilustra el modo pautado y sistemático de sustraerse al debate concreto de ideas y políticas que practican los dirigentes macristas, a través de la diatriba gratuita, y cómo esa pobre elocuencia se traslada a la opinión pública.
“La Argentina estaba aislada del mundo”: En paralelo a la desintegración de los lazos latinoamericanos, el capítulo local del neoliberalismo global se aprestó a consolidar su alineamiento con los Estados Unidos y los organismos multinacionales de crédito. La idea de aislamiento se logró instalar cuando lo que se hizo visualizar como tal era una política