Páginas sevillanas. Manuel Chaves Rey

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Название Páginas sevillanas
Автор произведения Manuel Chaves Rey
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 4057664159243



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      Hacia el 1755 se renovó el templo de Santa Ana casi por completo, modificándose muchos de sus retablos, añadiéndole algunas imágenes y quitándole algunos nichos y trozos de labores que, según dicen, afeaban las paredes del interior.

      Entre las esculturas de mérito que han existido en Santa Ana merecen citarse: un Cristo llamado del Buen viaje, una Santa Cecilia, un San Miguel, y una Concepción que pertenecía á la antigua hermandad de este nombre.

      En la sacristía se guardan algunas alhajas para el culto de gran valor, que merecen ser vistas por lo acabado de sus dibujos y el mérito artístico que encierran.

      La iglesia de Santa Ana sufrió algunos desperfectos cuando la invasión francesa en 1811, y entonces desaparecieron varios objetos muy estimables, que fueron destruídos por los invasores.

      Las muchas lápidas que en las paredes y en el suelo del templo se encuentran todavía dan á entender que allí se enterraron personas ilustres, como González del Real y sus deudos, la familia de don Lope Sánchez y la esposa del Piloto mayor de los galeones, fundadora de la hermandad de la Concepción que ya hemos citado.

      Para concluir, diremos dos palabras del exterior de la Iglesia fundada por don Alonso X el Sabio. La fachada es de gran extensión; los muros son altos y rematan en azoteas con balaustradas adornadas de jarrones; tres son sus puertas, una de ellas muy curiosa; y la torre, que tiene dos cuerpos, es sencilla y elegante, divisándose desde ella un hermoso panorama, que renunciamos á describir.

       LA GIRALDA

       Índice

      «Torre excelsa, magnífica Giralda, que al cielo alzando la orgullosa frente, ostentas por diadema refulgente de aéreas nubes mágica guirnalda...»

      L. S. Huidobro.

      Fama universal goza este soberbio monumento, admiración de cuantos visitan á Sevilla; y aunque su historia no es á la verdad desconocida, ni sobre ella podemos añadir ningún dato ó noticia nueva, creemos que resultarían incompletos estos apuntes si no dedicásemos algunas líneas á tan magnífica y celebrada Torre.

      La Giralda es objeto de justo orgullo por parte del pueblo sevillano: apenas hay poeta español que no le haya dedicado una frase ó una alabanza; apenas hay artista que no haya trazado sus esbeltas líneas sobre el lienzo ó sobre el papel, y puede decirse que ninguno de los que á nuestra ciudad visitan deja de subir á ella para contemplar el soberbio panorama que ante los ojos se extiende.

      Sevilla tiene en la Giralda su nota más característica: los lienzos, acuarelas, grabados y fotografías que representan esta Torre circulan por toda Europa; y el que lejos de la patria los contempla, siente alegría en su alma y satisfacción imposible de contener.

      ¡Cuan magnífica y esbelta es nuestra Giralda!... la mole de ladrillos se alza majestuosa sobre todos los edificios de la ciudad: en las noches claras y serenas se destaca su silueta, presentando un aspecto fantástico; en los días hermosos, en que el sol la ilumina, su vista no puede ser más agradable y grandiosa, y en las fiestas solemnes, cuando sus veinticuatro campanas lanzan al aire sus repiques, la ciudad se alegra y el sonido de aquellos metales alegra también el espíritu de los sevillanos.

      Según algunos la Giralda fué mandada construir para observatorio astronómico, y según otros sólo servía para alminar de la mezquita. Decretóse su obra en tiempos del emperador de Marruecos Jussuf, que estuvo en nuestra ciudad hacia 1171; fué continuada bajo el mando de Yakub, y se terminó en 1196 bajo la dirección del arquitecto moro Hever, según es tradicional.

      La Giralda estuvo expuesta á ser derribada cuando se ajustaban las condiciones de la entrega de Sevilla; pero gracias al infante D. Alfonso, según dicen antiguos autores, esto no llegó á verificarse.

      Entonces la Torre sólo tenía 250 pies de altura, «un antepecho de almenas dentelladas—escribe Gestoso—coronaba la parte en que al presente están las campanas, en la cual se levantaba otro segundo cuerpo rectangular, cuyo remate lo componían cuatro enormes globos ó manzanas de metal ó bronce», las cuales se describen de este modo en la Crónica del Rey Sabio:

      «Á la cima son cuatro manzanas redondas, una encima de otra, de tan grande obra, é tan grandes, que no se podrían hacer otras tales. La de somo es la más pequeña de todas, é luego la segunda que so ella es mayor empués; la tercera mayor que la segunda; mas la cuarta manzana non podemos retraer de fablar della, ca es de tan gran labor, é de tan grande é extraña obra, que es dura cosa de creer; toda obrada de canales, é ellas son doce, et la anchura de cada canal cinco palmos comunales.»

      En 1396 estas bolas cayeron á impulso de un fuerte vendaval ó de un temblor de tierra, según hemos leído, y muchos años después, en 1568, siendo arzobispo D. Cristóbal Valdés, se construyó el segundo cuerpo de la Torre por el arquitecto Fernando Ruiz, colocándose la estatua de la Fe llamada el Giraldillo, que se debió al escultor y fundidor Bartolomé Morel, quien dió principio á su obra en 1566.

      Está probado que el primer reloj que se conoció en España lo tuvo esta Torre en tiempo de don Enrique III, y no recordamos en qué papel leímos que, habiéndose descompuesto la máquina, permaneció parado cerca de dos años, pues fué necesario traer de Ginebra un inteligente mecánico que supiese arreglarlo.

      El reloj que hoy existe es una magnífica obra, concluída en los comienzos del siglo XVIII por el fraile José Cordero, de la orden de San Francisco, y la campana es la misma que se puso en 1400 á presencia del monarca D. Enrique el Doliente.

      No creemos necesario hacer aquí una descripción del interior y exterior de la Giralda: ¿para qué? se han hecho tantas por tantos autores, que casi tendríamos que seguirlos con sus mismas palabras.

      Sólo diremos, para terminar, que con las obras practicadas en la famosa Torre en 1888 ésta quedó en el mejor estado de conservación, para bien de Sevilla y orgullo de su pueblo y admiración de propios y extraños.

       RECUERDOS DEL REY DON PEDRO

       Índice

      «Si le dan distintos nombres los que analizan sus hechos, de la crítica formando reñidísimo torneo, es porque fué su persona tan grande, que quiso el Cielo que el que vivió siempre en guerra moviera á discordia muerto.»

      M. Cano y Cueto.

      La memoria del Monarca justiciero está tan unida á las historias y tradiciones de nuestra ciudad, que injusto sería no dedicar en estos apuntes un recuerdo al rey más popular de España, y que más han calumniado los cronistas é historiadores, presentándolo como un monstruo sediento de víctimas y capaz de cometer toda clase de excesos y funestos errores.

      La pasión ha conducido la pluma de los escritores á los más lamentables extravíos al ocuparse del reinado de D. Pedro, á quien son menos los que con imparcialidad le han tratado, que los que le han atribuído patrañas absurdas y cuentos ridículos, haciéndose eco de los que corrían en boca del ignorante vulgo.

      Pero la verdadera crítica, investigando con incansable actividad, ha arrojado luz sobre tantas tinieblas, desvaneciendo errores y demostrando que el Monarca á quien se llama Cruel merecía el calificativo de Justiciero, como así lo entendió Felipe II.

      D. Pedro dejó en Sevilla huellas imborrables de su personalidad, las cuales existirán siempre para mantener vivo el recuerdo en todas las generaciones.

      ¡Cuántos edificios, cuántas calles, cuántos lugares nos traen aquí á la memoria la severa y arrogante figura de aquel monarca joven, emprendedor y valiente, á quien sólo pudieron vencer sus enemigos por