El quinto sol. Camilla Townsend

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Название El quinto sol
Автор произведения Camilla Townsend
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786079909970



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esclavas capturadas en alguna guerra, algunas de las cuales eran princesas y podían ser tratadas casi como esposas, dependiendo de las circunstancias, mientras que otras eran mujeres del común; la madre de Itzcóatl era una de estas últimas.11

      Ahora bien, sería un error suponer que la madre de Itzcóatl fue maltratada. Es posible que lo haya sido, pero, dado lo que Itzcóatl logró más tarde, es poco probable. Comúnmente, en toda Mesoamérica, se entendía que los hijos de las mujeres esclavizadas nunca eran esclavos; en realidad, era esencial que esa condición no fuera hereditaria, porque, de lo contrario, muchas ciudades habrían tenido pronto más esclavos que ciudadanos libres y su mundo se habría desgarrado. Así, incluso en sus peores momentos, la madre de Itzcóatl habría sabido que los hijos que tuviera con el tlatoani serían privilegiados y es posible que se haya sentido orgullosa y esperanzada por el futuro de su joven hijo; sin embargo, aun cuando hubiera albergado ambiciones en lo concerniente a él, nunca habría creído posible que algún día gobernaría, porque ese privilegio estaba reservado a los hijos de las mujeres nobles de los altepeme más poderosos;12 no obstante, los tiempos de crisis suelen producir resultados inesperados, y eso es lo que se llegaría a demostrar en ese caso.

      Mientras tanto, el niño llamado Itzcóatl creció esperando servir a su tlatoani, su medio hermano, como un guerrero leal, y así fue: Huitzilíhuitl, el heredero, se convirtió en tlatoani, gobernó exitosamente durante 24 años, conquistó numerosos altepeme más pequeños y vulnerables, y exigió tributo a todos ellos. Los hombres de Tenochtitlan salían de su isla con cierta frecuencia y empezaron a darse a conocer como un grupo unido, armado y peligroso. Antes de partir, bailaban y también cuando regresaban, vistiendo hermosos tocados que los transformaban en bestias aterradoras: águilas, jaguares, serpientes y coyotes. Sus escudos, decorados con plumas iridiscentes, llevaban las imágenes de tales criaturas, aunque también podían incluir un elemento de alejamiento irónico con su alter ego animal, el que, por ejemplo, no representaba a un coyote, sino a un hombre que bailaba como un coyote sobre las patas traseras.13 Esos entusiastas guerreros se aliaban fácilmente con otros para vencer a aquellos que intentaban dominarlos o que poseían recursos que ellos necesitaban con urgencia. Xochimilco e incluso el antes dominante Colhuacan fueron reducidos a altepeme secundarios. En resumen, Huitzilíhuitl comenzó a poner en el mapa el nuevo pueblo de Tenochtitlan y, a partir de entonces, fue convirtiéndose en una pequeña ciudad. En las narraciones en torno a las hogueras nocturnas, la lista de las conquistas de Huitzilíhuitl era larga.

      Podría decirse que la guerra más importante que libró Huitzilíhuitl fue contra Cuauhnáhuac —la actual Cuernavaca—, la región meridional donde el algodón silvestre se reproducía tan fácilmente que la gente había comenzado a cultivarlo y usarlo para hacer telas; era un cultivo valioso, porque el algodón no crecía en las regiones montañosas, y por ello Cuauhnáhuac era un altépetl rico y su tlatoani, un hombre poderoso. Este último tenía también una hija “muy admirable”, la encantadora Miyahuaxíhuitl, Gema de la Flor del Maíz, a quien muchos tlatoque miraban con interés como posible esposa. Los tlatoque de todas partes “la pidieron”, utilizando el término más respetuoso para referirse a una relación matrimonial. Cuando los emisarios de Huitzilíhuitl abordaron al tlatoani de Cuauhnáhuac con ese propósito, éste se burló de ellos. Aunque el pueblo de Tenochtitlan iba en ascenso, no era de ninguna manera la alianza que él tenía en mente para su hija: “¿Qué dice Huitzilíhuitl? ¿Qué le proporcionará a mi hija allí, en medio de las aguas?”, y el tlatoani no pudo evitar un poco de sarcasmo: “¿Acaso la vestiría con las fibras de las plantas del pantano, puesto que hace sus propios taparrabos con ellas?” Después, decidió pasar del habitual discurso circular a un estilo más directo y les dijo: “Vayan. Díganle a su tlatoani Huitzilíhuitl que nunca más volverán aquí.”14

      Después de eso, los narradores de la historia optaron por apartarse de una descripción realista de los acontecimientos; decidieron no detenerse en la carnicería de la guerra que siguió ni en los muchos años que duró, porque, tiempo después, los dos pueblos se convirtieron en aliados:15 era mejor olvidar esas cosas. Por el contrario, recurrieron a un viejo mito nahua para interpretar lo que había sucedido: decepcionado, Huitzilíhuitl se retiró para orar al dios de su pueblo, Huitzilopochtli, que significa “zurdo de patas como un colibrí”, el cual, por lo tanto, tenía los poderes especiales asociados tanto con los zurdos como con el colibrí suspendido (y temible) en el aire, y estaba especialmente vinculado al tlatoani Huitzilíhuitl, cuyo nombre significa “pluma de colibrí”. Como siempre, el dios le dijo al suplicante lo que debía hacer y naturalmente Huitzilíhuitl procedió a hacer lo que el dios le había indicado: “Se plantó dentro de los límites del tlatoani de Cuauhnáhuac y, después, disparó un dardo —una caña bellamente pintada y elaborada maravillosamente, en cuyo centro tenía insertado un jade precioso, el más valioso y el de resplandor más brillante—; el dardo cayó en medio del patio donde estaba confinada la doncella Miyahuaxíhuitl.” La joven se maravilló y lo recogió, y, sintiendo el poder de la piedra y experimentando un extraño deseo por ella, de repente se la echó a la boca. Hipnotizada, la joven se tragó accidentalmente la preciosa gema y —al igual que otras jóvenes en muchas otras historias antiguas de los indígenas americanos— concibió un niño.16

      Según parece, los narradores nahuas de la historia y su embelesado auditorio dijeron en ese momento que la broma le fue jugada al orgulloso tlatoani de Cuauhnáhuac: su amada hija había sido engañada y tendría un hijo de un padre que de ninguna manera habría elegido para sí, pero reconocieron que la situación estaba repleta de ironía: la encantadora Miyahuaxíhuitl pudo haber derramado lágrimas esa noche, pero la muchacha aparentemente impotente al final volvería en sí: su hijo, después de todo, recibió el nombre de Moctezuma Ilhuicamina (que más tarde sería conocido como Huey Moctezuma o como Moctezuma el Viejo)17 y estaba destinado a gobernar a los mexicas y a muchas decenas de miles de otras personas.18

      Ahora bien, por el momento, en el complejo del palacio de Tenochtitlan, Huitzilíhuitl, el huey tlatoani de los mexicas, probablemente no prestaba mucha atención a un niño nacido de una mujer de Cuauhnáhuac tomada en la guerra. Encabezaba a su gente de la manera más eficiente posible en una serie de campañas militares con el propósito de ampliar el territorio que gobernaba, y pudo tener tanto éxito gracias en gran medida a que, bajo su mando, Tenochtitlan se había convertido en un cliente, por así decirlo, de la que en esos momentos era la ciudad-Estado más poderosa de la región: el huey altépetl era Azcapotzalco, la ciudad-Estado del pueblo tepaneco, un grupo de nahuas que habían llegado mucho antes que los mexicas y dominaban los bordes occidentales del gran lago del centro del valle.19 Después de cada victoria, por supuesto, los tepanecas tomaban las mejores tierras para ellos, pero una buena parte la reservaban para su altépetl asociado, Tenochtitlan, o, si los vencedores decidían que los vencidos no debían perder sus tierras sino pagar tributo, a algunas aldeas se les pedía que les pagaran a los tepanecas a partir de ese momento y a otros se les ordenaba entregar bienes a los mexicas. No se sabe con certeza por qué los mexicas fueron elegidos el altépetl asociado favorito; probablemente la naturaleza pantanosa de su territorio insular les permitía desplazarse con mayor facilidad que otros pueblos: dado que no tenían mucha tierra cultivable, no estaban tan vinculados a los ciclos de la siembra y la cosecha. Ninguna ciudad del centro de México tenía un ejército permanente; todos los hombres eran guerreros potenciales y debían mezclar la lucha con la agricultura; sin embargo, los mexicas vivían tanto de los peces, los huevos de aves y las algas como del maíz, lo cual significaba que, para empezar, eran relativamente pobres en comparación con otros y contaban con una alimentación menos nutritiva; por lo tanto, dada la colaboración estrecha con los tepanecas, que eran un pueblo altamente agrícola, su capacidad de desplazamiento en cualquier época del año les daba una especie de poder.

      Sin sorpresa alguna, dada la relación política de dependencia, Huitzilíhuitl tomó como novia a una muchacha de un pueblo de los tepanecas y la hizo su esposa principal, lo que significaba que se esperaba que sus hijos gobernaran después de él20 (el pueblo se llamaba Tlacopan y más tarde sería un lugar importante; los españoles, que no podían pronunciar ese nombre, lo convirtieron en Tacuba). Cuando Huitzilíhuitl murió, Chimalpopoca, Escudo Humeante, uno de los hijos de la esposa tepaneca de Huitzilíhuitl,