Название | 20 preguntas que Dios quiere hacerte |
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Автор произведения | Troy Fitzgerald |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789875678194 |
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1 William Barclay, The Mind of Jesus (Nueva York: HarperCollins, 1960), pp. 127, 128.
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“¿Dónde están los que te acusaban?”
Capítulo 2
Identidad perdida o recibida
“Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle.
“Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
“Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Ederezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
“Ella dijo: Ninguno, Señor.
“Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:1-11).
En el libro Don’t Just Stand There, Pray Something [No te quedes allí parado, ora algo],2 Ronald Dunn cuenta la historia de una mujer que sale de un centro comercial en busca de su auto. Al llegar al auto, descubre que las llaves descansaban seguras en el encendido, y las puertas, por supuesto, cerradas. Al pensar en el pastel que dejó en el horno en casa, frenéticamente trata de subirse. Entra corriendo al centro comercial en busca de una percha de alambre... porque todos saben que una percha puede abrir un auto. Con una mirada de determinación sale de estampida del centro comercial nuevamente, con una percha de alambre. No sabe realmente qué hacer, pero como es una mujer de fe, comienza a orar. En un minuto se acerca un hombre. Cabello despeinado. Sin afeitar. Tatuado. Usa vaqueros rasgados y una camiseta acribillada de agujeros. Si bien podría haber parecido peligroso para algunos, ella ve algo diferente.
–¿Usted sabe cómo usar una de estas? –pregunta ella, extendiéndole la percha a él.
–¿Esta es una trampa? –él la mira con sospecha.
Ella le explica.
–Me quedaron las llaves adentro del auto, y necesito llegar a casa. Dejé un pastel en el horno.
Con una mirada heroica en el rostro, él toma rápidamente la percha y salta hasta la puerta del conductor con una destreza felina. Como un habilidoso ingeniero, transforma la percha en una herramienta de precisión. Es como si la hubiese hecho para ganarse la vida. Con algunos movimientos rápidos y fluidos, la traba salta, él abre la puerta y le presenta el auto abierto con una cortés reverencia.
Ella está tan llena de asombro por la habilidad de este hombre que exclama:
–¡Alabado sea Dios! Usted es un hombre bueno. Debe ser cristiano.
Bajando la mirada tímidamente, responde:
–Señora, no soy un buen hombre, y decididamente no soy cristiano. Acabo de salir de la cárcel por robar autos.
Sin inmutarse, ella exclama:
–Bueno, ¡alabado sea Dios por haberme enviado un profesional!
Quizá conozcas a alguien así, una persona que ve las virtudes más positivas de cada uno. La mayor parte del tiempo no vemos lo mejor de las personas; vemos lo peor. Si existen dos verdades que están profundamente arraigadas en nuestra experiencia humana, son nuestra necesidad de justicia y nuestro amor de misericordia. Amamos la justicia cuando alguien que la merece la recibe, y abrazamos la misericordia cuando nosotros, que la necesitamos, la recibimos.
Por ejemplo, consideremos algunos criminales condenados que caminan por las calles de hoy: Gregory Wallis cumplió 17 años de una sentencia de 50 años; Michael Anthony Williams cumplió 23 años de una sentencia de prisión perpetua; y Alejandro Fernández cumplió 10 años de una sentencia de muerte. ¿Cómo te sientes al saber que estos hombres fueron condenados por crímenes violentos y que cumplieron menos de la mitad del tiempo?
Actualmente están en la calle caminando libremente, como debe ser. Estos hombres fueron liberados, no prematuramente, sino mucho después de lo debido porque fueron condenados sobre la base de identidad equivocada y, en algunos casos, por falso testimonio. Fueron exonerados solo después de realizar pruebas de ADN con nueva tecnología, gracias al ferviente esfuerzo de una organización llamada Innocence Project [Proyecto Inocencia]. Recientemente, más de doscientas personas que fueron condenadas falsamente, sentenciadas y que cumplieron sentencia fueron puestas en libertad.
Nuestra sed de justicia y nuestro amor por la misericordia son primordiales por lo que somos como seres humanos. Pensemos en las historias de nuestra vida cuando experimentamos la gracia, y además consideremos los momentos en que nos pusimos totalmente de parte de la justicia. ¿Cuál es la conexión, si la hay, entre estas dos experiencias? Si alguna vez hubo un evento en la Biblia que transmitió un mensaje de justicia y misericordia, es en el capítulo ocho del Evangelio de Juan. Surgen varias cosas de esta historia, y demandan cuidadosa atención.
Primero, Jesús está enseñando a la mañana temprano en el templo, donde se enseñaban y ejecutaban las mismas leyes y sistemas de aprendizaje sobre la salvación. Segundo, de acuerdo con la ley judaica, el que es testigo debe arrojar la primera piedra. Una cosa es acusar a alguien de un delito que merece la muerte, pero es una experiencia aleccionadora convertirse en parte del proceso de ejecución.
Ocuparse de los testigos falsos demandaba la siguiente acción: “Los jueces inquirirán bien; y si aquel testigo resultare falso, y hubiere acusado falsamente a su hermano, entonces haréis a él como