Название | 20 preguntas que Dios quiere hacerte |
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Автор произведения | Troy Fitzgerald |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789875678194 |
20 preguntas que Dios quiere hacerte
Encuentros con la Deidad que cambian la vida
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TROY FITZGERALD
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ASOCIACIÓN CASA EDITORA SUDAMERICANA
Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste
Buenos Aires, República Argentina
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Título del original en inglés: 20 Questions God Wants to Ask You, Pacific Press Publishing Association, Nampa, Idaho, E.U.A., 2008.
Dirección editorial: Martha Bibiana Claverie
Traducción: Claudia Blath
Diagramación y tapa: Nancy Reinhardt, Nelson Espinoza
Publicado en la Argentina - Libro de edición Argentina - Published in Argentina
Primera edición
MMXI
Es propiedad. Copyright de la edición en inglés © Pacific Press® Publishing Association, Nampa, Idaho, USA (2008). Esta edición en castellano se publica con permiso de los dueños del Copyright. Todos los derechos reservados.
© Asociación Casa Editora Sudamericana (2009).
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-567-819-4
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Fitzgerald, Troy
20 preguntas que Dios quiere hacerte - 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2011.
E-Book.
Traducido por: Claudia Blath
ISBN 978-987-567-819-4
1. Espiritualidad cristiana. I. Claudia Blath, trad. II. Título.
CDD 248.5
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Publicado el 22 de septiembre de 2011 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
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Dedicatoria
Este libro está dedicado a Cameron, mi hijo primogénito: Tu amor por Dios es muy real, y siempre me sorprendo por la manera en que respondes a la voz del Señor en tu vida. Eres una inspiración para mí; y si bien siempre seré tu papá, me siento honrado de tenerte como amigo. Que tus respuestas a las preguntas de Dios siempre te guíen a un amor más profundo y a la fidelidad duradera.
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Introducción
El objetivo del juego Veinte preguntas es descubrir la identidad de un objeto haciendo preguntas que dan lugar a una respuesta por “Sí” o por “No”. Cada respuesta, por identificación y eliminación, funciona como una pista en relación con lo que puede ser el objeto. Afortunadamente, las reglas establecen que los jugadores deben deducir la identidad del objeto en no más de veinte preguntas. (Me alegra que sean veinte preguntas y no cincuenta.)
Pienso que el juego es fastidioso. Hay algo reconfortante y eficaz en una respuesta directa. Nada de adivinanzas, nada de insinuaciones; solo comunicación directa y clara sin giros ni matices. No me interesa unir los complicados pedazos solo para obtener una simple respuesta. La única cualidad que salva el juego es que los jugadores se vean forzados a formular preguntas reflexivas para obtener más información.
En este libro, en cambio, es Dios quien hará las preguntas. Y no es un juego; de hecho, responder estas preguntas puede transformar tu vida.
Las preguntas son lo que yo llamo las herramientas del poder de la comunicación humana. Las preguntas están cargadas del poder que motiva a la gente a tener toda clase de reacciones:
Las preguntas provocan:
–Ah, sí, ¿qué vas a hacer con esto? –pregunta el matón en el patio de recreo.
Las preguntas invitan:
–¿Te gustaría salir este sábado de noche? –le suplica el joven a la señorita.
Las preguntas investigan:
–¿Dónde estaba usted a las once de la noche el 27 de julio de 2005? –el oficial le pregunta al sospechoso.
Las preguntas desautorizan:
–¿Es verdad que ella no tiene ninguna experiencia en administración? –pregunta el compañero de trabajo en la sala de descanso.
Las preguntas examinan:
–¿Por qué quieres cambiar tu especialidad? –le pregunta la sabia madre a su hija confundida.
Un poderoso atributo de las preguntas es que a menudo transmiten un mensaje en vez de recopilar información. Por ejemplo, cuando mi padre me advertía sobre mi mala conducta, me preguntaba:
–Troy, ¿quieres una paliza?
¿Qué clase de pregunta es esa? Es cierto que las advertencias a menudo vienen camufladas con apariencia de pregunta, porque una pregunta es un método más eficaz de obtener una respuesta.
Quizás el mayor valor de una pregunta es que busca la verdad. Indagar es una de las partes más activas del lenguaje, y posiblemente el componente más poderoso de la comunicación humana. Los médicos hacen preguntas a los pacientes; los abogados interrogan a los testigos; los niños les preguntan a los maestros; los padres cuestionan a los adolescentes. La vida está salpicada con la búsqueda de lo que es real, verdadero y auténtico. Y nadie ha sido más cuestionado que Dios.
Durante siglos los seres humanos se han cuestionado, en voz alta, los curiosos pensamientos que saturan sus mentes. Yo soy uno de ellos. Es natural que cuando no tenemos toda la información nos hagamos preguntas. La muerte trágica de un niñito vapuleó a mi comunidad, dejando a la gente dolorosamente confundida y enojada con Dios. Al final del funeral, un miembro de iglesia me dijo:
–Tengo algunas preguntas que hacerle a Dios con respecto a esto, pastor.
Yo también las tenía. Para mí es casi imposible explicar el desastre; pero ¿y Dios? ¿Por qué Dios no responde directamente las preguntas de la humanidad? Sin adivinanzas. Sin Veinte preguntas. Respuestas directas para los que desean saber.
Desdichadamente, Dios no va a descender personalmente para ocupar el banquillo de los testigos ni presentarse en la tribuna de prensa para un evento mediático. Creo que debe haber algo más importante para Dios que responder nuestras preguntas.
Consideremos las preguntas que Dios nos hace. ¿Qué quiere saber Dios? ¿Qué respuesta directa busca Dios de nosotros? Más importante que nuestras preguntas dirigidas Dios podrían ser las preguntas que él nos hace a nosotros. Tal vez, el secreto de un caminar más profundo con Dios yace en nuestras respuestas a las preguntas que Dios nos plantea. Hay cientos de esas preguntas registradas en la Escritura. Las preguntas de Dios desafían la mente y exponen la voluntad. Cuando Dios pregunta, podemos estar seguros de que lo que Dios quiere es una respuesta honesta, y tal vez sea solo eso lo que necesitemos.
Las preguntas que Dios hace se convierten