a la perfección. Así que le di una botella de agua.–Mira los ingredientes y dime lo que no hay en el agua –le indiqué.Inmediatamente invirtió la botella e hizo una pausa pensativamente, luego sonrió y se volvió a sentar en la silla mirando el techo y sacudiendo la cabeza.–Creo que entendí –me dijo.Cuando algo es considerado puro, en realidad significa que “tiene un solo ingrediente”. De nuevo, el llamado de Jesús al amor perfecto es un camino para algo que hacemos, no algo que no hacemos.Aunque hay sectas de cristianos que se han propuesto llevar una vida intachable, ellos también se equivocan. Pero un creyente es maduro –perfecto– cuando actúa con gentileza, da generosamente, piensa compasivamente y ora fielmente por la persona por la que es difícil orar.Una segunda cualidad revelada en las preguntas que hacía Jesús es que el amor perfecto es eficaz. Algo es téleios, o perfecto, si alcanza el propósito para el que fue planeado. Nosotros somos perfectos cuando alcanzamos el propósito para el que fuimos creados. Si tenemos un tornillo flojo (y algunos sugieren que esto es cierto en muchos sentidos), lo que se necesita es un destornillador adecuado. El mango tal vez no sea de nuestro color preferido; tal vez no se ajuste bien a la forma de nuestra mano; de hecho, la punta puede estar roma y ni siquiera ser del tamaño exacto de la cabeza del tornillo. Pero, si el destornillador efectivamente ajusta el tornillo, es téleios. Funcional. Eficaz. Útil para el propósito deseado.Al final de la vida, hay muchos que se arrepienten del curso de su vida porque sienten que tenían un propósito mayor para vivir que el que eligieron. Después, hay otros que tal vez se lamenten por algo específico, como fechorías u oportunidades perdidas, pero tienen paz porque su vida sirvió a un propósito que fue noble.Consideremos al apóstol Pablo en sus momentos finales, un hombre que no fue intachable de ningún modo pero perfecto en significado: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Tim. 4:7). Pablo tenía paz por la manera en que había cumplido un propósito significativo y eficaz en su vida. Su confianza nos recuerda la perfección a la que Cristo llama a sus seguidores: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:44, 45). “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1).Leamos el siguiente pasaje de Efesios, y notemos el glorioso propósito para el que fuimos creados y redimidos:“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efe. 1:3-14).Es importante considerar nuestro propósito a la luz de la creación y de la redención, porque nuestra redención supone que somos de todo, menos impecables. Pero la tesitura general del pasaje es un hermoso cuadro del propósito final de Dios para con nosotros.Finalmente, las preguntas que Dios hace captan cuán extraordinario es el amor perfecto. Según Jesús, el amor humano común es esperable, mientras que el amor extraordinario es distinto, y solo puede provenir de una conducta divina.“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos... Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mat. 5:43-47).La palabra “amar” en este pasaje no implica amistad, afecto ni pasión. El amor ágape es al que se refiere William Barclay como una “bondad inconquistable” y una “buena voluntad invencible: procurar el bien supremo de los demás sin importar quiénes sean ni lo que nos hagan”.6Jesús nunca nos pide que amemos a nuestros enemigos del mismo modo que amamos a nuestros padres, amigos o compañeros. El amor ágape extiende la gracia y la buena voluntad a las personas que no las merecen y, en muchos casos, ni siquiera las piden.No conozco a ningún padre en la actualidad –creyente, interesado en la verdad o cínico– que no ame a su hijo hasta el punto de dar su vida para salvarlo. Esta es una característica básica común de las personas creadas a la imagen de Dios.Jesús declara: “Es fácil”, por lo tanto, ¿qué te diferencia del resto del mundo? ¿Cómo brilla el rostro glorioso de Dios a través de ti de manera que te caracterice como hijo del cielo?En 1995 ocurrió algo notable:Se produjo una escena en Burma, ahora llamada Myanmar, que cincuenta años antes nunca nadie podría haberse imaginado. Ocurrió en el puente sobre el río Kwai. Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército japonés había forzado a los prisioneros de guerra aliados de Gran Bretaña, Australia y los Países Bajos a construir un ferrocarril. Los soldados japoneses cometieron muchas atrocidades, y unos 16 mil aliados prisioneros de guerra murieron construyendo lo que se había dado en llamar el Ferrocarril de la Muerte. Pero, después de la guerra, un ex oficial del ejército japonés llamado Nagase Takashi emprendió una campaña personal para instar a su gobierno a admitir las atrocidades cometidas. Después de muchos años de esfuerzo, el resultado de su cruzada fue una breve ceremonia en 1995, en el puente de infausta memoria. De un lado del puente había cincuenta japoneses, incluyendo cinco veteranos de guerra, y el señor Takashi. Dieciocho maestros de escuelas del Japón llevaban doscientas cartas escritas por niños, que expresaban tristeza por lo que había ocurrido durante la guerra.Del otro lado del puente había representantes de los soldados aliados: dos soldados de Gran Bretaña que declararon por fin acabada la cuestión de hacía cincuenta años atrás; una joven de Australia que fue a pronunciar, póstumamente, el perdón de su padre; el hijo de un prisionero de guerra que fue a hacer lo mismo; y estaba el australiano David Barrett, de 73 años, que expresó que hizo el peregrinaje porque sentía que continuar odiando lo destruiría. Los dos grupos comenzaron a caminar por los tablones angostos del negro puente de hierro. Cuando se encontraron en el centro, se dieron la mano, se abrazaron y derramaron lágrimas. Yuko Ikebuchi, un maestro de escuela, les entregó las cartas de los niños japoneses a los veteranos, y llorando dio media vuelta y se fue corriendo sin decir una palabra.7Una historia así reproduce el rostro de Dios de un modo inequívoco, intrínsecamente extraordinario. Perfecto. Quizá lo que Jesús está diciendo en este pasaje es que la gente nunca será más perfecta que cuando despliegue incondicionalmente la buena voluntad y la benevolencia. Podríamos asemejarnos a Dios de muchas maneras, pero amar a nuestros enemigos expresa el rostro de Dios con vívida claridad.Cuando observo las fotos de mis hijos cuando eran bebés, no puedo distinguir a quién se parecen esos niños, pero a medida que crecen y maduran, sus rostros tienen un parecido innegable con mamá y papá. Así es con nosotros. Somos perfectos, más parecidos a nuestro Padre celestial, cuando tomamos el mismo camino en la forma de relacionarnos con nuestros enemigos. Jesús también agregaría: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).Así que, ¿es razonable esperar que la gente ame a sus enemigos? Stephen Olford cuenta la historia de Peter Miller, que vivía en Ephrata, Pennsylvania, y disfrutaba de la amistad de George Washington.8 En Ehprata también vivía un hombre llamado Michael Whitman, un personaje malévolo que hacía todo lo posible para oponerse al pastor y humillarlo. Un día, Michael fue arrestado por traición y sentenciado a muerte. Peter Miller viajó ciento veinte kilómetros a pie hasta Philadelphia, a suplicar por la vida del traidor.–No, Peter –le dijo el general Washington– no puedo concederte