Название | Chiribiquete |
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Автор произведения | Carlos Castaño-Uribe |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789585240032 |
En muchos de los abrigos rocosos la evidencia está especialmente en los murales pictóricos que, a menudo, son muy difíciles de detectar. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.
Este momento coincide con la expansión del hombre moderno hacia el norte de Europa y con los primeros asentamientos de cazadores en el noreste de Siberia, que datan entre 18.000 y 15.000 años. Los yacimientos arqueológicos excavados en Alaska, como Bluefish, Dry Creek y Akmak, han permitido ampliar el horizonte temporal más allá de los 14.000 a 9.000 años de nuestra era que la ciencia había establecido como las fechas límite más antiguas que documentaban el uso de artefactos y herramientas parecidas a las de la Tradición de Dyukhtai de Siberia, especialmente artefactos, como puntas de proyectil2. Hoy día se perfila, cada vez más, la evidencia de hombres tempranos (30.000-15.000 años) “asentados” en campamento y cotos de caza usados por un año seguido en el mismo sitio, en la Patagonia chilena, donde, además de encontrar fechas realmente antiguas, demuestran su independencia cultural de los horizontes Clovis y Sandia que entraron por el estrecho de Bering (Dillehay, et al., 2015)3.
Las investigaciones arqueológicas de los últimos diez años, llevadas a cabo en Alaska por arqueólogos del Departamento de Antropología de la Universidad de Montreal (Canadá) y de la Universidad de Oxford (Reino Unido), basadas en las excavaciones anteriores del arqueólogo Jacques de Cinq-Mars (1978-1980), han permitido ampliar considerablemente la limitada visión cronológica del hombre americano, como demuestran los resultados de los análisis de artefactos y evidencias del uso humano de huesos de mamut y otras especies de fauna pleistocénica, excavados en la cueva de Bluefish. Los análisis más recientes lograron zanjar la polémica generada por señales de innegable actividad humana plasmada en buen número de huesos, como huellas de cortes y señales de utilización, confirmadas, además, por fechas de radiocarbono y otras técnicas de fechación entre 23.000 y 24.000 años. Esto es, 10.000 años antes que las puntas de proyectil de América del Norte. Puesto que no se han encontrado indicios de campamentos humanos más antiguos en Alaska, todo hace pensar que fue el noreste de Siberia la tierra que dio cobijo a los antepasados de los primeros americanos. No obstante, y a pesar de que esta información amplía en gran medida nuestro horizonte temporal, hay ahora otro tipo de nuevas evidencias sobre este asunto del tiempo, que demuestran la existencia de otros caminos posibles de entrada al continente americano, que no necesariamente se relacionan con las gentes que identificamos con el uso de las puntas de proyectil Clovis-Folsom-Sandia.
SOBRE EVIDENCIAS, MÉTODOS Y EXCAVACIONES EN CONTEXTOS PREHISTÓRICOS. El método y las técnicas que empleamos para estudiar las evidencias de pobladores humanos en Chiribiquete, nacen de nuestra experiencia personal y de la formación que recibimos de la escuela de antropología norteamericana, con algo de fusión de técnicas arqueológicas de la escuela francesa de prehistoriadores del paleolítico europeo. La técnica llamada décapage –que literalmente significa “descapotar” o excavar pisos topográficos culturales– que ideó el reconocido arqueólogo francés André Leroi-Gourhan para excavar las cavernas donde convivieron neandertales y Homo sapiens hace decenas de miles de años, es de donde surge nuestro sistema de trabajo. Desde el comienzo se hizo evidente la necesidad de escoger un método riguroso de excavación capaz de delimitar áreas e identificar los niveles donde hay rastros de actividades humanas. Al excavar estas áreas, el arqueólogo va dejando todos los materiales que encuentra en el mismo lugar donde los halló, con el fin de aplicar un principio básico de interpretación: se llama el principio de asociación, es decir, que busca la información potencial que hay encerrada en las relaciones espaciales entre los objetos que aparecen en un nivel cultural. En contraposición con las técnicas más clásicas de la arqueología, que buscan unas cuantas muestras representativas de lo existente en un sitio arqueológico mediante la excavación de pozos, cuadrículas o calas, y que centran su atención en la localización de objetos en estratos naturales del suelo, la décapage busca registrar toda la actividad que ocurrió en el pasado en un momento específico de tiempo en un espacio dado.
Para cualquier arqueólogo, Chiribiquete presenta retos inesperados, retos para los cuales la disciplina arqueológica no ha desarrollado aún técnicas específicas. Aquí, la realidad sobre el terreno muchas veces no se compadece con la teoría académica. Por eso, nuestra excavación es distinta de otras. Cuando se llega a un yacimiento de actividades humanas milenarias y recientes, hasta ahora aislado y por eso mismo intangible, se sabe que es auténtico e inalterado. Casi todos sus suelos son rocosos, no cubiertos por tierra como es lo usual en la mayoría de los yacimientos arqueológicos, sin acumulación de materia orgánica y sin ningún tipo de agente externo cultural que los modifique. Aquí, el paso del tiempo no se ve acumulado en capas o estratos geológicos naturales y por ello puede haber evidencias de actividades muy antiguas o muy recientes expuestas a flor de superficie, unas junto a las otras: es decir, milenios aparte que comparten hoy un mismo piso cultural y topográfico, un mismo espacio. Es todo un acertijo para la arqueología y por ello hemos tenido que desarrollar una técnica especial.
Durante el Paleoindio y el Arcaico Americano, los cazadores recolectores aprovecharon las cuevas y los abrigos rocosos para guarecerse y, ocasionalmente, para actividades relacionadas con el uso pictórico y de petrograbado en general, con propósitos espirituales. Mucha de la evidencia de estos períodos está relacionada con el empleo de estos sitios como campamentos transitorios, donde llevaban a cabo rutinas domésticas. Chiribiquete, a pesar de las cuevas y abrigos rupestres, no dejó huellas o evidencias de este tipo. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.
Nuestra arqueología es un trabajo “forense”: busca identificar vestigios que se hallan en la superficie, dejados allí como resultado de actividades humanas presentes y pasadas. Recuperar esta información es una labor sistemática. Esta información se encuentra en forma de objetos o artefactos producidos por humanos, o huellas de actividades, como podrían serlo rastros de hogueras, fragmentos de colorantes, o huesos y palos usados como herramientas de trabajo. Todo esto es invaluable para comprender hechos, actividades o movimientos en este entorno natural y cultural. En Chiribiquete, tratamos de dilucidar si todo ello está asociado a los murales, su diseño, realización y uso continuo. Es muy probable que estos abrigos de roca con tanto arte pictórico nos conduzcan a demostrar que aquí se realizaban –y se siguen realizando– actividades rituales. Todos los sitios que hemos documentado hasta el momento están inalterados porque no ha existido presencia de actividades humanas diferentes a las realizadas exclusivamente por grupos indígenas. El fin de este lugar era, y sigue siendo, exclusivamente ritual y ceremonial.
Además de la arqueología detallada, complementamos nuestros datos con etnoarqueología, una disciplina cuyo objeto es el estudio de sociedades actuales con el fin de que sirvan de modelo para acercarnos al pasado, es decir, observamos hechos actuales que podrían apoyar la interpretación de algunos contextos arqueológicos (Hodder y Hutson, 1983). Como veremos más adelante, la interpretación de las expresiones pictóricas de los murales de Chiribiquete se tiene que basar en esta aproximación conceptual. La expresión, el estilo y el contenido explícito de sus pinturas rupestres se prestan para tal análisis.
SOBRE LOS ESTUDIOS GENÉTICOS Y LAS MIGRACIONES HUMANAS A LA AMÉRICA.Recientes estudios de paleogenética nos ayudan a entender la enorme complejidad y variabilidad biológica de las poblaciones humanas que llegaron por primera vez a las Américas hace veinte milenios. Los datos obtenidos por