Название | Chiribiquete |
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Автор произведения | Carlos Castaño-Uribe |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789585240032 |
Las prospecciones y excavaciones arqueológicas han permitido recuperar información muy valiosa. A partir de los hallazgos que hemos encontrado y de aquellos que esperamos encontrar, podemos avanzar un número de hipótesis. Como se explicará a lo largo de este capítulo, el material arqueológico y los diferentes contextos en los que se ha encontrado, demuestra que los creadores de este extraordinario registro pictórico, siglos atrás fueron paleoindígenas, cazadores y recolectores, que tenían como sistema de organización socioeconómica el nomadismo. Es decir, tenían gran movilidad territorial, asentamientos temporales y, según parece, disposición guerrera.
Su lenguaje pictórico o “sistema de codificación” se establece hace milenios aquí en la serranía de Chiribiquete, ya muy desarrollado. Con esto queremos decir que su carga conceptual, junto con ciertos elementos fundamentales y de estilo, quizás contaban ya desde mucho antes con una nutrida riqueza de carácter gráfico de profundo significado cultural. Nuestras investigaciones apuntan hacia posibles conexiones con culturas que vivían por fuera de lo que hoy es Colombia, incluso a nivel continental. No se descarta en aquellos antiguos habitantes el uso de embarcaciones pequeñas –tal vez canoas o piraguas– para movilizarse por los ríos hasta llegar a las cabeceras del río Apaporis, donde deciden crear estas expresiones de un lenguaje simbólico muy desarrollado, justo aquí, en esta serranía. Las características naturales monumentales de Chiribiquete hablan por sí solas y aquello no escapó a los ojos de quienes hicieron esta maravilla.
Antes de empezar a describir estos contextos arqueológicos y su significado, es necesario puntualizar algunos postulados conceptuales que se deducen de las investigaciones realizadas durante todos estos años: ¿Es posible documentar contextos arqueológicos en donde no aparecen artefactos de piedra –que es lo que los arqueólogos esperan encontrar en un yacimiento paleoindígena o paleolítico– y establecer la existencia de manifestaciones culturales? ¿Pudieron existir cazadores y recolectores en América que, a pesar de no contar con puntas de flecha de piedra, lograron adaptarse, vivir y conquistar este continente? ¿Cambiaría este hecho las clasificaciones ya aceptadas de hombre temprano americano? ¿Puede la arqueología con sus técnicas actuales documentar actividades humanas sin hacer excavaciones tradicionales de secuencias estratigráficas, técnicas que han sido usadas en el resto del mundo donde se han hallado sitios habitados por paleoíndígenas o grupos paleolíticos muy antiguos, con o sin arte rupestre? ¿Pueden los dibujos de Chiribiquete considerarse arte rupestre, en el entendido clásico de esta palabra? ¿Puede un sitio tan remoto y de difícil acceso en medio de la Amazonia colombiana, darnos mayor claridad sobre la vida material y espiritual de aquellos grupos de personas, así como de sus emociones y costumbres? ¿Qué tipo de arqueología usamos para saber si podemos proponer una tradición cultural que se haya mantenido durante siglos sobre las espaldas de muchos pueblos y culturas diferentes? Estas y otras preguntas son las que tendremos que responder a lo largo de esta obra. De antemano, aclaramos que las interpretaciones que adelantamos en este libro se basan en la evidencia actual y, como en toda investigación arqueológica, dista de ser concluyente.
Las exploraciones de los últimos 30 años en el sitio han sido extremadamente cuidadosas y detalladas, para poder obtener la mayor cantidad posible de información en condiciones muy difíciles y peligrosas. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.
SOBRE LA ARQUEOLOGÍA SIN ARTEFACTOS DE PIEDRA. Como arqueólogo formado en Suramérica, entiendo la práctica de la arqueología como una disciplina que se fundamenta en la antropología, es decir, que busca entender el funcionamiento de las culturas y sociedades del pasado. No es solamente una disciplina que organiza datos estadísticos a partir de objetos materiales como fin último, como asumen algunos. Estas son herramientas que se aplican para analizar los artefactos que excavamos, a lo que se añade la cronología, con base en el estudio de la estratigrafía natural y el concepto de cambio a lo largo del tiempo. Si transferimos estas ideas a Chiribiquete, veremos que nos han de servir para comprender mejor un contexto más amplio, esto es, la relación que pudo existir entre los pictogramas, las evidencias que hallamos en el suelo (por ejemplo, objetos de piedra con sus atributos o rasgos) y la posible conexión entre todas estas cosas para interpretar la historia pasada del territorio.
Hasta la fecha, no hemos encontrado en Chiribiquete ningún tipo de evidencia material arqueológica de presencia humana –es decir, de objetos hallados bajo tierra– ni los restos óseos de los artífices pictóricos. Tampoco, sus armas. Resulta curioso, por decir lo menos, que en 63 sitios donde hemos llevado a cabo excavaciones arqueológicas en treinta años de esfuerzos profesionales, solo los dibujos y las evidencias de un ritual relacionado con el dibujo de los murales y el uso recurrente de los mismos, sea la única evidencia real y confiable que tenemos. No hay herramientas, armas, ni puntas de piedra de proyectiles. Este aspecto resulta curioso y no necesariamente sutil, puesto que en lugares próximos a Chiribiquete (Macarena, Lindosa y Tunahí), relacionados con esta misma tradición cultural, tuvimos en años anteriores oportunidad de realizar prospecciones arqueológicas en sitios –que en ese momento sabíamos que no estaban alterados por la intervención transformadora del hombre moderno– y en algunos abrigos con pinturas encontramos artefactos de piedra superficiales (lascas filudas y cortantes, núcleos y percutores con evidencias de uso, huesos usados como punzones, por mencionar algunos ejemplos) y, por supuesto, también dentro del suelo culturalmente apto, con relativa facilidad. En Chiribiquete hay, eso sí, una evidencia extraordinaria y documental de su cultura pictórica y de su gran proyección espiritual y guerrera en los dibujos; tenemos un marco amplio de fechas y la evidencia de algunos de sus rituales, en muchos abrigos, que nunca sirvieron de campamento de caza o de uso doméstico. El carácter ritual lo sabemos gracias al uso que hicieron de materiales básicos de utillaje, como madera, fibras vegetales y preparación de colorantes, pero, sobre todo, a las huellas de un uso netamente ceremonial sobre las paredes, los pisos rocosos y por el lenguaje propio de los sitios escogidos e inaccesibles para atender estas prácticas.
La evidencia de los suelos culturales de Chiribiquete es muy escasa y en todos los casos se relaciona con actividades rituales. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.
La evidencia esparcida de la existencia de los hombres jaguar en esta serranía y en múltiples sitios con arte rupestre en Colombia y buena parte del Neotrópico –una inmensa región biogeográfica que abarca desde México hasta Argentina, territorio que, además, coincide con el área de distribución del jaguar en Centro y Suramérica– nos habla de los primeros y verdaderos conquistadores de estas regiones. Su historia es fascinante pero desconocida; y a pesar de que se esperaría que tuviesen alguna relación con los muy antiguos cazadores y recolectores que habitaron la Siberia, de quienes seguramente se originaron hace muchísimos milenios, esta idea no parece encajar del todo bien.
Poco o nada se sabe de la etnografía cultural de los paleoindígenas neotropicales. Parece que buena parte de su historia fue muy anterior a la época de la tecnología lítica de puntas de proyectil, un desarrollo tecnológico que la arqueología ha considerado como fundamental para la adaptación cultural del hombre temprano. En las Américas, se acepta el hecho de que los cazadores y recolectores irrumpieron en el continente ya con una tecnología desarrollada. Según sus características tecnológicas, hemos bautizado estas puntas de proyectiles con nombres como Clovis, Folsom y Sandia1, fabricadas con materiales líticos o de vidrio volcánico como la obsidiana. Para muchos científicos, la presencia del hombre americano temprano está necesariamente asociada a la evidencia de materiales que, como los artefactos de piedra, han perdurado por miles de años para llegar hasta nuestros días, bien sea enterrados bajo la superficie o, incluso, muchas veces encima de ella. Esto último, sin embargo, puede confundir al arqueólogo porque no siempre le permite saber si lo que está observando es antiguo o reciente. El poblamiento humano del continente americano se originó en el este de Asia, cuando por el bajo nivel del mar, debido a las glaciaciones, quedó al descubierto un “puente” de tierra entre los